El Covid nos arrebata a Rafael Castillo, ejemplo de una generación que construyó Ceuta
SANIDAD / CRISIS COVID-19
Un hombre sin estudios, pero con una dignidad enorme, todo un ejemplo de una generación que veía el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro mejor, y que se entregaron a ello en condiciones muy difíciles
Ceuta está de luto. El Covid-19 nos está robando la generación que construyó la España que hoy conocemos. La mayoría de los que nos han dejado, víctimas del Covid-19, son parte de nuestra historia y construyeron con su esfuerzo nuestro país y nuestra ciudad, y por ello, su legado no puede ser recordado como una cifra, sino con nombres y apellidos.
Es el caso de Rafael Castillo, fundador de la empresa de Hormigones y Áridos de Ceuta (Hoarce) junto a sus cuatro hijos, y que falleció el pasado sábado víctima del coronavirus. Un hombre sin estudios, pero con una dignidad enorme, porque siempre fue un trabajador nato. Siempre fue un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Todo un ejemplo de una generación que veía el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles, creando la mayoría de empresas que hoy conocemos y que dan trabajo a la mayoría de los ceutíes. Rafael sabía que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de su familia. Se podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.
Incluso a pesar de estar ya jubilado, todos los días se daba una vuelta por la cantera, para orientar a los que iban a cargar y para no dejar aquello desatendido. Tenía costumbre de madrugar y todos los días muy pronto estaba en pie.
Rafael Castillo nació en 1936, a los pocos meses de haber comenzado la Guerra Civil, con lo que su infancia y su juventud transcurrió por los años más difíciles de nuestra historia reciente. Desde los 13 o 14 años ya estuvo trabajando, y a pesar de no tener edad para conducir, ya llevaba el camión de su padre.
“Recuerdo que mi madre contaba como yo lloraba porque quería ir al colegio y no podía por el trabajo. Fueron épocas difíciles. En el primer pantano que se hizo en Ceuta llegaba a trabajar hasta 36 horas seguidas y descansaba 6 o 7 horas. Había que trabajar mucho, pero no me arrepiento de ello, porque veo que mis hijos siguen la misma línea. Esta es la escuela que he dejado y es un orgullo para mí que haya sido así”, contaba Rafael en una entrevista concedida a EL PUEBLO en 2008.
Esposa e hijos
Rafael se casó pronto, a los 23 años, y tuvo 4 hijos, “que es lo mejor que me ha ocurrido, así como el haber tenido la mujer que tengo. Esto no se paga con dinero, porque cada día, desde que eran pequeños me han dado una satisfacción, y mi mujer me ayudó desde el primer instante”, afirmaba siempre orgulloso Rafael.
Una familia para la que no existe consuelo que pueda calmar el dolor que vive en estos momentos. Pero sin embargo, sí que está en sus manos decidir cómo quieren recordarle. La rabia, la indignación, la tristeza que hoy vivimos todos ha de ser el mayor incentivo para salvaguardar la memoria de todas las víctimas de este maldito virus y que la historia les recuerde como la generación que a pesar de sus diferencias políticas fue capaz de vencer una dictadura, unirse en una transición y construir un país libre y democrático llamado España.
El ejemplo de Rafael Castillo a la hora de superar los grandes retos a los que se enfrentó ha de ser fuente de inspiración en nuestra hoja de ruta a la hora reconstruir Ceuta y España.