¿Qué hace falta para que reaccionemos?

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De nada o casi nada sirven las recomendaciones y las información facilitada a los ciudadanos, sobre la permeabilidad del covid19. Sabemos que la relajación en las medidas de autoprotección provoca subidas importantes de los contagios, con el consiguiente aumento de ingresos hospitalarios y muertes.

Despreciamos con desdén el potencial del virus para arrasar nuestra economía y nuestras vidas. Lo hacemos desde la arrogancia de la juventud o desde la enajenación propia de la brutalidad intelectual. La falta de educación es clamorosa y la no asunción de responsabilidades frente a quienes sufren a esos irresponsables carentes de moral, deja poco margen a las autoridades.

A veces se puede llegar a pensar que el ser humano es ingobernable, porque actúa por impulsos y además se ríe bobaliconamente de sus execrables actos. Piensen en quien se fuma dos paquetes diarios de tabaco, sabiendo que puede morir por ello, pero se ufana de que él hace lo que quiere. Pero esa “valiente” postura de importarle un rábano su salud, es una gran mentira, porque al primer síntoma de problemas pulmonares, esos libertarios acudirán a los servicios sanitarios y entre todos pagaremos los carísimos tratamientos que deberá recibir. A veces he pensado que quien por su propia decisión descuida su salud, debería ser excluido de la cobertura universal, porque como dice el dicho popular, “para beber hay que saber mear”

Pero estos que ahora desprecian al covid-19 no sólo se autolesionan, sino que se convierten en aliados de la tragedia de otros, como los kamikazes de la carretera que desgracian la vida de los que conducen con prudencia y respetando las normas.

De poco sirven esas normas si no se persigue con firmeza a quienes se las saltan poniendo en peligro a los demás. Las multas parecen insuficientes y tal vez sería pertinente establecer algún ilícito penal para quienes a sabiendas, sean responsables a causa de su conducta, de provocar contagios que puedan provocar daños irreparables de salud en otras personas.

No hay derechos más fundamentales que la vida y la salud y han de ser protegidos con los mayores niveles posibles.

Pero tengo la sensación de que en este país, las autoridades están ocupadas en la pandemia, pero preocupadas por no salir escaldados cuando toque ir a las urnas. Y no se puede frente al mayor enemigo desde hace un siglo, pretender pasar de puntillas e incluso proclamar mensajes complacientes. Van a ser miles de compatriotas los que van a morir, millones los que van a quedar al borde de la pobreza y si todo esto se debe a un virus y a sus cómplices, nuestra obligación es defendernos de ambos.

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