Recordando un día del estado de alarma

Javier Chellarám

Lo que parecía una epidemia del lejano Oriente o una guerra más en Oriente Medio iba a ser camino de una guerra mundial pero ante un enemigo invisible pero, con el paso de los días mascándose cada vez más la tragedia aquel pronóstico se convirtió en pandemia.

Los sanitarios, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los servicios mínimos, el transporte, el servicio de limpieza y por supuesto los medios de comunicación.

Sin tener la más mínima información sobre a que atenerme tiré de oficio como bien me enseñó mi padre, mi abuelo, La Patria y la Armada a tomar precauciones y aprovisionarme de unos guantes de látex, un gel de manos, mascarilla,, la acreditación y la cámara fotográfica a cuestas y salir a cubrir como las palomas y los gatos se preguntaban donde estaban las personas.

El Pabellón donde se jugaron grandes partidos iba acoger a los refugiados que tenían por techo un palio de estrellas y los menores en otro pabellón donde un muro era la imaginación de saltar al paraíso del edén.

Y si era un suplicio cada vez que me acercaba al pabellón de La Libertad porque los que estaban de puerta me veían como un apestado llegó un momento divino de una tarde, una tarde del mes de Ramadán porque entre la multitud apareció mi amigo Mohamed, un hombre martilleado por la vida pero con un corazón más grande su bigote y su sonrisa.

Escucha Javi, Javi, y no pudimos darnos el abrazo pero si chocar los codos ante las preguntas y saludos de rigor, el estado de alarma y el cierre fronterizo le pilló en la zona de nadie y tuvo que buscar auxilio en aquel lugar.

Me dijo Javi tráeme tabaco por favor, en ese momento me dije aunque tenga que ir al estanco más lejos Mohamed tiene tabaco.

Y donde uno tenía que encontrarse con colas extrañas, horarios irrespetuosos y movimientos raros me dije Javi busca el camino mas corto y eficaz y así de esa manera pude conseguirle el paquete de cigarrillos.

Al llegar a la puerta del albergue allí estaba Mohamed esperándome ante la emoción compartida de los presentes al ver el amor al prójimo en el mes sagrado de Ramadán, los dos nos echamos la mano al corazón en señal de fraternidad, así desde aquel instante Mohamed fue reconocido ya por los destinados al cuidado, atenciones y mantenimiento del pabellón como Mohamed del tabaco y podía estar sentado en la puerta.

Traigo aquí esta historia del estado de alarma donde la pandemia ha sacado lo mejor y lo peor de cada uno y si este verano ya te vi feliz por la calle Real con tu bigote y tu sonrisa, esta historia yo te la debía.

También te puede interesar

Lo último

stats