Las policías

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Es muy clarividente el editorial de el diario el Pueblo de Ceuta de ayer. Promesas incumplidas por los sucesivos ministros de interior. Una frontera, la de el Tarajal, abandonada y decrépita. Una inmigración de menores y mayores marroquíes, ilegal, descontrolada, que provoca un crecimiento poblacional en determinadas zonas también descontrolado, falto de arraigo e incapaz de comprender las normas básicas de convivencia de un país como España. Las consecuencias son evidentes: marginalidad, desintegración y sentimiento de rechazo por una parte importante de la población ceutí, que siendo plural, se siente amenazada en su modo de vida, que es compartido por todas las comunidades que la integran.

Grande Marlaska, persona inteligente y con capacidades probadas para ser un buen ministro, enarbola sin embargo y de un modo extrañamente entusiasta, la bandera de la normalidad en las relaciones hispano-marroquíes. Si estas relaciones fuesen normales, leales y tan buenas como dice el ministro, no harían falta tantos refuerzos policiales y más medios materiales como promete, para preservar la seguridad de Ceuta.

Debería el ministro reaccionar con la contundencia de Carmen Calvo o Margarita Robles, porque amenazar la integridad territorial de un país como España, tanto con declaraciones del gobierno marroquí, como con su constante hostilidad hacia los intereses de Ceuta y Melilla, así como el no reconocimiento de la procedencia de hacerse cargo, por ejemplo, de la amplia población infantil marroquí, abandonada en Ceuta por su propio Estado, es lo menos parecido a una relación de lealtad. Los políticos que disimulan una afrenta a su país, pensando que la estrategia mejor es esa, empequeñecen la imagen de España.

Pero volviendo a la necesidad de dotar de plantillas suficientes a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, esto sería en si mismo un hecho y que provocaría una extraordinaria reacción en cadena. Porque no todos los problemas están en el lado de las policías estatales. La policía local necesita articular sus servicios de conformidad con las nuevas prioridades del mundo de hoy. La consejería de medio ambiente no da abasto para retirar tantas toneladas de escombros y desechos, que no llegan a las calles por sus propios pies, que no tienen, sino de manos de unos ciudadanos consentidos por una administración, la local, que no pone a disposición de medio ambiente, una unidad específica de policías locales, dedicados a sancionar a esos ciudadanos (retiro esta calificación), que sistematicamente incumplen las normas.

La basura crea mucho empleo, pero llenar Ceuta de residuos para hacer crecer el empleo, dista mucho de ser una buena estrategia. Es sólo el fruto de un fracaso en la gestión de los recursos policiales. Es la prueba palmaria de que los responsables no han sido capaces de modernizar la policía y especializarla para los retos de nuestro tiempo.

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