La élite

5388_foto-carreira
5388_foto-carreira

Sí, queridos amigos. Sí. Hay élites, o sea, personas que se consideran por encima del resto y no se sienten en la obligación de cumplir las normas. Esas normas, cuyo acatamiento exigen a los demás, las tuercen, las ignoran o simplemente les resbalan.

Suelen ser personas que por alguna ignota razón, creen que su superioridad sobre los demás es tan evidente, que deben ocupar los puestos directivos de la sociedad, asentándose en ese nivel reservado sólo para los elegidos, esos que ascienden a un lugar que las nubes ocultan de los vulgares terrenales.

Pero ¿qué es lo que de verdad distingue a una persona excepcional del resto? No. Nada parecido a lo que su código les dicta. Una persona excepcional es esa que pasa desapercibida, pero que con su esfuerzo contribuye a cuidar de los suyos y le queda un resto para el interés común. Jamás intentará hacer trampas, pero no por miedo a una sanción, sino porque en su casa, seguramente humilde, le enseñaron que defraudar a los demás es algo aborrecible, y que aprovecharse indebidamente de la confianza de otros, resulta abominable. Nunca se esconde. Da todas las explicaciones que le solicitan, excepto cuando se trata de asuntos muy privados y que nada tienen que ver con lo que es de todos. Cuando se equivoca, como cualquier mortal, reconoce su error y pide disculpas. Paga las multas, los impuestos y si un error suyo merece reproche, lo acepta sin esconderse detrás de nada ni de nadie.

Si se mete en política, no sigue a pies juntillas las órdenes del líder, porque necesita ser honesto con su conciencia antes que con el rebaño. Desde luego no se aprovechará de su cargo para beneficiarse a si mismo o a los suyos y cumplirá sus compromisos salvo que surjan circunstancias imprevisibles que conviertan su causa en misión imposible.

Pero tal vez estamos definiendo con lo antedicho a un ser humano no excepcional, sino perfecto. Desde luego eso parece poco alcanzable, me refiero a la perfección, pero de ahí a los chuscos comportamientos que estamos viendo en los últimos días con las vacunas del covid, hay un abismo.

Está claro que en el ejercicio de lo público, hay demasiados impresentables que se creen miembros de la élite social. Auténticos pícaros disfrazados de gente culta que, como bien dice el gran Fernando Ónega, una vez que han saciado el hambre, quieren también garantizarse la salud.

Merecen todo nuestro reproche. Y si no son apartados, es porque quien los puso es igual, lo que es todavía peor.

También te puede interesar

Lo último

stats