Radicalidad

Cuando unos exabruptos vomitados con una música prefabricada por un ordenador son considerados arte, es que estamos ante una sociedad enferma.
El arte busca como fin último la belleza, en cualquiera de sus manifestaciones. Es un extraordinario instrumento para combatir la somnolencia social, para espolear nuestros espíritus y para despertar en nosotros nuevas inquietudes, distintas perspectivas de enfoque sobre los hechos que nos envuelven, emociones nunca antes experimentadas.
Y cuando la libertad de expresión no se utiliza para expresar libremente una opinión sobre cualquier cosa, sino para fomentar el odio, la inquina, despertando los peores sentimientos e instintos del ser humano, se está pisoteando ese derecho básico y fundamental.
Los últimos episodios protagonizados por Hasél, y la asociación en defensa de la memoria de la división azul, ni son arte ni libertad de expresión. Sólo es barbarie, retroceso, animalidad. Los tiros en la nuca de los peperos, la explosión del coche de Patxi López o señalar a los judíos como causantes de todos los males, son hechos asquerosos, repudiables y punibles.
Se siembra odio cuando se apunta a una persona como defensora de la yihad y se la pone como ejemplo del fracaso de la “integración”, tal y como ha hecho vox con la diputada Fátima Hamed, porque ser practicante de un determinado credo no hace acreedor a nadie, y menos a la señora Hamed, de tales calificativos. Hay muchas formas de entender el islam, igual que el cristianismo y la integración no pasa, como ocurría en la época de los reyes católicos, por el cambio obligatorio de fe y de costumbres, sino por el respeto y acatamiento al orden constitucional español. La joven que habló en el acto celebrado en el cementerio de la almudena en recuerdo de la división azul, será a su juicio, muy cristiana, pero esa sí que es un fracaso en la integración en una sociedad libre, como persona absolutamente inadaptada y soez, además de posible delincuente. El caso del autodenominado artista rapero, con perdón para el rap, es similar. Otro personaje con derechos en una sociedad a la que pretende destruir violentamente. Eso no es arte ni lo otro es libertad de expresión. Es terrorismo ideológico, puro radicalismo.
No tengo muy claro que los de vox no sean o racistas o contrarios a la diversidad. El candidato en las elecciones catalanas ha hecho mucho énfasis respecto de lo que él llama el peligro de la islamización. Los de Ceuta se han hartado de decir lo mismo en campaña, aunque ahora que tienen que mantener ante un juez su valentía, en contraposición con la derechita cobarde, callan y se esconden. Esos líderes tan bravos casi como el Cid, ahora parecen afligidos e incapaces de defender sus afirmaciones.
Por cierto, ese apodo, el de Cid (Sidi), lo recibió Rodrigo Díaz de los musulmanes, con quienes estableció diversas alianzas frente a los radicales islámicos y cristianos. Sidi significa señor, señor noble. Sí, ya sé que este personaje se difumina más allá de la historia para fundirse en la leyenda, pero hoy en día es más que nunca un símbolo de equidad, porque lo importante no es en qué Dios se cree, sino cuánto estamos dispuestos a hacer por unir España, por unir Ceuta y por luchar juntos frente a quienes pretenden justo lo contrario.