El Ramadam y el toque de queda

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No es una cita del Corán, sino del Nuevo Testamento: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, pero creo que resume muy bien la cuestión planteada en estos días, respecto de si el toque de queda debe adaptarse a unos horarios compatibles con las peticiones de algunas asociaciones o partidos políticos para determinadas celebraciones del Ramadam, o debe sólo tener en cuenta la salud de los ciudadanos.

Es fácil establecer comparaciones que, como dice el dicho popular, pueden resultar odiosas, sobre si las autoridades actúan siempre con equidad o en ocasiones se mueven por la presión de intereses ajenos a la cuestión nuclear. Las autoridades no son superordenadores impersonales, son personas llenas de defectos, como las demás. El problema de los defectos de las autoridades, es que tienen mucha más trascendencia y lo peor, es que jamás reconocen ni sus errores ni sus, a veces, aviesas intenciones. ¡Qué difícil es oír un “lo siento” en un político! Es difícil incluso cuando lo que hace o cuenta, hasta un niño puede ver que es malo o mentira. El gobierno está día a día cavando la tumba de su descrédito.

Pero aceptando todo lo anterior, no se debe y creo que tampoco se puede polemizar con todo y contra todo. Y mucho menos, deslizar que se establecen determinadas normas para restar valor a una determinada religión. El Islam de Ceuta es una luz para el mundo de hoy. Habrá alguna grieta, como en la mejor pared, pero los ceutíes de religión musulmana son un ejemplo de integridad moral y de amor a España. El aprecio por la diversidad y la riqueza que supone todo ello para Ceuta y su futuro, no puede ser ignorado por nadie. Creo que desde el gobierno ceutí, un gobierno que en otras cuestiones es desconcertante, es un firme defensor de la igualdad para todos los ceutíes. El presidente Vivas, que anda muy callado respecto de determinadas iniciativas organizativas en la administración que dirige, de dudosa conveniencia, no es dudoso en cuanto a atesorar firmes principios para defender a todos los ciudadanos por igual. Y en cuestiones de salud ha dado la cara en la conferencia de presidentes día tras día, en defensa de nuestra seguridad.

La salud, quebrada por esta pandemia, no se inclina por ninguna confesión religiosa, aunque entiendo que haya muchas personas que ante situaciones dramáticas, y esta lo es, se agarren a la fe. Pero quien gobierna en un país aconfesional, sólo puede decidir en función de razones y argumentos basados en la ley, en la razón y en la defensa de los derechos más fundamentales de los ciudadanos, como lo son la vida y la salud. En España un juez puede limitar derechos fundamentales, privando a los ciudadanos de su ejercicio durante un tiempo, como el de la libertad de movimientos o el de poder votar en unas elecciones; pero no ya un juez, nadie, absolutamente nadie, puede ordenar que se prive a ningún ciudadano de su derecho a vivir o estar sano, porque sin estas cualidades, es imposible ejercer libremente el resto de derechos.

Seamos sensatos en la recta final, en el último esfuerzo y aceptemos con toda la comprensión los criterios y las instrucciones de las autoridades sanitarias, que sólo pretenden asegurar nuestra integridad y la de nuestros hijos. Esto no va de cuestiones identitarias o de discriminaciones que puedan generar rabia. Tal vez otras cosas sí, pero esto va a favor de todos. Centremos bien los debates y no mezclemos lo que le corresponde al César, con lo que le corresponde a Dios.

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