Jacinto Ruiz Mendoza Teniente Ruiz

Ceuta 1779 – 1809 Trujillo, Cáceres 2 De mayo de 1808

Parque de Artillería de Monteleón. / FOTO CEDIDA
Parque de Artillería de Monteleón. / FOTO CEDIDA

Jacinto Ruiz Mendoza nace en Ceuta el 16 de agosto de 1779, siendo bautizado el día 18 del mismo mes y año en la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, fueron sus padres D. Antonio Ruiz y Linares, subteniente de infantería y Dª Josefa de Mendoza, ambos naturales de Ceuta.

Ingresó como cadete en Regimiento Fijo de Ceuta en 1795; promovido a 2º subteniente en julio de 1800; en 1801 subteniente de Voluntarios del Estado y en 1807 obtiene el empleo de teniente, siendo destinado en la 3ª compañía del 2º batallón de su regimiento.

Antecedentes de la guerra de la independencia (1808-1814).

El 27 de octubre de 1807 se firmó (en secreto) el Tratado de Fontainebleau entre España y Francia acordándose una invasión conjunta de Portugal (aliada de los ingleses) para dividirse los territorios portugueses.

Las abdicaciones de Bayona tuvieron lugar el 5 de mayo de 1808 en el castillo de Marracq de dicha ciudad francesa. Carlos IV y su hijo Fernando VII, fueron obligados a entregar el trono de España a favor de Napoleón, cediéndolo este a su hermano José I.

Esto provocó serías dudas de las autoridades españolas. El consejo de Castilla debatió entre el acatar al nuevo rey o a hacerle una oposición decisiva.

Documentalmente está comprobado que el capitán Velarde- secretario de la junta superior económica del cuerpo de artillería- trabajó con el diseño del plan, organización y ejecución que llevaría al alzamiento general contra el invasor.

Por su parte el capitán Daoíz, asumió la captación de colaboradores, así como la coordinación de la fabricación clandestina de municiones para el parque de artillería de Madrid, donde estaba destinado.

El parque de artillería fue considerado posición estratégica fundamental por los franceses, pues según los datos del general Maximilien Foy, allí se encontraban almacenados 10.000 fusiles junto a piezas de artillerías completas montadas con sus fustes. Para ello tomaron la decisión de asaltar el parque de artillería con la brigada del general Lefranc para evitar la propagación del levantamiento.

Más adelante los 2.000 hombres que formaban el grueso de las tropas francesas se enfrentarían a los capitanes de artillería Luis Daoíz; Pedro Velarde; al capitán de infantería Rafael Gaicoechea; al teniente Jacinto Ruiz Mendoza; al cadete Afán de Ribera y a poco más de 30 soldados. (Memorial de artillería, extraordinario. La alianza entre artilleros y el pueblo de Madrid)

Sobre las 8,30 de la mañana llegó el teniente Arango, que traía instrucciones de no intervenir del gobernador general, cuando gracias a su intervención consiguió calmar los ánimos del pueblo. A partir de las nueve en la Calle de San Bernardo se oyeron disparos de fusil.

Como señalamos arriba Daoíz había recibido la orden de no unirse al pueblo, pero el pueblo pedía armas a los gritos de ¡Viva el Rey!

Al escuchar los disparos, el teniente Jacinto Ruiz, que se encontraba en casa enfermo y con fiebre, decidió salir corriendo a la calle de San Bernardo donde estaba su cuartel

En el cuartel de Mejorada, sede de los Voluntarios del Estado, el capitán D. Andrés Rovira convenció al coronel para contener a la gente que se había agolpado en las puertas del parque de Monteleón. Acudió la 2ª compañía al mando del capitán Goicoechea junto con los tenientes Ruiz y Ontoria, el subteniente Tomás Bruguera y los cadetes Vázquez Afán de Ribera y Juan Rojo, también 33 fusileros.

A continuación fueron llegando distintos oficiales de artillería los capitanes Velarde, Cónsul; Dalp; y Córdoba, el teniente Gabriel Torres y el subteniente Carpegna.

Tras la llegada de la compañía de fusileros gracias a la mediación de los capitanes Velarde y Rovira consiguieron la rendición de la compañía de tren de sitio francesa. Los artilleros franceses fueron desarmados y conducidos a un patio interior del palacio. Allí fueron vigilados por efectivos de la compañía de voluntarios del Estado. Según el teniente Arango cumpliendo estrictamente las órdenes del capitán Goicoechea, los voluntarios del Estado no movieron un solo dedo durante los sucesivos ataques, a excepción del teniente D. Jacinto Ruiz, y se limitaron a vigilar al destacamento francés prisionero. Los numerosos muertos dentro de la compañía demuestran todo lo contrario, y puede escribirse doscientos años después que junto con los artilleros y los paisanos los voluntarios del Estado hicieron una resistencia heroica y tenaz. (“Guerra y Cuchillo” un grito por la independencia y libertad, 2 de mayo de 1808/ José Antonio Pérez Francés)

Daoíz no hizo caso a la orden que recibió de no entregar armas al pueblo y en unión del capitán Velarde las entregaron.

En los momentos más duros del combate el teniente Jacinto Ruiz recibió un balazo en el brazo izquierdo, José Pacheco le ató fuertemente el brazo con un pañuelo, volviendo Ruiz a su puesto, al grito de ¡fuego artilleros!, el capitán Daoíz también herido, grave, este en una pierna, viendo la cantidad de muertos y la pocas fuerzas que quedaban, intentó la capitulación, el jefe de las fuerzas francesas mando cargar de nuevo cayendo mortalmente herido Daoíz por disparos de los soldados franceses. El capitán Velarde intentó auxiliar a su compañero cayendo también muerto por las balas enemigas.

El teniente Jacinto Ruiz, aunque herido siguió combatiendo en el interior del patio, estando dispuesto a resistir hasta el último minuto. Pero un segundo balazo le entra por la espalda y le sale por el pecho, cayendo moribundo.

El capitán Goicoechea que estaba herido de leves contusiones capitula con los pocos defensores que quedaban en pie.

Parte del Combate en el Parque de Artillería de Monteleón del Capitán General de Castilla la Nueva, Francisco Javier Negrete, al Mariscal de Francia, Joaquín Murat, tratando de exculpar al Cuerpo de Artillería de los combates en Monteleón.

Con objeto de ilustrar a Vuestra Alteza Imperial acerca del desgraciado suceso del Parque de Artillería de esta Plaza, de manifestar que no ha habido incoherencia ni contradicción alguna en las órdenes comunicadas a las diversas autoridades militares, y de sincerar a un Cuerpo que, bajo de todos los aspectos de ciencia, honor y subordinación, tiene adquiridos los más justos derechos a los elogios y gratitud de la Nación, me permitirá V. A. le expresé que, según los partes que se me han dado, el comandante de Artillería había prevenido al capitán del propio Cuerpo don Luis Daoíz se mantuviese sobre las armas en el cuartel y procurase contener al Pueblo, a cuyo fin dio efectivamente las correspondientes disposiciones, y que el capitán, también de artillería, don Pedro Velarde, que se hallaba en el Arsenal, queriendo por su parte evitar que la presencia de la Guardia francesa excitase mayor conmoción en la multitud, pidió a su comandante se retirase, bien que no habiendo sido suficiente la poca tropa española que quedó para contener el ímpetu del Pueblo, forzó este la primera puerta de la Armería, obligó a que se le abriese la segunda, y enseguida se apoderó de algunas armas.

Los esfuerzos de los oficiales para contenerlos fueron inútiles; y a este tiempo se presentó un cuerpo de tropas francesas que empezó a hacer fuego contra el paisanaje que había salido con armas a la calle. Repitieron sus esfuerzos los capitanes de Artillería Daoíz y Velarde a fin de apaciguarlos, en ocasión de que aquella tropa hizo una descarga a los apandillados.

Pero Daoíz creyendo equivocadamente que los franceses, no ciñéndose solo a sujetar al Pueblo, tenían también por objeto el obrar hostilmente contra la tropa española y la ciudad, dio la orden de defenderse, apoyado también en las subversivas relaciones que circulaban, y cuyo origen se ignora, de que todo estaba en desorden.

Se sacaron los cañones y empezó la defensa, en la cual falleció el capitán Velarde. A las dos de la tarde se presentó un nuevo cuerpo de tropas francesas, y habiendo huido el paisanaje acaeció también la muerte del capitán Daoíz. La tropa francesa se apoderó de la Artillería, Almacenes, Museo Militar y Caja de Caudales, que todo se puso a su disposición.

El Comandante de Artillería expone además, que con la mayor frecuencia tenía repetido a todos sus oficiales subalternos, que en cualquiera ocurrencia de la expresada clase, no tuviesen otro objeto que el de sosegar y contener al Pueblo, habiéndoselo repetido en la mañana del día dos, y dado al citado Daoíz la copia de la orden que se había comunicado por la Plaza, y acababa de recibir, en la que se prevenía lo mismo. Y que así, lejos de contribuir la generalidad de los oficiales de Artillería al hecho ocurrido, ha sido para todos un motivo del mayor disgusto el que los capitanes Daoíz y Velarde hayan obrado contra los constantemente prevenidos.

De todo resulta, Serenísimo Señor, que el hecho ni tuvo Plan ni premeditación anterior; y que el móvil de este proceder tuvo su origen en las voces equivocadas, siniestras y que la malignidad hizo circular, relativas a que se habían atropellado todas las Autoridades.

Los dos jóvenes citados prestaron oídos a los que se suponían excitados por un género de espíritu público, y cediendo a los votos de la multitud, se vieron como forzados a encargarse de la defensa del Arsenal.

El temor de los cuerpos franceses que acudieron hizo huir y dispersó a la Plebe; y los dos capitanes, Daoíz y Velarde con un cierto número de soldados, creyeron, viéndose en presencia de otros militares, que su honor exigía sostuviesen con las armas su primer empeño. Y acalorada por grados su imaginación, se desviaron de los senderos de la prudencia y del deber, y dirigidos por el triste destino que los guiaba, expiaron con una temprana muerte lo que hubo de poco meditado en su conducta.

Tenga, pues, a bien Vuestra Alteza Imperial, el querer reconciliarse con la memoria de estos oficiales, y haciendo uso del fino discernimiento que le es característico, sírvase V. A. no hacer trascendental a la Artillería en general las desventajosas ideas que, tal vez en un primer momento, pueda V. A haber formado de un Cuerpo instruido, benemérito del Estado, y que en todas ocasiones ha sabido acreditarse pugnando siempre por la Gloria y el Honor. N. S. Guarde la vida de V. A. I, ms. As. Madrid, 8 de mayo de 1808. Serenísimo Señor.

NOTA: Francisco Javier Negrete en el presente documento capitán general de Castilla la Nueva, participó en el cerco de Ceuta de Mulay al-Yazid (1790-1791) con el empleo de coronel, en la salida del 30 de octubre de 1791 estuvo al mando de la primera compañía de granaderos de Valencia con seis fusileros y 150 trabajadores.

Mientras tanto recogido el teniente Ruiz y Mendoza entre los cadáveres, con un hálito de vida, permaneció en Madrid todo el mes de mayo de 1808, y hasta el día 12 de junio no se pudo intentar sacarlo de la corte, ni entonces salió bien la tentativa, porque la vigilancia francesa atajó el paso al cuasi fúnebre cortejo que transportaba la camilla en la que iba el teniente herido.

Un mes justo más tarde se realizó aquel frustrado proyecto de fuga, y aunque con tristeza de ver disuelto el cuerpo de Voluntarios del Estado, dirigiéndose a Extremadura su ayudante mayor D. Julián Romero; el capitán graduado D. José de Luna; el teniente D. Jacinto Ruiz y el subteniente D. Francisco de Arcos, quienes pidieron plaza al general D. Antonio de Arce, que mandaba la vanguardia de este ejército en formación, presentándole instancias desde Navas del Moral.

Al teniente Ruiz

No nos consta que se llevase a efecto la incorporación consiguiente a esta orden.

“”… Badajoz D. Antonio (sic) Ruiz de Mendoza Teniente de voluntarios del Estado, ha llegado a esta Plaza; le acompañan el Ayudante Mayor D. Julián Romero, el Teniente de Granaderos, Graduado de Capitán D. José de Luna y el Subteniente D. Francisco de Arcos, todos del mismo Regimiento. D. Jacinto Ruiz fue uno de los tres oficiales que el 2 de Mayo hicieron en Madrid prodigioso valor, y una carnizería horrorosa de los Franceses, hasta que después de haber rendido una columna de trescientos enemigos, cayeron agobiados por la muchedumbre que cargó sobre ellos, pero sin querer rendirse, Daoíz y Velarde murieron al pie de los cañones y con el sable en la mano. Y Ruiz, con balazo en el brazo y otro en la espalda que le salió por el pecho y cayó, y los enemigos lo tuvieron por muerto. Aún tiene abierta la llaga de la espalda, pero no pudiendo entretenerse por más tiempo, no pudiendo tampoco contener a sus amigos y compañeros, que se habían comprometido a no abandonarle, han burlado la vigilancia de los Franceses y, huyendo de Madrid, han venido todos quatro a alistarse entre los defensores de la Patria…” (Literal) (Diario de Badajoz, del 26 de julio de 1808)

Cinco meses más tarde tras dictar testamento don Jacinto Ruiz falleció en Trujillo el 13 de marzo de 1809, siendo enterrado en la iglesia de San Martín, tenía 29 años de edad.

Testamento de D. Jacinto Ruiz

Fue otorgado en Trujillo el día 11 de marzo de 1809, dos días antes de su fallecimiento por heridas de batalla, ante el presbítero don Manuel Salvador Carmona, y en presencia del Teniente Coronel don Juan Cevollino y del Lcdo. Don Francisco Ortiz y Flores. Fue enterrado en la iglesia parroquial de San Martín de la citada ciudad extremeña, según consta en el libro de defunciones, fol. 171:

“En el nombre de Dios todopoderoso Amen. Sepan cuantos esta carta de testamento vieren como yo don Jacinto Ruiz, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos y Primer Teniente del Regimiento de Guardias Walonas, hallándome enfermo del cuerpo, pero en mi entero juicio, memoria, entendimiento y voluntad; creyendo como firmemente creo el misterio de la Stma. Trinidad, y en la Santa Madre la Yglesia, como católico fiel cristiano que soy, en cuya fe y creencia he vivido y quiero morir, he determinado hacer esta mi disposición testamentaria en la forma siguiente.-

Primeramente, mando mi alma a Dios Nro. Sr. que la crió, y quiero que mi cuerpo siendo cadáver sea sepultado en la yglesia parroquial donde muera haciendose el entierro en la forma y modo que dispongan mis albaceas.

Ytem quiero que se digan por mi alma veinte misas rezadas, que se celebrarán si no hubiere impedimento por el Pbro. Don Manuel Salvador Carmona, dándole de limosna cinco reales por cada una.

Declaro que el maestro de Sastre Ramón Albior que vive en Madrid, calle de la Montera, me es en deber cierta cantidad de dinero, que por no acordarme de quanto es, y fiando en su hombría de bien, quiero que se cobre y se esté a lo que él diga,

Declaro que José Monrabio, Sargento de las Milicias Probinciales de Trujillo, me debe también trescientos veinte reales, que se cobrarán a la mayor brevedad posible.

Declaro que el Padre Capellán del Regimiento de jane, don Nicolás Herrera me debe igualmente seiscientos quarenta reales que se cobrarán en la misma forma.

Declaro que en la actualidad poseo los vienes siguientes: doce mil reales en dinero efectivo; un relox de plata; dos cubiertos del mismo metal; dos sortijas de oro, la una con un vrillante; una maleta; seis camisas; quatro pares de calzetas; dos pares de calzetines; nuebe pañuelos; un mantel; tres serbilletas; una thoalla; tres clarecos, el uno elastico; tres pares de pantalones; dos capotes; tres pistolas; dos almoadas; y un cavallo con los arreos de montar.

Declaro: que el maestro de Sastre Agustín Gioter, vecino de Cádiz le debo cierta cantidad de reales que consta de un recibo que le tengo hecho y se le pagara de lo más efectibo de mis viernes.

Declaro que tambien debo cierta cantidad de dinero a otro maestro de Sastre al que igualmente tengo otro recibo, y se le pagara con la brevedad posible.

Quiero que si se presentase algun documento mio por donde se acredite que deba alguna cosa que se pague no dudandose de su certeza.

Declaro tambien que deje en Madrid en casa de mi Sra. doña María Paula Vaviano algunas ropas, que en caso de haberse salvado del enemigo, y si se rescatan, se unirán al cuerpo de mi caudal, y se imbertiran como lo demás, pero quiero que se esté en todo a lo que dicha señora manifiste luego que se restituya a la corte..

Quiero que el cavallo, y los demas efectos que dispongan mis albaceas, se vendan a los sujetos que los quieran, y por el precio en que se contengan.

Lego a la Sra. doña María de los Dolores, vecina de Cadiz, mil reales de vellón.

Lego igualmente a José Cavarini mi asistente dos camisas, dos chalecos, dos pares de calzetas, dos pañuelos, unos pantalones de paño negro y unas votas a arbitrio de mis Albaceas. Y un doblón en efectivo.

Lego tambien a don Manuel Rodriguez y Valle la sortija de oro del vrillante en memoria de la amistad y cariño que le profeso

Lego igualmente al Teniente Coronel don Juan Cevollino, mi tio, la otra sortija de oro.

Lego las espuelas de plata a mi hermano don Ignacio Ruiz; un cubierto de plata a mi otro hermano don Antonio Ruiz; y el otro cubierto a doña Salvadora Ruiz, mi hermana; y quiero que se reparta tambien por iguales partes entre dichos mis tres hermanos lo que dedicidos los legados quedare líquido del tercio íntegro de mis viernes.

Instituyo por mi único y universal heredero del remanente de todos mis vienes a don Antonio Ruiz mi padre para que los haya y herede con la vendición de Dios (se incluye el relox).

Nombro por mis Albaceas testamentarios a los referidos señores don Manuel Rodriguez y Valle, y don Juan Cevollino Teniente Coronel del Regimiento de Badajoz, a quienes doy poder absoluto, y cada uno in solidum para que cumplan este mi testamento en la forma que dejo dispuesto, y sin ninguna ulterior diligencia judicial, pues quiero que todo se haga amigablemente sin estrepito ni figura en juicio.

Y por este mi testamento reboco y anulo quales hice antes de ahora por escrito, o de palabra, y quiero que nunguno otro sirba, sin embargo en qualesquiera clausula que contenga, sino es el presente, el que solamente quiero que valga, en la via y forma que mejor combenga. Así lo otorgo siendo testigo el Pbro. don Manuel Salvador Carmona, el Teniente Coronel don Juan Cevollino y el Lcdo. don Francisco Ortiz y Flores, y con los referidos testigos los firmo en Truxillo à once de marzo de mil ochocientos nuebe”

Jacinto Ruiz- Manuel Salvador Carmona – Juan Cebollino – Francisco Ortiz Flores – hay cuatro rúbricas. (Literal)

Fallecimiento de D. Jacinto Ruiz

“Don José Díaz Pulido, cura rector de la parroquia de San Martín y Arcipreste y partido de Truxillo.

Certifico; Que en el libro de defunsiones al folio ciento setenta y uno se halla una partida que literalmente dice así:

Don Jacinto Ruiz, en catorce días del mes de marzo de mil ochocientos y nueve, se dio sepultura eclesiástica en esta parroquia de San Martín de Truxillo, al cuerpo de Dn Jacinto Ruiz, de estado soltero, Teniente Coronel de Walona, el que para morir recibió el Santo Sacramento de la Extremaunción; se le digeron por su alma las misas de cuerpo presente, novena, y cavo de año, y para que conste lo firmo,. Rigueras- hay una rública.

Concuerda fielmente con su original. Truxillo veinte y cuatro de octubre de mil ochocientos ochenta y nueve- José Díaz Pulido- rublicado- hay un sello de la parroquia. (Literal)

Hemos copiado anteriormente teniente coronel de guardias Walonas, D. Jacinto Ruiz.

“El dualismo en el ejército, por lo que un mismo oficial podía conciliar su empleo efectivo con uno o más grados superiores, fue origen de muy larga controversia con cierta repercusión negativa en las filas militares. El “empleo” efectivo de Ruiz Mendoza fue de Primer Teniente (simplemente teniente), y como tal ha figurado durante casi un siglo a la cabeza del escalafón de Tenientes del Arma de Infantería. Con el “dualismo” acabó la Reina Regente Doña María Cristina, al sancionar con su Regia firma la “Ley Adicional al la Constitutiva del Ejército” de 19 de julio de 1889, en cuyo artículo 8º se prohibía a todo militar el no poder aunar en su persona ningún “grado” que no se correspondiese con el empleo efectivo que ostentase” (D. Francisco Ángel Cañete, comandante de Infantería, escala complemento)

De un escrito publicado de Don Pedro Pascasio Fernández Sandino, redactor del Diario de Badajoz, médico de número de los Reales Ejércitos. Publicado en 1.808 en la Imprenta de D, Juan Patrón. Dicho escrito trata del 2 de mayo en la que realza al teniente don Jacinto Ruiz, del que adjuntamos unas cortas frases literalmente.

Tubieron la precaución de encerrar a todos los franceses dentro de una Quadra, y la generosidad de permitir a sus oficiales que se paseasen libremente, entretenidos solamente con la vayna de la espada. ¡O invicto Africano! ¡Quan grandiosa escena ofreciste a los ojos de todos los expectadores, quanto sugetando debaxo del brazo los aceros de esos oficiales del Emperador, desarmados por ti, ostentabas entre ellos el tesoro incalculable de un botín tan glorioso! Son 20 páginas.

Con fecha del 4 de mayo de 1891 D. Juan Pérez de Guzmán publico en La Época un largo folleto de 22 páginas, que se podría considerar ofensivo contra Jacinto Ruiz.

A este escrito hubo una contestación fechada el 7 de agosto de 1900, de título “Carta adjunta sobre folleto ofensivo contra Jacinto Ruiz, folleto escrito por D. Juan Pérez de Guzmán” son 13 páginas.

Por su largo contenido no adjuntamos ninguno de los tres documentos.

Solo nos queda añadir que como el teniente Ruiz, un militar ceutí que participó en los primeros momentos de la Guerra de la Independencia (1808-1814). También otros militares nacidos en nuestra ciudad participaron en el Glorioso Ejército Español en dicha guerra, por resaltar a Pedro Sarsfield al final de la guerra general de división al mando del bloqueo de Barcelona con solo 32 años de edad o el capitán de artillería Manuel de Zara y Varela durante el Sitio de Zaragoza al mando de las baterías del Portillo y de la Misericordia. Dejamos aquí los nombres por falta de espacio.

Algunas fotos utilizadas en diversos escritos son tomadas de Internet, tratamos siempre de citar las fuentes y sin ánimo de lucro, solo intentamos dar a conocer destacados personajes ceutíes, algunos poco conocidos y otros olvidados a los que debemos de recordar.

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