Pedro Manuel de Arandia y Santisteban Ceuta 1699-1759 Manila, Filipinas) (I)
Mariscal de Campo, Gobernador, Capitán General de Filipinas y Presidente de la Real Audiencia de Manila

Pedro Manuel de Arandia nace en Ceuta el 31 de enero de 1699, siendo bautizado en la Parroquia de Nuestra Señora de África el 6 de febrero del mismo año, eran sus padres don Nicolás de Arandia sargento mayor y doña María de Santisteban
Inició su carrera militar en 1722, más tarde participó como capitán de las Reales Guardias Española en la Campaña de Italia (1743-1748). Fue ayudante de Cámara del rey de las dos Sicilias, Carlos III de España, así como Gentilhombre de Cámara de este rey.
En 1748 fue nombrado gobernador de Almagro, provincia de Ciudad Real, Castilla-La Mancha. Al siguiente año se le encargó la intendencia de la provincia de La Mancha. Así como investigaciones y diligencia del Catastro de Ensenada.
El día 1 de enero de 1750 con el empleo de brigadier se instaló en Almagro con todas las formalidades legales, la primera Capital de la Provincia de La Mancha, agregando la intendencia a su destino de Gobernador, y aunque Ciudad Real en el mismo año reclamó que quedase a lo menos en su casco la Tesorería de Rentas Provinciales, o sea las Arcas de Millones, que antiguamente había administrado, la resolución fue un Real Decreto dado a 17 de abril de 1751, por el cual se confirmó el establecimiento de la intendencia y demás oficinas de Rentas de Almagro, encargando tan solo al intendente nombrar, para el partido de Ciudad Real, un Subdelegado de la misma clase que las de Infantes y Alcaraz.
El primer varapalo para la villa de Manzanares fue la intervención del Gobernador de la Provincia de La Mancha, Don Pedro Manuel de Arandia, quien, por carta fechada el 2 de enero de 1751, y sin entrar en que llevara razón, manifiesta al Alcalde Mayor de Manzanares que en “Consideración a lo adelantado del tiempo y estar los ganados en la paridera prevendrá V.S. dar orden al Juez que está encargado de la subasta del dicho sitio (de Moratalaz) que en tanto en que se rematen los pastos en el mejor postor, o en caso de haberlo por el justo precio en que se tasasen por peritos, mantengan por este invernadero en ellos los ganados que los estuviesen pastando, sin hacer otra cosa en contrario ni dar lugar a recursos, pues ya no es tiempo de buscar otras yerbas ni mudar los ganados de unos territorios a otros sin gran peligro de que se pierdan”.
Carta fechada en Almagro el 2 de enero de 1751 y firmada por Don Pedro Manuel de Arandia, Gentilhombre de Cámara del Rey, Brigadier de los Ejércitos de S.M. Capitán del Regimiento de Sus Reales Guardias, Gobernador Militar y Político de Almagro, Intendente de la Provincia de La Mancha y Subintendente General de todas las Rentas. (Conflicto entre Manzanares y sus Villas vecinas por el aprovechamiento de Moratalaz. Siglo XVII)
Para no alargar en demasía los escritos sobre las intervenciones de su cargo, solo daremos algunos detalles de diferentes ciudades y villas.
Ciudad Real. Según las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada en la ciudad de Ciudad Real, en once días del mes de septiembre de mil setecientos cincuenta y un año. El Sr. Moreno Vallejo, Corregidor, Justicia Mayor en ella de S.M. Juez Subinspector del Sr. D. Pedro Manuel de Arandia e Intendente General de esta provincia de La Mancha y Gobernador Militar y Político de la villa de Almagro, para el establecimiento de la Única Contribución, estando en las casas del Ayuntamiento y en su Sala Capitular, dijo que mediante a que, en consecuencia de las diligencias practicadas por Su Señoría, con arreglo al capítulo cuarto de la Real Instrucción expedida para averiguación de los efectos y fondos sobre que pueda fundarse la referida Única Contribución en lugar de las Rentas Provinciales, se hallan juntos y congregados en esta plaza los Caballeros Capitulares que componen este Ayuntamiento, a excepción de los que están enfermos, con su Procurador Síndico y Escribano
Posteriormente dichas reuniones sobre el establecimiento de la contribución única, tuvieron lugar entre otros lugares en: a principios de 1752 en Beas de Segura, Jaén; el 4 de febrero en Agudo, Ciudad Real; él, 6 de marzo en Cózar, Ciudad Real; el 16 de marzo en Fuencaliente, Ciudad Real, etc.
De linaje vasco-navarro, derivado de Aranda: D. Pedro Manuel de Arandia Santisteban, brigadier de los Reales Ejércitos del Rey de las Dos Sicilias, natural de Ceuta y oriundo de Yurreta, ingresó en la orden de Calatrava en 1750.
Sus armas: En campo de sinople, un brazo moviente del flanco siniestro, con armadura de plata, que sostiene en la mano una calavera, bajo el brazo un alfanje, también de plata
Curiosamente hemos encontrado otro escudo de armas diferente al detallado:
Este escudo de armas está dibujado en una sopera chica de porcelana de la dinastía Qing, (Emperador Qianlong 1736-1795). Época de su estancia en Filipinas.
Escudo de armas terciado en palo. Cortado a su vez: a, de sable, un león de oro, bordura de gules con ocho aspas de sable (Santisteban) b, de azur, un cisne de plata cantonado de cuatro lises de oro (Echevarría). Cuartelado a su vez: a y d de azur, un castillo de plata b y c de oro, un lobo de plata (Alberro) Cortado a su vez: a de plata, un árbol de sinople con un lobo atravesado a su tronco, bordura de gules con ocho aspas de sable (Melicua); b, cuartelado de aspa: I y IV de oro, un lobo de plata, II y III, de gules, un castillo de plata dimidiado (Emparan), sobre el todo, un escusón, de plata, un león coronado (Arandía). Al timbre, corona de marqués, acolada la cruz de Calatrava (de oro, en lugar de gules) y orlado con banderas, estandartes y trofeos de guerra. (Museo Nacional de Artes Decorativas).
A principios de 1752 Pedro Manuel de Arandia había sido promovido a mariscal de campo y el 14 de noviembre de este año fue nombrado Gobernador y Capitán General de Filipinas y Presidente de la Audiencia de Manila. Arandia demoró su marcha hasta el año 1753.
Su nuevo empleo iba acompañado de una real cédula ordenando a la Audiencia de Manila y oficiales y ministros seculares y eclesiásticos para que no pusieran trabas ni contradicciones a las providencias del nuevo gobernador de Filipinas. Concediéndosele un sueldo de 8.000 pesos de mina de oro al año.
Embarcó en el navío de guerra Dragón, para incorporarse a su destino en Filipinas. Zarpando de Cádiz a últimos de abril de 1753 rumbo a Veracruz, de allí pasó a Acapulco. El 7 de abril de 1754 salió de Acapulco en el Galeón de Manila Santísima Trinidad, llegando al puerto de Cavite en Filipinas en la primera semana de julio de 1754. Asumiendo el cargo el 26 de julio.
Al poco de tomar el mando trató de implantar la orden de enseñar el español en las escuelas Filipinas, pero la falta de maestros se lo impediría. En el mismo año de su llegada intentó unificar la armada en Filipinas, organizando la “Marina corsaria”. No lo pudo conseguir pues la piratería dominaba el mar provocando el empobrecimiento.
Existían los galeones debido a que sin estos no se recibían los caudales mexicanos y por lo tanto Filipinas no podría subsistir.
Pero quizás el principal problema de Arandia seria con los religiosos, en parte debido a que este hizo demoler los conventos e iglesias, dentro de lo que entonces se llamaba a distancia de tiro de cañón en Manila, pensando que los enemigos podrían utilizarlas en un ataque a esta ciudad.
Por otra parte estaban los ataques y saqueos así como la captura de esclavos en la parte española de Basílán, dirigidas por el sultán de Julú Muiz ud-Dim, más bien conocido por Rajah Muda Bantilán y por los españoles como Datu Bantilán. Pero Arandia firmo un tratado de paz y con él y tres jesuitas liderados por el padre José Ducós pudieron formar una congregación misionera en Joló. Arandia dio el mando de la escuadra al R.P. Ducos.
Arandia en 1754 estableció la Alcaldía Mayor de Bataán (Filipinas) a base a los territorios pertenecientes a:
La Papanga, Abucay, Balanga, Dinalupihan, Llanahermosa, Orani, Orión, Pilar y Samal. Con el corregimiento de Mariveles, incluido Maragondon, perteneciente a Cavite al otro lado de las islas.
Bataán sería más conocida en el mundo cuando durante la Segunda Guerra Mundial en la Campaña de Filipinas (1941-1942), en Bataán tuvo lugar la tristemente conocida como “La marcha de la muerte de Bataán”, fue un traslado de 75.000 prisioneros americanos y filipinos tomados por los japoneses en abril de 1942. Estos prisioneros hicieron una larga marcha desde el sur de Bataán hasta el campo de concentración japonés, se calcula que en su recorrido perecieron entre 7.000 y 10.000 prisioneros.
Don Pedro de Arandia, desde su llegada a Filipinas trato de arreglar la tropa, y ponerla en pie regular conforme a las ordenanzas que existían en España. Del Real Tercio, que había en las islas formó el Regimiento del Rey de dos Batallones, reformó el cuerpo de artilleros, y señalo tanto a los soldados como a los Oficiales un sueldo, con que se pudiesen mantener con decencia, asistir a su obligación. Trabajó mucho en arreglar el arsenal de Cavite, y cuanto dependía de Oficiales Reales, en lo que no dejo de padecer desazones, y conciliarse el desagrado de muchos, a quienes no les gustaba tanta reforma y tanto celo. A principio de su Gobierno por el mes de diciembre acaeció la terrible erupción del Volcán Taal, que está en medio de la Laguna de Bombón, en la provincia de Batangas. Llovía tanta ceniza que arruino a cuatro pueblos que estaban en la playa de la Laguna, y fue necesario de retirarlos una legua más tierra adentro. Hubo muchos y grandes terremotos, en ruido como escuadras, que se estaban batiendo, y la atmosfera con mucha arena, y ceniza, que salía del Volcán, se oscureció de modo que en Manila que esta a veinte leguas se veía muy poco al mediodía, y en Cavita que está más cerca parecía una noche oscura a la misma hora. (Historia de las Islas Filipinas, Joaquín Martínez de Zuñiga, cura regular del pueblo de Parañeque, impreso en 1803).
La defensa de las Filipinas fue siempre un problema para la Metrópoli y para los administradores con sede en México.
Una de las voces que repetidas veces se elevaron para informar a la Corte del peligro que presentaba su estado de indefensión fue la del enérgico Pedro Manuel de Arandia. No se limitó a esto, sino que concibió diferentes proyectos para poder remediar la situación. Uno de ellos trataba de reformar precisamente la disciplina de las tropas y fue expresada en el documento que guarda el Archivo General de la Nación y que se llamó Nuevo Planteo de las tropas de Manila.
La guarnición de Manila, y otros puntos de Filipinas recaía principalmente sobre los recursos monetarios y de organización de la Nueva España. Los soldados enviados a Oriente debían cumplir sus tareas en condiciones lamentables, como lo indicaba Arandia en su propuesta.
“Siendo de notable consideración el estado en que se halla la tropa de este Continente y mar de que en todas partes de esta ciudad en la que se ven soldados de la guarnición descalzos los más, muchos en cuerpo de camisa y asegurándose de noche pedir limosnas y en las centinelas y puestos con las armas en la mano en postura que más en irrisión que en mérito contra el que en sí se tienen los de Su Majestad en Europa, y más Continentes del mundo que se extienden sus dominios y Real nombre”.
Todo ello era motivado por la indisciplina que permitía que, en las islas, los soldados no se concentraban en cuarteles, sino que se reunían solamente cuando había alguna emergencia, alarma, o bien en aquellos días en que era necesario por tratarse de revistas militares, días de pagas, etc. Entonces era cuando se situaban bajo el mando de los oficiales. Un fenómeno bien curioso es el que Arandia denunciaba: de los cien o doscientos hombres que cada año se recibían en Filipinas procedentes de la Península o de Nueva España solo se empleaba a una parte de ellos.
En otra parte Arandia afirmaba que los soldados no solamente pedían limosnas, sino que llegaban incluso a robar “para pasar el mes”. Otras veces vendían el uniforme a los habitantes de las poblaciones y tierras aledañas a Manila “quienes en la Casaca del Rey dejaban de pagar el tributo, y servicios del año a que debían concurrir”.
La información proporcionada por la historiadora María Fernanda de los Arcos de que el Gobernador. “Se extrañara que pase al tradicional envió anual de reclutas que llegaban de Acapulco, no quedase casi ninguno de los que habían desembarcado varias décadas antes. Pidió a los pueblos y diferentes islas que informaran de los criollos que habían llegado en buen número y de sus descendientes. Tras recibir la información Arandia daba las siguientes explicaciones”.
1º Cuando los reclutas llegaba a Manila se encargaba de recibirlos el maestre de campo y procedía a seleccionar a los que le convenía, otros formaban parte de alguna compañía, otros en lugar de entregarse a actividades relaciones con el ejército, se empleaban como criados en las casas de vecinos de la ciudad o en algunos conventos.
2º Ahora bien los reclutas que efectivamente pasaban a ejercer funciones militares, sufrían una lastimosa evolución; los llegados gastaban el dinero en alcohol (La Nao Va, Forzados y reclutas/soldados 2).
El 16 de agosto de este 1754 funda San Francisco en Pampanga, Filipinas con pobladores de las vecinas Bacolor y México.
En 1754 se publicó un interesante escrito de largo título “Compendio de los sucesos que con Grande Gloria de Dios, Lustre, y Honor de las Catholicas Reales Armas de S.M., en defensa, de estas Christiandades, e islas de Bifayas, se consiguieron contra los mahometanos enemigos, por el armamento destacado en el presidio de Yligan. Sobres las costas de la Isla de Mindanao, en el año de mil setecientos y cinquenta y quatro. Gobernando las Islas el Mui, Yllmo. S. D. Pedro Manvuel de Arandia, su Capitán Gral, y Presidente de la Real Audiencia”. No se adjunta por su largo contenido 20 páginas.
El 17 de febrero de 1755 D. Pedro Manuel de Arandia mando publicar las:
“Ordenanzas de la Compañía de Comercio que se ha formado en esta ciudad de Manila bajo el patrocinio de Nuestra Señora del Rosario y de la protección de SV MAGESTAD, y en su Real nombre, y de la del Muy Ilustre Señor D. Pedro Manuel de Arandia y Santisteban, Caballero profeso del orden de Calatrava, Gentil-hombre de Cámara de entrada del Rey de las Dos Sicilias, Mariscal de Campo de los ejércitos de SV MAGESTAD, Capitán del Regimiento de las Reales Guardias Españolas de Infantería, de su Consejo, Gobernador y Capitán General de estas Islas Filipinas, y Presidente de la Real Audiencia”.
Es un escrito de 34 artículos sobre el comercio en las Filipinas, dichos artículos no los detallamos como el anterior por su largo contenido, aunque adjuntamos el final del documento:
Visto y reflejados los Capítulos de Ordenanzas presentadas por los directores, y accionista de la Compañía, que se ha formado en esta Ciudad, con el Comercio de ropa para el abasto común, que corría a cargo de los Sangleyes, dijo: Que aprobaba, y aprobó las referidas Ordenanzas, según, y como en cada uno de los Capítulos se contiene a excepción del Capítulo 19. En que se concede a la Compañía, no haya de pagar Almojarifazgo de los géneros que transportasen en propias embarcaciones, que haga el abasto, y transporte. Declaro se ha de entender, no debe pagar de aquellos géneros propios, que la motiva, y de que se nominan de su obligación, pero deberá pagar el Almojarifazgo de todos los demás, que transporten en sus dichas embarcaciones, que no sean de los expresados géneros, y aún de los mismos, si fuere por transportes de pasajeros o sobrecargos, que en ellas pueden venir a las islas. Por la libertad, por la libertad que se piden en el Capítulo 24, de no pagar a SV MAGESTAD el ocho por ciento de los que refiere por tiempo de dos años, solo la concedo por tiempo de un año, que ha de empezar desde el día, que se establezcan las tiendas de su cuenta, habida consideración a lo mucho, que se interesa la causa pública en el fomento de esta Compañía. Y mando, que las referidas Ordenanzas se guarden, cumplan, y ejecuten según su tenor, hasta tanto que SV MAGESTAD a quien e de dar cuenta, con testimonio, se provea otra cosa. Y que con dicha limitación se impriman, y repartan, para la común inteligencia. Dado en Manila a 17 de Febrero de 1755 años.
D. Pedro Manuel de Arandia Ante mí: Francisco Xavier de Pissón.
También se publicaron las: Ordenanzas del Buen Gobierno y Ordenanzas para la Marina, de Don Pedro Manuel de Arandia.
En junio de 1755 Arandia decretó la expulsión de los Sangleyes infieles, (chinos comerciantes) dando cuenta de cómo había cumplido las órdenes que le entregaron a su partida para Filipinas, asegurando que no quedaba ninguno en la isla, y que no eran necesarios, ya que los nativos los habían sustituido en las diversas profesiones y oficios así como en el abastecimiento de la ciudad de Manila. No solo Arandia había recibido esa orden también el arzobispo Pedro Martínez de Arizala,
Para mantenerse aislado a los mercaderes de todos los chinos que cada año llegaban de su país, fue construida una Alcaicería en la orilla derecha del río Pásig, bajo la artillería de las fuerzas de Santiago. Dicho edificio se terminaría de construir en 1758.
Arandia mantuvo con firmeza su política antichina, pero en varias ocasiones esto resultaría perjudicial. A los chinos que se hicieron católicos se les permitió quedarse en la isla, pero solo para que cultivaran la tierra, aunque se les prohibió comercial
Como señalamos arriba Arandia había entregado el mando de la escuadra al R.P. Ducós. Este desembarco el país de los piratas, donde quemó varios pueblos, apresó 170 embarcaciones e hizo un sin número de prisioneros, estas noticias llegaron a Manila en 1755. (Informe sobre el estado de las islas Filipinas en 1842: Escrito ...Volumen 1)
En 1755 como protección a los piratas moros, el jesuita José Ducós construyó el fuerte de la Concepción y del Triunfo (hoy Fort Cotta) y su capilla de la Virgen, en el puerto de Misamis (hoy Ozamis; N de Mindanao, Filipinas) que aún subsiste. Se edificó un presidio en Misamis bajo su dirección, quien además reparó el fuerte de Tandác.
En este año los capitanes Simeón Valdez y Pedro Gaztambide con 1.900 hombres atacan Joló, Filipinas, para poder vengar los ataques de su sultán, pero son derrotados
Guardias a Caballo. Este cuerpo fue formado el 15 de abril de 1755 por el gobernador general de Filipinas, don Pedro Manuel de Arandia. Inicialmente contaba con una sola empresa designada como “Guardias de a caballo” y estaba conformada por 1 capitán, 1 teniente y 32 voluntarios.
Fue encargada de perseguir y exterminar a los malhechores y forajidos en las cercanías de Manila. Durante la Guerra de los Siete años, en 1755 este regimiento estuvo bajo el mando de don José Arlegui y Leoz. (Clonard, conde de. Historia Orgánica de las Armas de Infantería y Caballería. Vol XVI. Madrid 1851-59, páginas 92-96).