José María Mas

Es difícil despedirse de un amigo, porque en cualquier despedida se barrunta el riesgo del desapego, del olvido y si se trata de alguien vinculado a la política aún más. La política es voraz, despiadada y tal y como está planteada, aleja a quienes viven para ella de los valores humanos más normales, como el compañerismo y la ayuda mútua. Hoy la política es desconfianza, egocentrismo y en muchos casos, desfachatez.
Afortunadamente, todavía surgen políticos que cambian el tono, dulcifican el ambiente y tienen por bandera la honestidad, la sonrisa y la capacidad de dialogar y de ayudar. José María era una de esas luces en medio de tanta tormenta, una persona por encima de todo, un amigo en el banco de los adversarios políticos, un compañero en la travesía de mejorar Ceuta y una voz siempre dispuesta a conciliar.
Su familia ha sufrido el gran golpe. El partido socialista ha perdido a uno de sus mejores referentes y Ceuta hoy es un poco peor, porque personas como él son las que hacen que este mundo sea mejor.
Espero que su memoria no se pierda entre las estériles y habituales trifulcas asamblearias. Pensemos que Jose María Más, ese hombre callado, discreto y que jamás levantaba la voz, era un extraordinario representante de esa forma de hacer política de larga tradición en España, en la que la amabilidad ha dado ilustres nombres, desde Julian Besteiro a Gabriel Cisneros, saga de políticos que nunca fueron líderes carismáticos, pero imprescindibles para que esos mismos líderes pudieran existir y, sobre todo, para que la política fuese el eco de todos y estuviese al servicio de las personas normales.
Querido amigo, te echaré de menos.