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La crisis político-migratoria cuyo epicentro han sido las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, ha puesto a prueba a todo el mundo: Gobierno, oposición, partidos políticos, medios de comunicación y ciudadanos en general. El comportamiento de cada agente individual o colectivo, ha sido bien distinto dependiendo del lado de la frontera, y esto por lógico que sea, no deja de mostrar las grandes diferencias que hay. Por eso, Vamos a hacer un breve repaso, porque puede resultar muy ilustrativo.

En Marruecos la prensa ha destacado constantemente lo contrario de lo que estaba ocurriendo, porque nuestra policía y nuestro ejército han brillado por su sensibilidad frente al drama humano al que las autoridades marroquíes son absolutamente insensibles. En España, la prensa, plural y libre, ha puesto el ojo en todos los perfiles de la crisis, sin ocultar ningún detalle, ni ninguna opinión al respecto y en el caso de Ceuta en concreto, el despliegue y la profesionalidad de nuestros periodistas ha sido un ejemplo para el resto del país. Me siento muy orgulloso de formar parte, como analista, del mundo de la comunicación y que un periódico de larga y consolidada trayectoria como el Pueblo de Ceuta, protagonista en esta crisis en defensa de los valores democráticos y de Ceuta, me reserve un marco incomparable para contar las cosas como las veo. Y desde aquí vaya mi reconocimiento para todos los que desde el periodismo, luchan por que la verdad se imponga cuando lo que está en juego es tanto.

En España, el Gobierno ha actuado con contundencia y claridad, pero sin arrogancia y ha concitado por ello el consenso de la Unión Europea. En Marruecos, su Gobierno ha utilizado a los más débiles para confrontarse con España en una pelea que nadie ha provocado. Su incapacidad o más bien, nula voluntad de atender a su gente, les lleva habitualmente a buscar excusas fuera de sus fronteras, pero las mentiras tienen poco recorrido y las imágenes de la exposición al peligro de sus menores, forman ya parte de su negra historia y han merecido el reproche de todos los actores internacionales.

Los partidos políticos españoles, con tanta bronca gratuita, han sido los menos afortunados, pero al menos se demuestra que aquí hay libertad para discrepar, no como en Marruecos, donde la política es una representación de teleñecos manejados por un jefe caprichoso e inhumano.

Las fuerzas de seguridad españolas han defendido la legalidad internacional y la integridad de nuestras fronteras, pero respetando los derechos de los que engañados por su Gobierno, han desbordado la soberanía española. La policía marroquí, en cambio, frente a la protesta ha exhibido sólo el palo y la violencia, bajo las órdenes de un Gobierno insensible a las necesidades de una población a la que engaña y explota sin ningún pudor.

En definitiva, esta crisis ha evidenciado tanto las diferencias, que por mucho que insistan las autoridades alaouitas, Marruecos no puede pretender dar lecciones a España, ni de diplomacia ni de nada.

El jefe del Polisario es posible que sea tan enemigo de España como de Marruecos, pero nosotros, como potencia administradora del Sahara, según las resoluciones de la ONU, hemos actuado de acuerdo con una antigua ley del desierto: la hospitalidad. Esta ley obliga a acoger incluso a un enemigo cuando llega malherido a la puerta de tu casa y te pide ayuda. Cuando se recupere y deje tu casa, será el momento de ajustar cuentas si las hay.

Hasta en esto, hemos sido mejores.

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