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Vivir para contarla
Javier Chellarám
Dentro del marco de efemérides que se cumplen los cien años en el denominado “ desastre de Annual “ y el posterior “ socorro de Melilla “ articulados en la intervención de las Fuerzas Regulares, el Comandante Benítez, el Regimiento Alcántara así como la llegada en el Vapor de Cádiz, de las Banderas del recién creado Tercio de Extranjeros, queda un espacio para la Armada Española.
En esta ocasión la gesta heroica de un oficial de la Armada, el alférez de navío Don José María Lazaga y Ruiz.
El Oficial Lazaga era natural de San Fernando y en el momento de su heroica participación en la evacuación de personas a cargo de la dotación del cañonero Laya, tenía apenas 25 años.
Lazaga mandaba los botes del cañonero Laya quienes estaban a cargo de la evacuación de la posición avanzada de Sidi Dris ya al acoso y derribo por las huestes rifeñas de Abd El Krim.
Fue al regresar a bordo del último bode cuando recibió una descarga de artillería enemiga, herido ya de muerte falleció cuatro días después en el Hospital Militar de Melilla.
Hizo el bachillerato en Jerez de la Frontera, e ingresó en la Escuela Naval Militar como aspirante en enero de 1914; fue guardia marina en 1916, y alférez de fragata en 1919, realizando viajes de instrucción en los buques Reina Regente y Alfonso XIII. Promovido a alférez de navío el 2 de enero de 1920, embarcó sucesivamente en el acorazado Alfonso XIII, y en los cruceros María de Molina, Extremadura y Reina Regente.
Por este acto de valor se le concedió la Medalla Naval individual, y se siguieron luego dos juicios contradictorios para la concesión de la Cruz laureada de San Fernando.
Sus restos mortales fueron llevados a bordo de su propio buque, el cañonero Laya hasta su ciudad natal, San Fernando donde recibieron sepultura en el Panteón de Marinos Ilustres por orden del Gobierno.
Hace justo diez años al cumplirse entonces noventa años de su gesta heroica, este que escribe todavía participaba en los actos de la ESUBO en San Fernando y por causas del destino me hizo adentrarme en el Panteón de Marinos Ilustres haciendo emocionado un recorrido donde 25 antes yo lo pisaba por primera vez como marinero voluntario de la Armada.
Pero en esta ocasión sabiendo la historia y gesta heroica de Don José María Lazaga fue al encontrarme ante su tumba, donde rompí a llorar rezando de rodillas ante sus restos sabiendo que uno de los nuestros defendió con honor, abriendo fuego y dando su vida por salvar a los ciudadanos de Melilla, nuestra ciudad hermana patrimonio indisoluble de España.
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