Carlos de Vargas Machuca Cerveto (Ceuta 1803-1879 Madrid) (I)
De general del Ejército Carlista y Ayudante de Zumalacárregui a gobernador y capitán general de la Isla de Santo Somingo. Sus primeros años en el ejército y primera Guerra Carlista 1833-1839

Carlos de Vargas nace en Ceuta el 8 de septiembre de 1803 eran sus padres D. Vicente de Vargas Machuca, teniente coronel y capitán del regimiento Voluntarios de Carmona, natural de Ibiza y doña María Tomasa de Cerveto y Peseto, nacida en Cartagena.
Ingresó en el ejército como cadete menor de edad en 1808 a los 5 años de edad en el Regimiento Voluntarios de Carmona al que pertenecía su padre. En 1813 fue ascendido a subteniente y a teniente de Milicias en 1815. A partir de aquí pasó por los regimientos Provinciales de Granada, Ronda, Pontevedra y Segovia, sirviendo en la Inspección General de Milicias En 1816 obtuvo el empleo de capitán de Milicias. En 1823 pasó a las órdenes del capitán general de Galicia, don Nazario Eguía, al año siguiente fue nombrado su ayudante de campo. En 1826 fue destinado al primer Regimiento de Granaderos la Guardia Real como teniente. Al crearse el Ejército de Observación del Tajo en 1827, pasó a las órdenes del teniente general el también ceutí don Pedro Sarsfield. Pasando posteriormente a la Guardia Real. En 1830 fue ascendido a capitán de infantería, por lo que fue baja en la Guardia Real. Pasando nuevamente a las órdenes del capitán general de Galicia don Nazario Eguía, conde de Casa Eguía. En este año participó en Orense contra el movimiento revolucionario, por lo que por méritos le fue concedida la Cruz de San Fernando de 1ª clase. En 1833 fue nombrado oficial auxiliar de la Secretaría del Consejo de Guerra, y en enero de 1834 agente oficial de este organismo.
Primera Guerra Carlista 1833-1839
D. Nazario Eguia, teniente general, conde de Casa Eguía, que había sido perseguido por los liberales en 1832, pasó a Navarra contactando con Zumalacárregui para la preparación de levantamiento carlista a favor de D. Carlos. Con él pasó Carlos de Vargas que a la muerte de Fernando VII (29.09.1833) pidió licencia absoluta.
Muchos fueron los jefes, oficiales y soldados que pasaron al ejército carlista, al no estar conforme con la Pragmática Sanción de 1830, por la que se nombraba a María Cristina como regente y a Isabel II de 3 años de edad como reina: “Reina Regente Gobernadora durante la menor edad de la Reina doña Isabel II”, dejando fuera de la sucesión al trono al hermano de Fernando VII. Carlos María Isidro de Borbón.
Carlos de Vargas participó en diversas batallas en el lado carlista en 1834 entre ellas las de Abárzuza y Eraul, también en la de Arrieta donde por méritos fue ascendido a teniente coronel.
El general Zumalacárregui en agosto de 1834 nombró a don Carlos de Vargas ayudante general de Estado Mayor y su segundo secretario de campaña.
En este año intervino en la acción de Ormaiztegui a primeros de enero; Puente de Agüijar y los Arcos los días 5, 9 y 22 de febrero. Combate de Mendigorria y Puente de Larraga, 8 de marzo de 1835. Donde cargó a la cabeza de la escolta del general en jefe recibiendo una gravísima herida en el muslo derecho, siendo dado por muerto. Aún no recuperado obtuvo el ascenso a coronel recibiendo la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª clase.
Al resultar herido en dicha batalla don Carlos Vargas. Zumalacárregui tuvo un gran sentimiento al saberlo, porque Vargas era de las personas de su mayor confianza y uno de sus ayudantes secretarios.
Adjuntamos la relación de los principales mandos de las tropas de don Carlos María Isidro, Carlos V:
Plana y E.M. Ayudantes de campo de S.M. Carlos V= Los mariscales de campo D. Francisco Benito de Eraso.= D. José Uranga.= D. Fernando Zabala y el brigadier Barón de los Valles.
Jefe del E.M.G..= Teniente general D. Tomás de Zumalacárregui
Primeros ayudantes generales.= Coronel D. Carlos de Vargas y D. Juan Antonio Zaratiegui.
Segundos ayudantes coroneles graduados: Fermín Ripalda; Juan Bernardo Zubiri; Francisco Caces; José Joaquín Aezquivel; Pedro del Castillo. Tenientes coroneles: Francisco Hidalgo de Cisneros; Gabriel Laci; Juan Antonio Arjona. Solo damos una pequeña relación de los mandos, la totalidad son diez páginas. (Papeles y documentos de Zumalacárregui, ejército carlista 1833-1839).
Estando Zumalacárregui en los extramuros de Bilbao. Era el 15 de julio de 1835, subió al piso principal de una casa cerca del Santuario Nuestra Señora de Begoña, y de un balcón abierto, se puso a mirar la línea enemiga. En esto una bala de fusil entró por la ventana y le hirió en el tercio superior y parte anterior e interna de la pierna derecha, rozando el borde interno del hueso tibia, a dos pulgadas más o menos de la rodilla y colocándolo en una camilla le practicaron una primera cura, no quiso permanecer allí ordenando le condujesen a Cegama a donde llegó el día 7.
Aunque Zumalacárregui llevaba a su lado al virtuoso fray Cirilo de Pamplona, su hermano político, habiéndose encontrado en Segura con su ayudante secretario don Carlos de Vargas apoyado este todavía en dos muletas y sin acabar de curarse de la grave herida que había recibido, le ordenó que le acompañase.
Cuando los síntomas alarmantes que se presentaron en el herido, hicieron pasar a todos de un estado de inmoderada alegría a la mayor consternación. Al saber lo que ocurría, el ayudante don Carlos de Vargas tomó sus muletas, y aunque con trabajo se presentó en casa del general sobre las siete de la mañana.
En seguida se presentó allí el párroco de Cegama para confesarle. Después de este acto, como lo que le restaba de vida era muy poco llamaron al escribano, quien se contentó con preguntar al general: “Señor don Tomás ¿Qué deja V, y cuán es su última voluntad?” A lo que contesto Zumalacárregui. “Dejo mi mujer y tres hijas, únicos bienes que poseo: nada: más tengo que dejar”. Sobre las diez y media de la mañana del
24 de junio de 1835 espiró.
Zumalacárregui falleció, en brazos de un sacerdote apellidado Zabal y de sus ayudantes Carlos de Vargas y Arjona. Estos le asistieron en los últimos momentos y fueron nombrados por Carlos María Isidro, Carlos V, para asistir al entierro y cerrar el ataúd con el sello Real. (Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacárregui).
Zumalacárregui en 1827 había pertenecido como teniente coronel al Ejército de Observación del Tajo, a las órdenes del comandante en jefe el ceutí teniente general don Pedro Sarsfield, ejército en el que también participó don Carlos de Vargas, así como el entonces teniente coronel don Leopoldo O´Donnell.
Tras la muerte de Zumalacárregui Carlos de Vargas participó en 1836 en la acción de Mercadillo y Valmaseda el 9 y 11 de febrero, en la toma de Sagunto y su Castillo el 12 de abril, por su valor en estas acciones obtuvo el ascenso a brigadier; en las acciones de Arlabán los días 8, 23, 24 y 28 de mayo siéndole concedida la cruz y placa de San Fernando de 3ª clase; en Ametzagaña el 1º de agosto y el 14 de septiembre donde resulto herido de un casco de granada en la cabeza.
En 1837 obtuvo la Cruz de Comendador de Carlos III, pensionada, esta como todas las condecoraciones recibidas en esta guerra les fueron convalidadas tras la amnistía
En este año intervino en las acciones de San Marcos el 10 de mayo, donde recibió una herida en el costado derecho. Oriamendi, defensa de Hernani y acción de las defensas de la línea de Andoain en octubre, donde fue herido de una bala de fusil en el brazo derecho, siendo propuesto para el grado inmediato.
Sobre las fortificaciones de Andoain copiamos lo que sigue.
Aprobada la propuesta inmediatamente se pusieron en marcha los mecanismos iniciándose la construcción de las posiciones defensivas, inicialmente parece ser, según los cronistas de los acontecimientos que la dirección de las obras recaerían sobre el coronel de ingenieros prusiano Hugo Strauss que colaboró en diversas obras defensivas de la zona. Dirección que al poco tiempo fue sustituido por el también coronel Policarpo Fuentes, y en ambos casos bajo la coordinación del brigadier Carlos de Vargas, adscrito al Estado Mayor de la División Guipuzcoana carlista. (Las fortificaciones de época carlista en Andoain).
El pretendiente D. Carlos nombró al murciano general Maroto como su jefe de E.M. Con este nombramiento se intentaba atraer a generales como Villarreal, Elió. Gómez, Zariateguí. Así como al infante D. Sebastián que habían sido postergados después de la Expedición Real y que formaban parte del ala dura del carlismo.
Los generales Zariatiegui y Elio, contrarios a transigir fueron procesados y su defensa estuvo a cargo de Madrazo el primero y Carlos de Vargas del segundo debido a la valerosa defensa ambos defensores fueron encarcelados por Maroto.
En un documento de título “Defensa hecha a favor del general Elio ante el Consejo de Guerra de Generales, celebrado en la villa de Zumarraga, el día 11 de mayo de 1837, por el ayudante general de Estado Mayor el general D. Carlos de Vargas”
No lo detallamos por tratarse de un documento de 31 páginas.
En el mes de febrero de 1838 Maroto impuso medidas disciplinarias de máximo rigor como fue el ordenar fusilar en Estella a tres generales disidentes Guergües, García y Sanz, además al brigadier Carmona, al intendente Uriz y al oficial Ibáñez.
En un decreto don Carlos declinaba toda responsabilidad de los hechos, acusaba a Maroto de crímenes y arbitrariedades y amenazaba a quienes les apoyaban
La causa formada contra Elio y Zariategui, obraba en poder de D. Carlos, despachada, por magistrados que había nombrado, para que se fijasen los dictámenes en ella. Estos, aunque discordes en sus juicios y pareceres, en su pluralidad absolvían a Elio y a Zariategui, tratados como reos de infidencias, y autores de proyectos de transacción y los declararon inocentes, con otras particularidades honrosas a los acusados.
También tuvo lugar la libertad del coronel Madrazo, preso en el Castillo de Guevara por haberse excedido en el escrito de defensa que había hecho a favor de Zariategui; la de D. Carlos Vargas, motivadas por iguales circunstancias, como defensor de D. Joaquín Elio; y la formación de un Consejo de Generales que debería de celebrarse en Eibar. (Memoria Militar y Política sobre la guerra de Navarra, los fusilamientos de Estella…)
El 12 de agosto de 1839 se produjo una revolución en la división Guipuzcoana. Entre los arrestados se encontraba D. Carlos Vargas, a quien nada podía achacar, como no fuera el lamentarse también de tantas desgracias y esforzarse en conjurarla.
“ Al entrar Vargas la noche de la insurrección en la casa del cura de Andoain, Lemona, halló a los coroneles Oliden y Zulacain, y a los comandantes Echeto, Altamira, Urbierta, Iraza y Echairiz; comprendió la gravedad del caso, y preguntándoles qué querían, contestóle Oliden que no ignoraba las voces que habían corrido sobre la marcha del rey y los insultos de Juan Echevarría y los suyos, a quienes toda la división aborrecía, añadiéndole que se había alarmado el pueblo al ver las medidas de precaución que había tomado, y deseaba saber lo que pasaba. El pueblo repuso Vargas, está tranquilo y recogido, como lo prueba el silencio que en él reina; y no estoy acostumbrado a dar satisfacción a mis subalternos de las disposiciones que tomo.
Es que nosotros estamos comprometidos con el país, le replicaron, y el país antes que todo, y todos estamos dispuestos a salvarle.
Ustedes saben, dijo Vargas, que no me intereso menos por el país y por la división, y extraño que después de tanto tiempo que nos conocemos y el haber tenido en mí siempre tanta confianza, desconfíen ahora sin causa; y por último, y por evitarnos cuestiones, mientras yo mande no se ha de hacer sino lo que quiera el rey.
Al oír esto, todos a una voz gritaron:
No señor, aquí no hay más rey que nosotros, y desde ahora queda usted exonerado del mando.
Ustedes se arrepentirán bien pronto del paso imprudente que se proponen dar, les dijo, sé lo que hay entre ustedes, y siento que conociéndome recelen de mí; porque si hay honra y seguridad en la paz de que se trata ¿pueden Vds figurarse que opondría yo el menor obstáculo a su arreglo?
Sea lo que quiera, nosotros hemos contraído un compromiso, manifestó Fernández, y antes que nos fusilen, fusilaremos a cuantos sean necesarios Vd, ya no manda.
Como todo parecía misterioso, y lo era, pues no se concibe el objeto de la insurrección y las causas de la destitución de Vargas, consignada por los mismos jefes de aquella, pues a la vez que se vitoreaba la paz y se armonizaba con Maroto, se deponía a Vargas por creerlo en inteligencia con el enemigo, fue conducido con los demás, habiéndoseles devuelto a todos su sable, y haciendo todas las fuerzas de tránsito los honores de ordenanza. Desde Azpeitia a Mondragón, por donde debía de pasar Maroto.
Don Carlos negó a esta orden el arresto de D Carlos de Vargas y la presentación de los generales Zaraiategui y Madrazo, cuyo castigo pretendía por la alarma que contra él habían difundido.
Maroto, mandó conducir los arrestados al Castillo de Guevara, con orden de que sin la suya no saliera Vargas aun cuando el mismo D. Carlos fuese a ponerlo en libertad. (Historia de la guerra civil y de los partidos liberales y carlistas. Vol. V /Antonio Pirala)
El 25 de agosto de 1839 se convocó a D. Carlos en Elgeta para celebrar una reunión de altos cargos civiles y militares donde se le comunicó que la negociación de paz tendría como base las de su reconocimiento como Infante de España, los grados militares y carlistas y el mantenimiento de los Fueros. El Infante Aceptó, pues no tenía otra alternativa, y se retiró a Lucumberri para preparar el inevitable exilio. Cruzó la frontera en Compañía de Elio, Zariategui, Vargas y miles de leales. D. Carlos nunca regresaría a España. Los vencidos veteranos de la primera guerra carlista que no se acogieron al Convenio de Vergara optaron por el exilio en Europa o América.
En diversos sectores carlistas, esto fue conocido como la traición de Maroto.
Conspiración en Ceuta enero-agosto de 1839. Historia del Tradicionalismo español/Tomo XVI.pag 176.
Mientras Melilla estuvo en manos de los carlistas, se fraguó una nueva conspiración en Ceuta, que como las anteriores fracasó al ser descubierta, cuando fue preso en Algeciras el capitán Manuel Martínez Salazar, al que se le halló la correspondencia que tuvo con los carlistas de la plaza africana, así como una lista de presos que cumplían condena en Tarifa. El gobierno, en vista de lo ocurrido anteriormente y temeroso de que los acontecimientos de Melilla, repercutiesen en Ceuta había reforzado la guarnición, y ordenó el traslado al Castillo de San Sebastián en Cádiz, de los confinados carlistas teniente general don José de San Juan, brigadieres don Bartolomé Talarn, don Francisco Nebot, Don Manuel Ceca y Galán, y don Francisco Ramón Morales; los coroneles graduados comandantes don José Bodens y don Juan Campos y España y capitán don José Cabré, que llegaron a Cádiz el 3 de febrero.
Después de haberse incautado la correspondencia del capitán Martínez Salazar, fueron tomando nuevas precauciones en Ceuta, pero el fin de la insurrección de Melilla hizo estéril la labor de los buenos carlistas confinados en la plaza africana
El 31.08.1839 se firmó el Convenio de Vergara, en la que tuvo una importante participación el entonces ministro de la guerra el ceutí D. Isidro Alaix. D. Carlos se retiró a Lecumberri para preparar su inevitable exilio.
El Convenio de Vergara o Abrazo de Vergara se compone de 10 artículos:
Artículo 1.°. El capitán general, don Baldomero Espartero, recomendará con interés al Gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros.
Articulo 2.° Serán reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes, oficiales y demás individuos dependientes del ejército del teniente general don Rafael Maroto, quien presentará las relaciones con expresión de las armas a que pertenecen, quedando en libertad de continuar sirviendo, defendiendo la Constitución de 1837, el trono de Isabel II y la regencia de su augusta madre, o bien de retirarse a sus casas los que no quieran seguir con las armas en la mano.
Artículo 3.° Los que adopten el primer caso de continuar sirviendo, tendrán colocación en los cuerpos del ejército, ya de efectivos, ya de supernumerarios, según el orden que ocupan en la escala de las inspecciones a cuya arma correspondan.
Artículo 4.° Los que prefieran retirarse a sus casas, siendo generales o brigadieres obtendrán su cuartel para donde lo pidan, con el sueldo que por el reglamento les corresponda: los jefes y oficiales obtendrán licencia ilimitada o en retiro según su reglamento. Si alguno quisiere licencia temporal, la solicitará por el conducto del inspector de su arma respectiva y le será concedida, sin exceptuar esta licencia para el extranjero; y en este caso, hecha la solicitud, por el conducto del capitán general don Baldomero Espartero, este les dará el pasaporte correspondiente, al mismo tiempo que dé curso a las solicitudes recomendando la aprobación de S. M.
Artículo 5.° Los artículos precedentes comprenden a todos los empleados del ejército; haciéndose extensivos a los empleados civiles que se presenten a los doce días de ratificado este convenio.
Artículo 6.° Si las divisiones navarras y alavesas se presentasen en la misma forma que las divisiones castellanas, vizcaína y guipuzcoana, disfrutarán de las condiciones que se expresan en los artículos precedentes.
Artículo 7.° Se pondrá a disposición del capitán general don Baldomero Espartero los parques de artillería, maestranzas, depósitos de armas de vestuarios y víveres que estén bajo la dominación y arbitrio del teniente general don Rafael Maroto.
Artículo 9.° Los prisioneros pertenecientes a los cuerpos de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa y los de los cuerpos de la división castellana que se conformen en un todo con los artículos del presente convenio, quedarán en libertad, disfrutando de las ventajas que en él mismo se expresan para los demás. Los que no se convinieren sufrirán la suerte de los Prisioneros.
Artículo 10.° El capitán general don Baldomero Espartero hará presente al Gobierno para que este lo haga a las Cortes, la consideración que se merecen las viudas y huérfanos de los que han muerto en la presente guerra, correspondiente a los cuerpos a quienes comprende este convenio -Espartero -Iturbe -Cuevillas -Francisco Fulgosio- Cabañero -Díez Mogrovejo -Lasala -José Fulgosio -Eguía -Selgas -López Cabañas -Lagartu.
En el convenio de Vergara señalado arriba se puede comprobar que falta el artículo Nº 8, en diversos documentos tampoco aparece. Al final lo encontramos en un escrito de Euskomedia. Org., este artículo dice:
Artículo Nº 8 Los carlistas deberán entregar sus armas, vestuarios y víveres al general Espartero. Más bien parece un anexo al artículo Nº 7
D. Carlos de Vargas permanecería diez años en Francia desde septiembre de 1839 a diciembre de 1849, durante su estancia en Francia, en 1842 publico en Burdeos la obra titulada “Mémoires historiques militaires de L´armes basques-Navairre”.
Llegado 1849 se acogió a la amnistía: adjuntamos el real decreto de 8 de octubre de 1849
Acogidos a la última Amnistía
ARTÍCULO 1º A los acogidos a la última amnistía D. Nazario Eguía, conde de Casa Eguía, D. Bruno de Villarroel, D. Carlos de Vargas, D. Juan Antonio Zariategui, D. Prudencio Sopelana, D. Ignacio Brujo, D. Fernando Zabala, D. Jacinto Orteu, D. José Mazarrasa, D. Melchor Silvestre, D. Juan Montenegro, D. José de Plandolit, D. Tomás García Martín, D. Juan Bernardo Zubiri, D. Fermín Ripalda, D. Andrés Torres, D. Casimiro Ilzarbe y D. Clemente Madrazo Escalera, les serán declarados los empleos y condecoraciones de que se hallaban en posesión en el ejército carlista el día 31 de agosto de 1839, en que tuvo lugar el Convenio de Vergara, con la antigüedad de la fecha del presente decreto.
ARTÍCULO 2º Para acreditar los citados empleos y condecoraciones servirán las reglas dictadas respecto a los comprendidos en el decreto de 17 de abril del año próximo pasado, relativo asimismo a declaraciones de empleos servidos en el de D. Carlos.
Dado en Palacio a 8 de octubre de 1849= Está rubricado de la Real mano = El ministro de la guerra, Francisco de Paula Figueras.
A los señores don Carlos Vargas y don Juan Montenegro les han sido revalidados en los empleos de brigadier y en el uso de las condecoraciones que obtuvieron en el campo carlista. .
Se da el 14 de septiembre de 1839 como final de la guerra, aunque algunos grupos permanecieron al lado de don Carlos hasta el 25 de septiembre de 1839 cuando se rindió el Castillo de Guevara, último reducto carlista.
Sobre la incorporación de don Carlos Vargas al ejército isabelino, daremos datos en la segunda parte del escrito.