Hay que seguir adelante

Al presidente Vivas y al ministro Grande Marlaska le están colocando todos los obstáculos posibles en el camino de devolver la normalidad a Ceuta. Los que defendemos como la mejor solución para los menores marroquíes, su regreso a su país, no somos ni personas crueles, ni nos saltamos las leyes a la torera, pero tampoco ignoramos el cúmulo de intereses ajenos a los de los menores que se ponen en faena en estas circunstancias. O sea, no nos chupamos el dedo.
La arrogancia que preside el juicio que algunos hacen sobre la vuelta de estos niños a su país, pone de manifiesto sus profundas contradicciones y su falta de equidad, aunque es verdad que se amparan en la literal interpretación de la legislación española al respecto del tratamiento de estas personas, legislación que, de ser tomada al pie de la letra, pone en posición de igualdad a un menor que a un adulto. Es decir, que si lo que importa es lo que quiera el menor, la opinión de sus tutores carece de valor y siendo en el caso de los menores marroquíes tutelados por la ciudad autónoma de Ceuta, su tutor o tutora legal, la persona con competencias en materia de asistencia a la infancia del Gobierno de la Ciudad, lo que dicen los fundamentalistas de la ley de extranjería, es que la opinión del tutor, que se ha formado tras el estudio de las condiciones del menor, no sirve de nada, sobre todo si esta es favorable a que ese menor se reintegre en su cultura, su zona de arraigo y a cargo de su propio gobierno y no de un gobierno extranjero. Basta con que el niño diga que no, para que alguien afirme que esa es la única voluntad que cuenta. Imagínense que esta fuera la praxis a aplicar en la casa de cada uno… El mundo al revés ¿verdad? Pues sí, eso es justamente lo que defienden los que están poniendo todos los palitos en las ruedas.
Y decía lo de la arrogancia, porque se consideran más preparados para entender a una infancia de la que no saben nada, ni su idioma, ni su fe, ni sus costumbres, que otras personas dedicadas a la atención a la infancia del propio país de origen de esos menores. A lo mejor ahora resulta, que la esencia de las ONG’S es tutelar a otros estados soberanos, juzgando si pueden ser capaces o no de atender a sus ciudadanos, y lo que es peor, que nuestra justicia deba ser universal y también decidir si nuestros servicios sociales deben ser también universales, juzgando desde la distancia y sin haber puesto pie en la zona, la idoneidad de que un niño nazca en Marruecos, indicando de alguna manera que eso, nacer y vivir en tu país es algo perjudicial, porque queriendo o sin querer, se afirma por omisión que el Gobierno de Marruecos es incapaz de tratar los problemas de la exclusión social entre los niños de un modo mínimamente aceptable. No sé yo si nuestros propios servicios sociales aguantarían una auditoría de esa magnitud, es decir, un juicio basado en la simple opinión de los menores allí atendidos.
El interés superior del menor no siempre debe coincidir con los deseos del mismo, porque de ser así, deberíamos dejarlos por las escolleras o por las calles, porque muchos no quieren estar en un centro y, por supuesto, sería buenísimo dejarles subir a un barco, sin ponerles trabas, porque eso es lo que casi todos quieren ¿no? ¿Qué pasa? ¿Eso no es defender el interés superior del menor? Pero eso es lo que quieren. Sin embargo se lo impedimos y queremos obligarles a hacer lo que no quieren: estar en un centro y estar controlados y tutelados frente a su libre albedrío. Pues, queridos todos y todas, dejad ya la demagogia, y pensad que aunque tampoco quieran volver a su país, eso no es causa suficiente para paralizar su reintegro con los suyos, porque en el caso de los menores, sean de aquí o de allí, mis hijos o los de alguien de Tetuán, jamás se puede poner por encima de sus propios intereses sus deseos. Esto es lo que algunos están confundiendo y además deliberadamente.
Espero que la voluntad de Ceuta y del Gobierno de España, en colaboración con el Gobierno de Marruecos, no se vean truncadas por quienes están demostrando un colosal desconocimiento de la vida y las condiciones de los menores a lo que dicen querer defender.