Promarroquíes

Esta palabra, de difícil interpretación, parece ser la nueva caja de pandora, porque cada vez que se utiliza, todos los males del mundo aparecen conjurados para crear el caos. Decimos que es una palabra difícil de interpretar, porque su supuesto antónimo, usando el idioma con cierta laxitud, sería antimarroquí. Y luego habría que discernir, si ello fuera posible, qué se quiere expresar con promarroquí y lo contrario, o sea, algo así como los “hunos y los otros” a los que se refería Unamuno.
España, Europa y Estados Unidos son espacios políticos, naciones y comunidades de naciones, que quieren una excelente relación con el reino de Marruecos. Es decir, si el bravucón portavoz de VOX en la Asamblea de Ceuta tuviese que etiquetar a todos ellos, no le quedaría más palabra para hacerlo que la de promarroquíes, suponiendo que ese vocablo signifique buenos deseos y profunda amistad con Marruecos. Si hablamos de Argelia, probablemente y por oposición a lo anterior, estaríamos ante alguien antimarroquí, por cuanto se opone a muchos de los deseos y aspiraciones de un país con el que ha roto relaciones.
Pero hay otras apreciaciones que vomita el portavoz de VOX, para apuntar como promarroquí a personas o entidades, más allá de proponer unas buenas relaciones con Marruecos: la coincidencia cultural, religiosa y familiar de muchos ceutíes con la región más próxima de Marruecos. Para él, promover fiestas, celebraciones culturales, utilizar el dariya y otras cuestiones similares, iguala a las personas que lo hacen con los marroquíes, importándole medio bledo que hayan hecho nuestra mili, hayan luchado por nuestra bandera, defendido la integridad territorial de España y abrazado nuestra constitución. No importa, son promarroquíes, porque no son como él ni piensan como él, ni visten como él, no comen como él y, en ocasiones, no hablan en su idioma materno. Sin embargo, la paradoja es que todo esto es justo lo que le coloca en una suprema contradicción, porque ser español no es ser como Verdejo, Dios nos libre, ya que ser español es un sentimiento íntimo, una afecto emocional y casi espiritual hacia una tierra, unos compatriotas y una forma de vivir, que te cautiva y que adoptas como parte de ti. Verdejo es español por eso, no por vestir de una manera o de otra, o de rezar de un modo o de ninguno, o de hablar el euskera, que no es su caso, supongo, además del castellano, aunque es cierto que el dariya no es una lengua oficial en ningún territorio español y el euskera sí, pero no es menos cierto que sí es una bien cultural a proteger y amparar, o por convicción o por respeto a nuestra norma fundamental básica: el estatuto de autonomía de Ceuta. Pero claro, si se parte de la base de que se es constitucionalista y al mismo tiempo antiautonomista, ya se deja claro el carajal mental y político que representa este señor y su banda. Se puede tener familia en Australia o en Tetuán, pero eso no te hace ni mas ni menos español, igual que se puede creer en que el obispo de Roma es tu jefe espiritual, sin que por ello tengas que ser italiano ni proitaliano.
Se puede y se debe ejercer un férreo control sobre la acción del Gobierno, pero no hace falta para llegar tan lejos a cuestionar los fundamentos de nuestra ciudad, ese espacio milenario que hoy compartimos los que estamos vivos, con el peso de toda su historia sobre nuestros hombros y la responsabilidad de cuidarla para entregarla a la siguiente generación.
El empecinamiento de este hombre en quebrar el jarrón de la unidad es como el intento de romper la caja de Pandora. No parece mala idea para empezar lo expuesto por Carlos Rontomé, que se resume en no entrar en las provocaciones y pasar de quien no quiere arrimar el hombro. Buscar el máximo consenso posible, respetando la libertad de expresión de todos, incluida la del portavoz de VOX, debe seguir siendo la hoja de ruta del Gobierno de Vivas, que de la mano del Estado y con toda la dedicación que la situación requiere, rearme a la ciudad, genere nuevas ilusiones con nuevos proyectos y prepare el futuro próximo que ya nos alcanza.