Un chato a la playa

Javier Chellarám

No sabía como titular este recuerdo de amor fraterno, ahora que se ve de verdad entre hermanos, eso de todos a convivir.

La historia con un final entrañable fue hace ya veinte años, más o menos, pero la frase de ‘un chato a la playa’ tiene que ser por lo menos de treinta años atrás.

Esa era la palabra clave de mucha gente, de bajarse al bar Don Juan, que estaba en pleno centro de la playa de la Ribera, de noche se convertía en la discoteca Arco Iris.

Yo que era un chavalín ahora comprendo eso de que bajaban a la playa a bañarse por dentro y no por fuera.

También la gente se ponía tierna de estas tapas de tortilla, con un frescor salado y crujiente, ese aroma no lo he perdido.

Cuántas veces cierro los ojos al degustar una tortilla que se haya enfriado y tenga ese sabor a playa, esas patatas fritas, esas croquetas y ensaladillas rusas.

Mi padre, al terminar la jornada de playa “a reponer fuerza” nos metía en 1 bar y también decía una frase como de “volcar el plato”, eso era el no dejar ni un grano de nada en los aperitivos.

Todo el complejo del chiringuito de Don Juan tuvo esplendor en su tiempo, si de noche era una disco, por la mañana alquilaba los roperos, las duchas, los vestidores, chanclas, zapatillas, perchas se entremezcla¬ban en su frenesí, salíamos de la ducha casi con la espuma en la cabeza, para no perder el tren del chato a la playa.

A mi hermano Carlos, pues se nos quedo eso de un 1 chato a la playa y claro tantos años después, la ausencia el vacío y la soledad fraternal hace que los recuerdos y las cosas bellas que has vivido en es¬ta tierra se te vengan a la me¬moria como este puente de Se¬mana Santa.

A principios de los 80 volvió el auge de los chiringuitos, por lo menos se pusieron dos bas¬tante buenos en el Chorrillo y el final de esta historia fue, en un domingo nublado y agrade¬cido, por el cuerpo después de tanto calor y sol, estuvimos ha¬ciendo cabriolas y nadando, salimos del agua, ya con el mo¬nedero y la calderilla para to¬mar un chato, a la playa.

No reparé en que sólo había para una tapa, la tortilla se salía del plato, no estuve atento, a eso de compartir con mi hermano la tortilla y el se quedaba ‘pelao’ con el refresco.

El señor del bar que con su experiencia y sus canas nos llamó, y como una banderilla preparo, otro pincho para mi hermano.

Qué razón tuvo el pepe con los cinco duros en la mano con la frase histórica “Pa ti y hermano”.

Ahí está el re¬cuerdo de esas perlas de la Ba¬hía Sur, de esta concha mari¬nera, la Ribera, el Chorrillo, en sus chinos, su arena, sus rocas y en sus espigones, en sus mu-rallas guarda todas mis emociones.

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