Intervencionismo

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No es necesario llegar a la conclusión del que fuera presidente de los estados unidos, Ronald Reagan, para huir del intervencionismo. Aquel presidente dijo que el Estado no era la solución, más bien el problema. Insisto en que no hace falta ser tan extremo, pero algunas posiciones políticas parecen invocar todo lo contrario, es decir, el otro extremo, y ya saben ustedes aquello de que los extremos se tocan.

Para que nadie me acuse de parcial, comienzo diciendo que no puedo estar de acuerdo con revisar normas que afectan a la esfera de lo más individual para intervenir desde los poderes públicos. Los anuncios de Casado respecto de la legislación en materia de muerte digna o de la interrupción del embarazo, son a mi juicio intentos de acorralar la libertad individual desde una posición ideológica respetable, pero arcana. Confiar en las personas, en los profesionales y en la ciencia, no casa bien con dar mayor preponderancia a tesis que nacen de determinadas creencias. España es un país moderno y no es católico ni anticatólico, es libre, porque sus ciudadanos lo quieren. Esto no va a suponer que mis simpatías por el PP decaigan, pero ninguna organización política debe ser monolítica. Ya he dicho en más de una ocasión, que los liderazgos piramidales hoy no se premian, porque la sociedad busca mayor participación y quiere ser más coral. Si en lugar de que diez mil personas le hagan la ola a alguien, pusieran todas sus capacidades al servicio de la causa común, mejor nos iría a todos. Pero bueno, lo de Casado aún no puede ser, porque no tiene mayoría para hacerlo.

Sin embargo, el acuerdo al que han llegado Pedro Sánchez y Yolanda Díaz sobre el asunto de los alquileres de viviendas, se acerca más a la posibilidad de ser pronto un hecho real. Tengo respeto como ceutí por el Presidente del Gobierno, porque en nuestra peor crisis ha estado a la altura de las circunstancias, y cualquier caballa debe saber reconocerlo; pero la invasión en la esfera privada que supone decirle a alguien qué y cómo debe actuar con su propiedad, se acerca más al comunismo falsario que a la democracia moderna. ¿Cómo es posible que un gobierno decente pretenda descargar sobre los hombros de las personas lo que es de su exclusiva responsabilidad? ¡Claro que hacen falta más viviendas asequibles para nuestros jóvenes y para quienes están en un estado de mayor precariedad! Pero lo que parece un mal sueño, es que el Estado se inhiba de su responsabilidad, que es promover la construcción de viviendas sociales para el alquiler, y en lugar de hacerlo, quiera utilizar el esfuerzo de millones de españoles trabajadores, que con sus ahorros han comprado una vivienda para alquilarla y tener una segunda renta, para quedar bien con sus supuestos electores.

Si el Gobierno de España quiere ayudar a los jóvenes a independizarse, tiene muchas herramientas para hacerlo, como las ayudas al alquiler, o utilizar el suelo público para la vivienda asequible, bien directamente o a través de convenios con las administraciones territoriales. Y además, creo sinceramente que la medida roza el respeto a nuestra norma constitucional, porque respetar la propiedad privada no es sólo no invadirla, sino también no intervenir en el mercado para modificar su valor.

Si el Gobierno hiciera de verdad los deberes en materia de favorecer el acceso a la vivienda, los precios del mercado se ajustarían por si mismos, pero la ausencia clamorosa de inversión pública para un bien básico como la vivienda, ha dejado a la iniciativa privada que ocupe todo el espacio y, claro está, esta, la iniciativa privada, no entiende de políticas públicas, ni tampoco existe para eso. Para eso están los gobiernos, pero con acciones, no con intervenciones.

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