Fani Fernández cumple 103 años y lo celebra en la Unidad de Estancias Diurnas del IMSERSO

Es la usuaria más longeva de este centro, y llegó a Ceuta hace muchos años siguiendo a su hijo, Andrés Carrera ‘El Maño’, un reconocido representante sindical de la Policía Nacional que falleció en el año 2016

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Fani Fernández nació en un pequeño pueblo de Ponferrada (León) llamado Columbrianos, hace más de un siglo, un 11 de octubre allá por el año 1918. Siendo una niña, perdió a sus padres, por lo que acabó criándose con unas monjas en San Sebastián. En este convento entró siendo Josefa Fernández Menéndez y salió llamándose Fani once años después. Se confiesa enamorada de Zaragoza y es que allí pasó unos años muy importantes de su vida. Durante su juventud sirvió a un médico, el doctor Emilio Gil Sastre, “una eminencia”, como ella dice, mientras recuerda el cariño mutuo que esa familia le tenía. Se casó muy joven, tuvo solo un hijo, y siendo este un niño, ella quedó viuda. También trabajó como cocinera en un restaurante zaragozano.

Fani ha conocido guerras, crisis económicas, gripes y, ahora, una pandemia mundial. A pesar de haber pasado por momentos muy duros a lo largo de su vida, siempre ha sido una mujer muy trabajadora y una luchadora incansable que ha salido adelante gracias a su carácter, aunque con el semblante que tiene en la cara a sus 103 años pudiera parecer que ha tenido una vida color de rosa. Un bello rostro con algunas arrugas aún dejan entrever la belleza de la joven que se paseaba por el Paseo de la Independencia de Zaragoza como si una actriz de cine se tratase.

La ponferradina llegó a Ceuta siguiendo a su hijo, Andrés Carrera, apodado ‘El Maño’, Policía Nacional de profesión, que fue destinado en nuestra ciudad y se convirtió en un conocido representante sindical del cuerpo. Para los ceutíes, era Andrés Carrera, para Fani, siempre será ‘Sito’.

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En un principio, ella venía a Ceuta a visitar a su familia en vacaciones de verano y de Navidad, pero con los años se mudó a nuestra ciudad ya que se hizo mayor y su hijo entendió que no podía vivir sola. Andrés había llegado a Ceuta hacía ya muchos años junto a Nunci, su esposa, y a sus hijas, Yoli y María José. Estas dos fueron quienes le dieron a Fani el título de ‘yaya’, que se negaba a ser nombrada como ‘abuela’. Y ahora hace cinco años Yoli le regaló a Fani el título de ‘bisa’, con dos biznietas por las que pierde el sentido. Bea, Sara y Fani son el tándem perfecto y a veces comparten gusanitos. Unas mellizas que están creciendo con una infancia con los mismos cuentos, poemas y canciones que en su infancia escucharon sus nietas, Yoli y María José, y su hijo ‘Sito’.

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“El día que nací yo, qué planeta reinaría, por donde quiera que voy, ¿qué mala estrella me guía?”, canta Fani, recordando una canción de Imperio Argentina que le cantaba a su hijo, nietas y biznietas, de los cuales dice que todos son “maravillosos” y “lo más grande que hay”, porque “quien hable mal de una familia, no tiene corazón”, sentencia.

En 2016, la vida volvió a darle un palo a Fani y no solo le arrebató a su hijo Andrés, sino que también se llevó a Nunci, que también era para ella como una hija. Eso supuso para ella un golpe “antinatural”, y es que ninguna madre está preparada para ver partir a sus hijos.

A sus 103 años, es una mujer “autosuficiente”, revela su nieta María José, que cuenta que su ‘yaya’ es una mujer “muy coqueta” y que se asea sola desde el primer dedo del pie hasta el último pelo de su cabeza. Es tan presumida que no le gusta repetir look, para que la gente no la vea con la misma ropa. Y aunque su familia se considera “maña-caballa” por el tiempo que lleva en nuestra ciudad, a Fani no hay años que le borren su acento castellano. Cuando pensamos en una mujer centenaria, muchas personas pueden imaginarse a una señora vestida con colores apagados, pelo cano, y muy deteriorada, pero Fani rompe con todos los moldes. Visita la peluquería con frecuencia para que su pelo castaño siempre brille, sus pendientes también van con ella en todo momento, y nada de ropa discreta, tiene que ir conjuntada.

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Desde hace más de seis años, pasa gran parte de su tiempo en la Unidad de Estancias Diurnas del IMSERSO de Ceuta y si Fani ha conseguido querer a toda la plantilla, mejor no hablar de la pasión que cada uno de los trabajadores y trabajadoras del lugar tienen por ella. El primero al que pasa revista Fani cada mañana es al conductor del vehículo que la lleva de su casa al centro. Amalia, su psicóloga, la quiere como si fuera su abuela. Amparo, la maquilladora, se pone delante de ella y trabaja con la misma pasión que si tuviera delante a Rocío Jurado, y ambas se llevan de maravilla. Le habla de “su majestad” porque a Fani le gusta hacer bromas con la pleitesía. Inés, su enfermera, la conoce como nadie. Por supuesto, Fani está encantada con su fisioterapeuta, Raúl, y no entra a valorar si es guapo o no, aunque deja bien claro que él la quiere mucho “porque ella hace todos los ejercicios de gerontogimnasia que él le manda”. En el centro almuerza “como una campeona” gracias al menú que allí preparan para sus mayores. Además, a los usuarios de la Unidad de Estancias Diurnas del IMSERSO les leen cada día el periódico, como orientación a la realidad, reciben estimulación cognitiva y están al corriente de la actualidad política, económica y social de Ceuta.

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La cuidan como si fuera el mayor tesoro que tienen y es que a sus 103 años, la ‘yaya’ brilla como un diamante. Antes de la Covid-19, hacían una salida al mes, pero ahora está paralizado aunque esta actividad de ocio se retomará en cuanto sea posible.

Fani es genio y figura, está perfectamente orientada, y no se le pasa ni una fecha, ni una cara. Está delgada, pero tiene mucha fuerza. Tiene una memoria extraordinaria que se aprecia cuando cuenta con el más mínimo detalle anécdotas que vivió hace más de cincuenta años. Lo que nunca se irá de su memoria es la cantidad de veces que le dijeron a lo largo de su vida lo buena persona que era su hijo. Siempre tuvo un consejo para él: “si ves maldad en una persona, te retiras, pero nunca hables mal de nadie”.

Aunque cuando Fani está con su nieta María José no pierde la oportunidad para pedirle una copa de un buen vino del Bierzo, su tierra, para seguir alimentando su garra leonesa. Para salir a la calle lo hace en silla de ruedas, aunque en casa se mueve con andador. A madrugadora no hay quien le gane, hay días que a las 5 de la madrugada ya está preparada para empezar el día. Sus nietas le propusieron viajar a Ponferrada para ver a la familia con la que mantiene contacto, pero Fani es tan presumida que no quiere “para que no la vean tan mayor”. La realidad es que tiene una salud de hierro, algo que se aprecia en el buen color de cara pero también en las ganas de hablar que tiene siempre. Lleva un audífono en el oído izquierdo, por lo que hay que dirigirse a ella en esa dirección, y unas gafas que se resiste a ponerse. Hace 5 años le pusieron un marcapasos al que aún le queda mucho tiempo. Aunque ella muchas veces dice que tiene pie en el otro lado, sus nietas lo tienen claro: “yaya, nos vas a enterrar a todos”.

“Hay días que nos sorprendemos detrás de la puerta, escuchando para no interrumpirla y retroceder en el tiempo”, confiesa su nieta María José que reconoce que “los años no perdonan a nadie, aunque puede que a ella seguro que la respetan, y desde hace unos años es una caballa más, Eso sí, con su acento castellano por bandera”.

Su nieta María José recuerda que cuando venía a Ceuta a verlas, siempre lo hacía cargada con chocolates de ‘LaCasa’ y guirlaches, “preparada para hacernos empanada gallega con la masa hecha por ella, amasada a mano, y de la que siempre nos dejaba un poco para que hiciésemos figuritas de pan y las metiésemos en el horno para comerlas después calentitas”.

Fani quiere a todo el mundo, a Amalia y Amparo, de la Unidad de Estancias Diurnas; a Yoli y María José, sus nietas; a Bea y a Sara, sus biznietas y sus ángeles. “Son preciosas, a esas niñas cualquiera las puede querer, y quien no quiera a esas niñas, no quiere a nadie”, puntualiza la centenaria, que reconoce que no lo único que quiere en esta vida es “no molestar a nadie”.

Ella es feliz en Ceuta, aunque echa de menos a su Ponferrada natal “como cualquier persona echa de menos la tierra donde se crio”. Hoy Fani cumple 103 años y lo celebra con sus seres queridos de sangre, pero también con aquellos de corazón, que conviven cada día con ella en la Unidad de Estancias Diurnas del IMSERSO. Soplará las velas junto a sus compañeros y compañeras del centro y seguirá pidiendo a la vida los mismos buenos deseos que siempre: que seamos buenas personas.

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Desde este diario queremos felicitar a Fani por su 103 cumpleaños y darle las gracias a ella, a María José y a Amalia por regalarnos esta historia de superación de una “maña-caballa”.

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