No olvides que la rosa y el camino están llenos de espinas

Javier Chellarám
En las conversaciones amigables y amistosas con amigos, que merecen ser escuchados me cuentan vivencias con esas frases y toques irónicos de la vida, y no puedo evitar coger una servilleta y apuntar cierto pasaje... de mi vida.
No he sido un dechado en sentirme agasajado ni que me hayan invitado al aperitivo del mediodía, de ahí que en casa hayan echado mano de “la sartén “ para esperarme si tardaba más de la cuenta.
Y tras los comentarios e historias no pude sentirme un poco dolido... y de paso un poco tristón mientras me secaba los labios, tras dar unos sorbos a una cerveza fresquita.
Me comentaba de esas quedadas para quedar, y no quedar en nada... y como me puso en bandeja el titulo de la columna... una rosa con espinas, le puse mi historia.
Hace ya más de veinte años me disponía a terminar de gastar unos días de permiso y esos no los interpreto como vacaciones, yo siempre pienso en vacaciones, en sol y mar y por supuesto que sean en verano.
Siempre fui un empleado que no me gustaba incordiar en los temas vacacionales ni en pedir días, ni por supuesto era un tío de esos de llamar y decir ¡estoy malo! y salvo una operación y una arritmia... en más de veinte años me dejé la vida y la del más allá.
Las vacas sagradas siempre tenían sus cuadrantes y sus días y meses preferentes, se lo hacían en petit comité y uno siempre estaba poniendo cara de lástima para suplicar una semanita en la playa, o ir a Barbate a casa de los familiares, y así pasaron los meses y los años.
Y llegó que al dia siguiente cogía el barco, ese que siempre decía yo ¡que huelo a gasoil! que huelo a barco y eso era coger caminito de la Península Ibérica.
Me llamó con esa voz dubitativa y pensativa, ¿te vas de viaje?... quiero hablar contigo de una cosa, y yo en ese momento fui merecedor del premio gilipollas del planeta y se me puso una cara de patito emocionado, esperando anda es verdad, me va a regalar un aguinaldo un pellizco, un sobrecito, un detallito , por los esfuerzos, horarios, las pacoras y culantros que había subido a su casa, aunque sea unas cincuenta mil pesetas, para la familia, para el Bahía Sur para que la parienta y las niñas, se peguen todo el día viendo tiendas, escaleras mecánicas y yo ver pasar las tías con las cachas más grandes que los bocatas del Pans and Company.
Y si estuve frotándome las manos, feliz y contento y con unas ganas de darle un beso en la boca al currante y era la noche de Diwaly sentía emocionado y feliz y la mar de contento, solo me faltaba vestirme aquella noche con el turbante, y zas me dio en toda la boca, un corte sin mano, me dijo que si debía algo allí en el punto de venta, que lo pagara, que eso no estaba bien, y que eso de tantas facilidades, que confianza era aquello.
Y que mal bajío le tuvo que pasar porque humillar y ajusticiar de esa manera a un obrero una noche Sagrada, paz y armonía bien que le pasó factura parece ser con el paso del tiempo y los años. Cuando pasan los años y las cosas las ve uno de otra manera piensa uno en el liderazgo y en la gestión y en saber administrar cada momento de la vida, a fin de cuentas uno nunca se iba a escapar ni darse a la fuga, por tanto los dotes de mando no los sabían medir bien y tanto darse golpes de pecho para hacer buena voluntad, que menos haber esperado que me fuese de viaje y al volver me hubiera dicho mira quiero arreglar esto y lo otro y sopena que mañana hablamos.
La vida da muchas vueltas y los caminos del Señor son inescrutables así como eso de los arrieritos somos y en el camino nos encontraremos, que sufrimiento fue tanto sufrimiento comprimido para vivir tan poco fuera del mostrador.
Y esas cosas ni se perdonan ni se olvidan, de cómo las rosas por muy bellas que sean , el tallo y el camino para cogerlas, están llenos de espinas.