“Historia de reclutas y marinos”

776_brigada-hernan-cortes
776_brigada-hernan-cortes

Javier Chellarám

Atrás quedaron los tornillos celestiales del portalón con sus murales pintados sobre la tela de la cortina y aquello era ya un clamor idílico cuando se ilumina con la vieja lámpara de la mesita de noche.

También había en la mesilla esa caja de galletas inglesas la caja de metal que se iba invitando al óxido sepulcral, pero que ahí seguía en pie, donde al fondo en una esquina estaba el espejo con una especia de lavabo de palangana, una reliquia de antaño donde colgaban jarros y los peinitos con sus avíos de afeitar del abuelo, todo muy marino y por supuesto curioso.

El silencio se rompía de vez en cuando con la suave brisa que entraba por la ventanita y revoloteaba la cortina de ribereño. Fueron pasando los días, los meses y los años como una singladura de un bergantín dando la vuelta al mundo, yo me fui haciendo un mozalbete que tenía mucha pelusilla encima del labio superior como el limo a una quilla varada en el astillero, y por tanto las visitas al puente del abuelo fueron en compañía…

Algunas mocitas me estaban esperando en un rincón como pescante de navío encallado, como cuando silba una sirena entre las escolleras, que me despedía de nuestro encuentro entrañable con las saldas arengas y fiel consejo de quien, podía navegar con los ojos cerrados.

El abuelo que asomaba ojo avizor por el puente de mando me veía perderme unos grados a babor, con unas niñas a mi lado cual patrullero que se abraza en su navegar con la fragata en su singladura, como esfumándome por la bocana aquellos mecíos de mi locura.

De la leyenda de la fantasía el legado de las aguas fueron dando paso a la realidad y mi abuelo me llevó hecho un mozo de buques de la Comandancia Naval, entre dos anclas con cien años de historia, historia de reclutas y de marinos, ante sus lujosas y limpias escaleras ya estaba yo entregado a los brazos de la Armada con el folio de inscripción marítima, ya era mío y mi nombre ya era de la mar.

Los dos nos echamos un cabo a ver por donde se estiraba más por el lado mío o por el lado de la Armada, en la familia muchos hacían cuentas y cábalas y chismorreos de comentarios como en las lonjas y sus pregones, a ver quien daba un duro más por uno de los dos o la Armada o yo.

Hasta que llevado un tiempo que medité la decisión que era mejor , dí el paso adelante y la estacha me unió como al molinete de una banda o de otra con el papel de marinero voluntario en mis manos, marinero de la Armada me convertí en San Fernando.

La parte de mi propia estirpe se fue materializando y no podía ser de otra forma porque así lo había sentido con el roce y porque así lo había querido, desde mis primeros pasos que di vestido en la Primera Comunión , así que una vez que me vestí de marinero la primera foto para el abuelo y en la mejor parte de su sala de estar que puso mi foto donde estaban siempre los demás marinos ilustres que formaban parte de la familia.

Fotos que adornaban su sala de marinería como banderines y gallardetes en aquella sencilla y modesta morada, ya formaba yo parte del recuerdo de la misma vestido en traje de faena.

Ese pelado de pelón que había eliminado el vestigio impuro de antes de encomendarte a tu nuevo recaudo de servir a la Patria con los acordes del Himno Nacional interpretado, por la Banda de Música del Cuartel. Continuará.

También te puede interesar

Lo último

stats