El Comandante de mi vida

Javier Chellarám

Con la Banda de Música al compás de “ las corsarias “ se realizaba el cambio de guardia a ritmo de pasodoble y nosotros con el mosquetón a cuesta sobre el hombro porque aquello, era un cosquilleo fiel con el vello erizado, como rocas mecías por cristalinas aguas con los pies allí y la mente puesta en el recuerdo del abuelo, como promesa guardada en el fondo de mi corazón.

Por sorpresa me presenté en Ceuta en mi casa en la tierra que une dos continentes, es mi Ceuta la que tenía mis hermanos pequeños casi asustados los que entreabrieron la puerta a un desconocido marinero que se fue a la base de San Carlos como un muchachito y volvió un hombre.

Tras los abrazos y entusiasmo por el marinero en la familia y el ameno café con los dulces del día, me fui raudo y veloz a ver a quien más lo merecía, como homenaje en este mundo el abuelo, el Comandante de mi vida y la mili de mis sueños la que le hice en el rincón de su casa, casa que me dio cariño y amor sublime por encima de todo con el temblor de las piernas como al que besa a su amor por primera vez, tantos años esperando y nuestro emotivo encuentro en la puerta vieja. La misión cumplida del nieto con su abuelo, me vio durante unos momentos emocionado vestido de marinero, el abuelo se quitó años de encima poniéndose en la cabeza el gorro Lepanto, y pude comprobar con lo que estudié en Cádiz que todo sobre leyes penales y afirmaciones de rango y tratado naval sobre el Ejército y la Armada las conservaba con total lucidez.

Fueron pasando los encuentros con los regalos mutuos y los recuerdos del Cuartel de Instrucción así como mi nuevo destino en Ceuta, cintas de marchas militares y desfiles por doquier así que fuimos agrandando y enriqueciendo nuestro conocimiento y pasión por el mar, porque tantos adelantos y tantos avances y me di cuenta que con el mar no pueden, el mar te guarda tantas cosas porque así de bello y de cruel, tan sereno y tan traicionero pero no puedo estar sin el. Ya al abuelo la vida, la edad y los achaques le fueron venciendo y su caldera se fue quedando sin fogón, sus hélices se fueron entrecortando sus latidos y su barco iba rumbo a encallarse o perderse en el mar.

Pero no sin despedirme de este legado con el agradecimiento mirando el horizonte del mismo cielo, un recuerdo de un domingo de marzo como el que reposta seco en un avituallamiento, me diste quinientas pesetas con el beso de aquella tarde, nuestra cita de costumbre y ese dinerillo que estaba solo en mi bolsillo me sirvió, para convidar a una mocita aquella primavera.

Treinta y tres años que nos dejaste para siempre no te dio tiempo a ver en este mundo a dos nietos más vestidos de marinero pero hubo otro que fue a ponerte un ramo de flores como Caballero Legionario, pero aquí en estas líneas que termino que me tiembla el timón de mi pluma como aire barlovento que sino puedo seguir esa Estirpe Inmortal, veinte años después mi pluma recobra estas letras con el treinta aniversario de seguir escribiendo y el día que yo te falte España, Ceuta y la Armada quedará siempre otro niño que lleve un lápiz y una libreta como hacía el nieto, hoy lo hace mi nieto para seguir y continuar esta Estirpe, la Estirpe Inmortal.

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