Una pequeña reflexión

Malika Ali

La línea que separa lo legal de lo inmoral es, según los casos, fina o gruesa. Cuando interesa a nuestra ideología, anteponemos lo legal a lo inmoral y cuando no, lo hacemos al revés. ¿Es el aborto –por ejemplo- legal? En el marco establecido por las leyes de algunos países, lo es; sin embargo, hay personas que, decidida y convencidamente, lo consideran esencialmente inmoral y por ello protestan, organizan campañas, etc. Es obvio que ellos obedecen a sus conciencias aunque respeten las leyes y lo que quieren es convencer al resto de los ciudadanos de lo recto de sus convicciones. ¿Qué debemos, entonces, obedecer a nuestra conciencia o a las leyes? ¿O respetar a las leyes y obedecer a nuestra conciencia? ¿Transgredir tanto las leyes como nuestra propia conciencia? Cuando existe un conflicto entre las leyes y nuestra conciencia, el asunto se complica. No obstante, hay gente que por tener escaso sentido de la moralidad arguye legalmente, intentando tapar sus vergüenzas con subterfugios ‘leguleyos’; otras, al carecer de convicciones morales, o ser éstas nada más que una tramoya social de mendacidad manipuladota, utiliza con otro estilo el argumento ‘leguleyo’, porque sólo está interesada en escurrirse de los tribunales; por fin, están los cínicos que no sólo son inmorales, sino amorales por definición, mientras que los dos primeros son tipos distintos con los que se presenta la hipocresía. Nos movemos, pues entre la hipocresía y el cinismo. Hay –es evidente- que muchas leyes están hechas para que se sientan cómodos los hipócritas y otras para que actúen sin escrúpulos los cínicos. ¿Qué ley protege al ciudadano virtuoso? No estoy porque se instaure una constitución puritana hecha a medida de quien sea, pero existen políticos que han convertido el servicio a la república en un lupanar donde se trafica con todo ... y que me perdonen las prostitutas.

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