Me pilló el toro y sin vacuna

Javier Chellarám
Fue hace un año justo cuando llegó el momento que me dieran el alta y volviera a pensar que aquello fue un mal sueño el COVID como tantos miles de españoles y con dos lágrimas recorriendo mis mejillas fui cogiendo el teléfono dando a mi gente la noticia.
Mirándome al espejo si yo era aquel que se veía como envejecido con la mirada hundida y los pelos anclados en un revuelo de pensamientos que podía haberme perdido el porqué.
Déjame que te acerque cada mañana y volver a mirarte cada instante con mascarilla por el brillo en tus ojos que derraman emociones por tus mejillas y que vuelva a sonar la música en la radio mientras recorremos las calles de nuestra tierra.
Ahí estaba la bahía con sus mecíos y sus olas vigilando sus mercantes al amparo de sal y gaviotas mientras el sol jugando con el poniente y el levante .
Y llegó el momento que tenía que pararme en un rincón que tantas veces fue testigo y confidente de mis ilusiones pensamientos y añoranzas, la explanada del Chorrillo.
Con los tenis y el chándal yo entusiasmado me decía venga Javi otra vez la pateada y el cuerpo no respondía intentando andar y marcar unos pasos viendo un recorrido eterno que antojaba el cansancio.
Y media vuelta mirando a la playa la que me cubrió de sentimiento y pasión tantas horas de mi vida la que me dejaba que me bañase con ella aunque estuviera enamorado de la otra.
Y bajando la escalera me agarraba a la barandilla porque el cuerpo no respondía así hasta al rumor de las olas y el viento azuzando las palmeras pude bajar hasta el paseo que reconfortaba a tantos caballas.
Pude andar y pude contemplar suspirando el viento en mi cara y el silencio en mi pensamiento diciendo es que no puedo más y no puedo continuar.
Así que me di la vuelta intentando pensar que otra vez lo haré pero que aquello era un esfuerzo interminable.
Reflexión de uno que había superado al COVID, reflexión del COVID , que compras unas papeletas en una tómbola de feria y el resultado es que te llevan a una plaza monumental donde te soltarán un Miura de seiscientos kilos que te viene de frente y tu sin capote, pensando a ver que me hace, así que volveré cada mañana a ponerme la inyección de Eparina y guardando en el cajón las medicinas así como intentando recordar si soy yo el del espejo y donde están los músculos, donde están las carnes y que mis ojos volvieran a sentir el brillo de la ilusión, sin imaginarme el cansancio y la falta de aire fueran a ser compañeros de viaje durante muchos meses así como un hinchazón extraño que tuviese que escuchar aquello de ¡ Javi estás mu gordo ¡ y no poder llevar un cartel en la mano para explicar a tanto ignorante lo que había sufrido.
Y todo esto sin haber llegado las vacunas así que cuando tuve que esperar seis meses la gente seguía preguntando y hasta recibir la segunda dosis, el virus me había acorralado después de Reyes y atrincherado sabía yo lo que era venir de la primera guerra.