La saeta, cuando la plegaria se convierte en canto
ESPECIAL - SEMANA SANTA
Rocío Alonso, madrileña de nacimiento y ceutí de acogida, lleva en las venas el flamenco y la saeta en el alma

Resuena la voz del capataz entre el bullicio. Tras el golpe seco del llamador el paso se detiene en su camino. El murmullo desciende y solo queda el silencio. La mirada de Rocío se eleva hasta encontrar los ojos de su Cristo. Un suave pestañeo, respirar hondo y empezar a orar con el corazón en la garganta.
La letra de una saeta va brotando por la boca de Rocío Alonso, una madrileña que no recuerda su vida sin la música. Más concretamente, sin el flamenco. “Llevo tiempo cantando saetas”, cuenta. Rocío llegó a Ceuta hace cinco años porque su pareja es de aquí “y me vine pues como a muchos matrimonios les pasa”, relata Rocío sonriente. Esta ceutí de acogida cuenta que en su casa “se ha vivido el flamenco, pero además el puro. En mi casa no somos andaluces. Mi padre era gallego y mi madre de Soria. Con eso lo digo todo”, confiesa.
La actividad flamenca que se desarrollaba en Madrid ha contribuido, en parte, a que Rocío empezase a zambullirse en este mundo. Rocío cantaba en su casa lo típico: bulerías, tangos, soleás, alegrías. Su curiosidad y el gusto por el flamenco hizo que quisiese aprender más palos. “Cuanto más aprendía, me daba cuenta de que eso era un fondo sin fin”, asegura. Y ahí estaba la saeta. “siempre la había escuchado, lo que pasa que es un palo muy complicado de cantar”, confirma Rocío.
Aun así, Rocío se sentía atraída por este cante “emocional y de compromiso”, como ella lo define. “Es una plegaria”, continúa, que ella empezó a entonar en Alcalá de Henares al Cristo de los Doctrinos, hermandad a la que además pertenecía -y pertenece. “Me hice del Cristo de los Doctrinos y de la Virgen de la Esperanza, y automáticamente, asocié que por qué no podía cantarle unas plegarias flamencas a ese cristo. De ahí nació todo”, explica.
Rocío conocía la saeta, “siempre había escuchado” y no duda en asegurar que “es un palo muy complicado de cantar”. Es un cante que rara vez va acompañado de instrumentos, ya que hay algunas que sí se cantan con bandas. Pero lo habitual es que sea a capella, “libre”. “Es un cante que hay que mecerlo mucho”, señala Rocío, quien, además, afirma, que cantar saeta tiene “una complejidad importante”. Esta cantaora explica que la saeta puede dividirse en varias partes, en las que hay tonos muy altos, intermedios y bajos. “Si empiezas alta, al final, que es cuando tienes que rematar y dar el do de pecho, te ves comprometida”, especifica.
Todavía no ha podido entregar su voz a ninguna de las cofradías de nuestra ciudad, puesto que “no ha surgido la oportunidad”. Pero Rocío no tiene ningún problema en cantar una saeta en Ceuta esta Semana Santa. Es más, puede que surja la oportunidad este Lunes Santo con el paso del Medinaceli por la Tertulia Flamenca. “Quizá le paren y le cantemos”, apunta, buscando nuevamente ese “momento especial, de entrega, pero a la vez muy bonito, porque es único”. Rocío guarda con cariño en su memoria, precisamente, uno de esos momentos. “Hay una saeta que yo hice con mi hermano”. Ambos cantaron a dúo en su hermandad, en Alcalá de Henares, al paso del Cristo y de la Virgen, “que además se unión con el Medinaceli de allí. Fue un momento muy especial que voy a recordar siempre”, rememora.
Al igual que su hermano está vinculado con ella en el cante, la madre de ellos, de manera indirecta, también lo estaba. Otro de los recuerdos de Rocío, asociados a la saeta, es la imagen de su madre “debajo del balcón del casino de Alcalá a ver cómo su hija cantaba. Era mi fan número uno y lo será siempre”, narra.