La orientación sexual no es motivo de insulto
            Hoy se conmemora en España el Día de la Visibilidad Lésbica, aunque la proliferación de delitos de odio contra la orientación o identidad sexual no es noticia hoy, lo es siempre. Aunque algunos se aferren a un oscuro episodio con aspecto de denuncia falsa para desmentir la gravedad de la situación, no se puede ignorar que han ido sucediendo episodios denigrantes a lo largo de la historia, desde el brutal ataque protagonizado por una jauría humana en A Coruña, a primeros de julio de 2021, que acabó con la vida de Samuel Luiz Muñiz, hasta las agresiones que sufren a diario miles de personas del colectivo LGTBIQ+.
No es ilógico que un colectivo que sufre la opresión y violencia de una minoría se sienta inseguro, vulnerable e indignado. Porque amar a una persona es amor, sea hombre o mujer, y nadie tiene el derecho de atentar contra el sentimiento más puro que existe. En pleno Siglo XXI, cualquier ciudadano es libre, o al menos debería. Además, debe reinar la diversidad, y evidentemente, la libre elección de la opción sexual.
Es inexcusable atajar cualquier conducta violenta, tanto si es explícita y trágica como si se trata de insultos, bromas o malas prácticas en cualquier circunstancia cotidiana. Para ello, se debe, en primer lugar, educar. Educar en valores, en el respeto y en tener a la diversidad como clara protagonista. Los niños crecen en un trinomio de escuela, familia y sociedad, y si no se camina de la mano, el destino no es más que la ignorancia, la violencia y la injusticia. Aunque no es lo único, porque también se necesitan recursos, respuestas policiales y judiciales inmediatas. La denuncia es necesaria, las opiniones homófobas, o lesbófobas, coincidiendo con este 26 de abril, Día de la Visibilidad Lésbica, deben acusarse. Y quien diga lo contrario, está perdiendo. Perdiendo todo el respeto posible, sea un transeúnte o un partido político, no es no siempre, y una broma o comentario no es lícito si no hay reciprocidad.
Es necesario insistir en que el menosprecio al diferente, el recurso al amedrentamiento y el odio, acaban conformando un colectivo intolerante y retrógrado. Y este odio tiene consecuencias, psicológicas o físicas, y nadie debe sentirse intimidado o expuesto por amar a alguien de su mismo sexo, porque vivimos una sociedad en la que todos somos diferentes, y eso es lo interesante, convivir por la paz, y qué mejor que en la ciudad de las cuatro culturas para respetarnos los unos a los otros, apelando al respeto, a la identidad, y al corazón.