En tus brazos el resto de mi vida

Javier Chellarám
Hace ya la tira de años, no sé si sería más de la edad que tengo yo, o si acaso sería algo pasado entre tiempos inmemoriales, era la historia de amor de dos viejecitos, que se querían con locura, que sufrieron los avatares de las convulsiones de España, y tenían sus raíces en esta Ceuta mía.
Y cada vez que camino por bajo los soles caballas, bajo los vientos y ruidos que encierran sus murallas, los rinconcitos del Foso de San Felipe, me veo pasar por los Jardines de la Argentina, que bellos y lindos son.
Y fue que hace tantísimos, años, aquel hombre tan mayor, que conocía su tierra, le dio por atravesar aquellos jardines de la Argentina, donde se encontraba un barcito... llamado bar Jardín... y entre sus esplendores, flores, jardines, macetas, y arboledas, aquel ancianito, se metió y le dio por pasear, entre medias, árboles centenarios, que encierran más de una mirada, más de un suspiro, y tantos amores y desamores, bajo un sol y los cantiñeos de los pájaros, que se entremezclan con sus verduras, el abuelito, se acordaba de su media naranja, si alguna vez volviera, a verte, a quererte, a tenerte entre mis brazos, como sería, volvernos a ver con cien años menos, mecidos en estos columpios, grabando nuestros corazones, en estos árboles, tú con mi nombre y yo el tuyo.
Y aquella mañana, aquel viejecito con su boina encasquetada, regresaba feliz a su morada, colmado de ilusiones y esperando que llegaran, una vez más sus nietos, y sus jolgorios y algarabías. los que venían saltando, los que venían brincando, y los que traían, gloria bendita, aparte de sus abrazos, aquella piña fresquita, recién cortada con un flamante cuchillo eléctrico, donde los abuelos se suspiraban por las delicias , que traía la época moderna, eso de cortar una piña en medio minuto...
Los años pasaron, y las noches agosteñas se recogían, y bajo un canto fugaz de un canario que suspiraba sus atardeceres, los viejecitos, añoraban sus andanzas, bajo las coplillas estremecías de una radio ya gastada... mientras los hijos se iban de cardeo con los niños de ferias y cabalgatas.
Si llegó el día de la partida de uno de ellos, a la compañía y el amparo de Dios, y el destino del universo, echara la moneda al aire, y dijera ay Reina mía te toca a ti, y se fue de su verita, vera, y con las lágrimas y los llantos silenciosos de una mañana, con la piel enrojecida , él se estremecía que se había despedido su media naranja, él se acordaba de sus besos y cariños, al recordar aquel día de sol en su jardín del amor, una misma mañana.
Si tanto se querían, y tanta pasión suspirando amor que el día de su partida, mirando para el Estrecho, en medio del viento de su mirada, dijo ay por Dios, abrirme el cajón y verla dormida, que este llanto , sea mi adiós, y verte mi vida, que otro año, yo me iré contigo, para seguir en tus brazos , el resto de mi vida.