Guerra de la Independencia española (1808-1814)
La primera batalla de la guerra, 8-14 de junio de 1808. Batalla de la Poza de Santa Isabel, bahía de Cádiz

Siempre se ha escrito que la primera batalla de la Guerra de la Independencia fue la batalla de Bailén, 19 de junio de 1808, antes de esta batalla hubo otra, 8-14 de junio de 1808, la de la Poza de Santa Isabel en la bahía de Cádiz.
Antecedentes de la batalla de la Poza de Santa Isabel.
Francia en 1802: Dos vicealmirantes de la armada francesa deseaban obtener el mando de la escuadra combinada hispano-francesa, dichos mandos eran Pierre Charles Silvestre de Villeneuve y François Étienne de Rosily-Mesros. Siendo elegido Villeneuve.
Batalla de Trafalgar.
Napoleón descontento con Villeneuve, había ordenado al ministro de marina Mr. Decrés que Villeneuve fuese relevado por Rosily-Mesros, con la orden de romper el bloqueo de la escuadra en Cádiz.
El 14 de octubre de 1805 le llegó a Villeneuve la noticia de que sería sustituido, días más tarde decidió enfrentarse en Trafalgar a la flota británica; en contra de lo que opinaban mandos españoles como Gravina o Escaño.
La batalla de Trafalgar tuvo lugar el 21 de octubre de 1805 con 33 buques de la escuadra combinada hispano-francesa, (15 navíos de línea españoles y 18 franceses), después de la derrota solo 10 navíos y cinco fragatas arribaron a Cádiz, entre ellas 5 francesas. Los ingleses al mando de Nelson participaron con 27 navíos de línea, aunque con grandes averías todos los buques ingleses regresaron a Gibraltar.
El vicealmirante Villeneuve fue capturado y enviado a Francia, siendo puesto en libertad bajo palabra. El 22 de abril de 1806 apareció muerto en la habitación de un pequeño hotel de Rennes.
Tras la muerte del almirante Horatio Nelson durante la batalla el 21 de octubre de 1805, pasó el mando de la escuadra británica al almirante John Child Purvis, estando a las órdenes directas de Cuthbert Collingwood, la escuadra inglesa se mantenía frente a Cádiz impidiendo la entrada y salida de cualquier embarcación de la rada, estando bloqueada por un tiempo de tres años, desde 1805 a 1808.
Llegada de Rosily-Mesros.
El 25 de octubre de 1805, cuatro días después de la batalla, llegó Rosily-Mesros a Cádiz, en silla de posta, tomando el mando de lo que quedaba de la armada combinada hispano-francesa. Solicitó y recibió de Godoy la orden de prioridad para reparar los barcos franceses tras la batalla de Trafalgar. (Como hemos señalado, Rosily-Mesros llegó a Cádiz cuatro días después de la batalla, de haber llegado antes, probablemente, nunca hubiera tenido lugar dicha batalla)
El 2 de mayo de 1808 se produjo el levantamiento del pueblo de Madrid, este fue el inicio de la Guerra de la Independencia-
En 1808 Rosily-Mesros, aún continuaba en Cádiz, con su escuadra compuesta de los barcos siguientes. Navío Insignia, Herós, Neptune; Algesíras, Plutón y Argonaute y la fragata Cornélie.
La escuadra británica seguía bloqueando Cádiz desde la batalla de Trafalgar. Con la misma idea de 1805, tener encerrada a la flota combinada franco-española.
Debido dicho bloqueo británico de la bahía de Cádiz, el almirante Rosily-Mesros propuso al jefe de escuadra Ruiz de Apodaca el intercalar los barcos franceses y españoles, con el fin de que “las escuadras estuvieran a cubierto de un ataque inglés”. Dicha propuesta fue aceptada por el Comandante General del Departamento Marítimo de Cádiz, el ilustre Jefe de la Escuadra, el Teniente General Don Juan Joaquín Moreno D´Hontlier y Belthier, nacido en Ceuta el 24 de septiembre de 1735.
Los barcos franceses y españoles quedaron como sigue: Neptune, de 92 cañones (francés), Príncipe de Asturias, de 112 cañones (español), Héros, de 84 cañones (francés), San Justo, de 74 cañones (español). Algésiras, de 86 cañones (francés), Montañés, de 76 cañones (español), Argonaute, de 74 cañones (francés), Terrible, de 74 cañones (español), Plutón, de 74 cañones (francés), fragata Cornélie, de 42 cañones (francesa), San Fulgencio (español) y San Leandro (español)
Al parecer Rosily-Mesros, no se daba cuenta de los graves sucesos que estaban ocurriendo en España, Juan Joaquín Moreno y Ruiz de Apodaca aislaron el 22 de mayo a los buques franceses, separando a las cañoneras francesas que junto a las españolas, defendían la entrada de Sancti Petri
En breves días de estar al lado de los franceses habíamos pasado a estar al lado de los ingleses.
El 28 de mayo el general Solano, reunió a los generales de mar y tierra que se hallaban en Cádiz, entre ellos Moreno y Ruiz de Apodaca.
El 29, José Luquey, ayudante del general Solano, anunció al pueblo de Cádiz, que se había acordado en la Junta de Oficiales de Marina, no se debía de atacar a la escuadra de Rosily-Mesros, pues también se destruiría a la española, ya que ambas estaban intercaladas.
Tras el anuncio, la población quedó enfurecida, saliendo al balcón el general Solano para dar cuenta de la situación. No consiguió ser escuchado, el furor degeneró en un motín al que se sumó una muchedumbre que llegaba desde la Alameda
El pueblo incontrolado se dirigió a Capitanía, destrozando la puerta, buscando al general Solano, al que consideraban un “afrancesado”.
Solano pudo escapar y buscó refugio en casa de una amiga irlandesa. Donde fue localizado por un grupo armado, intentó defenderse, pero debido al número de amotinados fue reducido. Al considerarlo un colaboracionista francés, pidieron su muerte inmediata. Fue asesinado por la espalda el 29 de mayo de 1808.
Después del asesinato de Solano, la Junta de Sevilla. Nombró Capitán General a don Tomás de Morla, dándole poderes para que, cuando llegara el momento, apresara o destruyera a la escuadra francesa.
Tras una reunión de mandos, el 30 de mayo, se llegó al acuerdo de separar los buques españoles de los franceses.
El almirante británico Purvis, encargado del bloqueo, se ofreció a penetrar con sus buques en la Bahía de Cádiz para ayudar a los españoles y poder capturar a los buques franceses, negándose en rotundo Morla, no quería que Cádiz se convirtiera en un nuevo Gibraltar.
El jefe del Departamento Marítimo y jefe de la Escuadra, Juan Joaquín Moreno, preparó el ataque apoyado por Apodaca. Haciendo todo lo posible para poder organizar a las fuerzas de ataque, a pesar de los pocos medios con que contaba el arsenal.
Juan Joaquín Moreno dictó las órdenes correspondientes al ataque. En ellas determinaba que las cañoneras debían de colocarse en primera línea a tiro de cañón del enemigo y, tras ellas, los botes de auxilio con la tropa y las embarcaciones menores que hubiesen de conducir los pertrechos, arpeo para sacar los buques incendiados y bombas para apagar los incendios.
Moreno, desde su falúa, dirigiría el ataque, que se realizaría simultáneamente por las bombarderas y cañoneras desde el arsenal y la bahía. Mientras, el general Morla, como autoridad superior, mantendría las negociaciones con Rosily-Mesros. Terminado los preparativos y autorizado el ataque por la Junta de Sevilla, el general Morla inquirió la rendición al almirante Rosily en la mañana del 9 de junio, a cuyo escrito contestó Rosily, negativamente. Como señalaremos más adelante.
A parte de las baterías instaladas en tierra, que contribuyeron a la victoria final, en la mar participaron los navíos Príncipe de Asturias, Montañés, Terrible, San Leandro, San Fulgencio y la fragata Flora. Uniéndose algunos faluchos y cañoneros
La lucha fue dura ese día. Las fuerzas navales atacaron durante cinco horas sin poder vencer la enérgica resistencia que ofreció la escuadra francesa. A las nueve de la noche cesó el combate por ambas partes.
El día 10 de junio el combate continúo al rayar el día, aunque con menos energía por ambas partes. A media mañana, el buque francés “Herós” izó la bandera española en el palo mayor como señal de parlamento. Con gran satisfacción Moral, Moreno y Apodaca dieron órdenes para suspender el fuego.
Damos parcialmente algunos datos de la correspondencia entre el general Morla y Rosily-Mesro, sobre la rendición de la escuadra de este último.
El 9 de junio, como hemos señalado arriba, el general Morla dirigió la primera carta al almirante Rosily solicitando la rendición de la escuadra.
Sr. Almirante. La Nación Española, religiosa, amante de sus Soberanos, fiel y leal a ellos, y siempre valerosa con honor, no ha podido ver sin una irritación la perfidia con que la Francia se ha apoderado de nuestro amado monarca sin guerra declarada, y con apariencia de cordial amistad.
Más adelante señala. A este efecto doy a V.E. dos horas de tiempo para que se resuelva la rendición; más negándose a ella después de este tiempo, o viendo de hacer cualquier movimiento, soltaré mis fuegos de bombas y balas rasas, (que serán rojas si V.E. se obstina) atacará la Escuadra Española, y también las fuerzas sutiles. En fin, la Escuadra Inglesa estará a la boca del puerto para que no quede el menor recurso.
La carta termina. Conozco el honor militar, y no sería capaz de intimar a V.E (a quien personalmente estimo) cosa contraria a él. Cierto no se marchare este rindiéndose; pues que no puede tener V.E., la menor vislumbre de no ser destrozado, perdidos sus buques, y no solo la vida de sus tripulantes, si no tal vez otras fuera del Campo de Marte.
Quedo de V.E.&.
A esta hay una contestación del día siguiente (9) del almirante Rosily.
A bordo del navío almirante “El Héroe”, en la bahía de Cádiz.
Señor Capitán General. Siento mucho no poder cumplir los deseos de vuestra Excelencia, mi deber no me lo permite; no he atacado, no me dieron tales órdenes, en mi conocimiento tenía la nación española como nuestra aliada; continuaré defendiéndome.
Le repito. Señor Capitán General, la seguridad de mi consideración más distinguida; de Vuestra Excelencia, el más humilde servidor. Rosily.
A su Excelencia, Señor Thomás de Morla, Capitán general de la provincia.
El mismo día vuelve a escribir Rosily:
Señor Capitán General. Quisiera yo mismo arriar la bandera, pero no existe un hombre en mi escuadra que me lo consintiera: me doy perfecta cuenta, que la propuesta de Vuestra excelencia acaba de hacerme, tiene grandes motivos humanitarios. Creo que se podría adoptar un término medio; sería dejarme salir de Cádiz con la promesa firme de que los ingleses me darían cuatro días sin venir tras de mí y sin enviar exploradores; pido este número de días porque algunos de mis navíos funcionan mal.
Acepte, Señor Capitán General, la seguridad del cumplimiento por mi parte; de Vuestra Excelencia, el más humilde servidor. Rosily.
El día 11 nueva carta de Rosily a Morla:
Señor Capitán General – Forzado a defenderme a causa de su recelo que mi amado estado inspira en el pueblo de esta provincia, le propuse ayer a Vuestra Excelencia, para tranquilizarle salir de la bahía, en caso de que los ingleses no aceptasen tal acuerdo, le propongo desembarcar mis medios de ataque, conservando a bordo solo mis equipajes, no izaría ninguna bandera; se nos darían rehenes para nuestra seguridad la de mis enfermos y la de todos los franceses en Cádiz y en la provincia sus propiedades públicas y privadas; lo entregaría igualmente.
Se me abastecerá como hasta ahora, proporcionándonos víveres y el agua que me sean necesarios; en fin, estoy dispuesto a pasar por todas las circunstancias que mi honor pueda concilia, así como el de los que sirven bajo mis órdenes.
Privado por mi nueva propuesta de medios de defensa contra cualquier enemigo, pido seguridad contra lo que pueda surgir.
Si Vuestra Excelencia acepta la idea que le propongo podrá nombrar de una parte y otra comisionarios, para concluir con detalle un acuerdo basado en estos principios.
Reciba, Señor Capitán General, la nueva seguridad de mi consideración más distinguida.
De Vuestra Excelencia, el muy humilde servidor Rosily.
A su Excelencia, Señor Thomas de Morla, Capitán General de la provincia.
Carta del 14 de junio de Rosily. Señor Capitán General: Me veo forzado por todas las fuerzas que usted ha reunido contra mí a entregar mis navíos; no opondré más resistencia porque creo que es del interés de las dos naciones el que no se destruyan ambas flotas. Lo hago cuando incluso Vuestra Excelencia no me ha anunciado seguridad para mis hombres y sus pertenencias; cuento demasiado con la lealtad española y la generosidad particular de vuestro carácter para no tener nada que temer.
Deseo que Vuestra Excelencia evacue los navíos uno a uno para evitar el desorden que muy a menudo sucede en estas ocasiones.
Siguiendo las costumbres de la guerra, le suplico que me conceda, o me haga conceder, la autorización de enviar un oficial a su majestad el Emperador para darle cuenta de estos acontecimientos.
Soy yo, Señor Capitán General, con más alta consideración de Vuestra Excelencia, el más humilde servidor. Rosily.
A su Excelencia, Señor Thomas de Morla, Capitán General de la Provincia.
Carta de fecha 20 de junio de Rosily a Morla:
Señor Capitán General. He tenido el honor de escribirle el 20 de este mes para recordarle la petición que le había hecho a su Excelencia el 14 de junio durante mi rendición, esta es una petición normal en las costumbres de guerra recibidas y yo la vi como parte de las condiciones para que me rindiese, dejando el resto a su discreción. Citada petición es para mí de gran interés. El Señor Rey se dirige a Francia y podría llevar mis cartas, pero solo alguno de mis hombres podría explicarle las cosas por ser testigo de los sucesos.
No veo que interés nacional pueda oponerse a mi petición justa y de la cual puede depender mi honor, mi bienestar futuro y la de los míos. Puede tener la seguridad del oficial al que mandase es un hombre prudente y discreto, incapaz de mezclarse en otros asuntos que yo no le haya encargado.
He dejado de combatir por motivos de humanidad hacia mis hombres, viendo que después de todos mis esfuerzos tendría que rendirme de igual forma, esta humanidad ha repercutido tanto en los españoles como en mis hombres; en fin, le recuerdo, con insistencia, señor Capitán General esta petición que entendí como acordada durante mi rendición, ya que no se me negó entonces y es una costumbre aceptada por todas las naciones.
El carácter liberal del señor Lord Collingwood me es conocido por lo que no me permitirá pasaportar a este oficial. Acepte, Señor Capitán General, la nueva seguridad de mi consideración más distinguida.
De vuestra Excelencia, su más humilde servidor. Rosily. (Literal)
A su Excelencia, Señor Thomas de Morla, Capitán General de la Provincia
(Las cartas cruzadas entre Morla y Rosily, del libro (“Apresamiento de la escuadra francesa del Almirante Rosily”). Escrito por el Almirante don Enrique Barbudo. La hemos adjuntado al escrito con la autorización de don Ignacio Barbudo, hijo del almirante don Enrique Barbudo, jefe del Estado Mayor de la Armada, fallecido).
Por motivo de espacio solo hemos reseñado parte de las cartas.
Tras la rendición de Rosily-Mesros, el general Morla hizo publicar la siguiente proclama.
“Gaditanos; la escuadra francesa, al mando del almirante Rosily, acaba de rendirse a discreción confiado en la humanidad y generosidad del pueblo español. Cádiz, 14 de junio de 1808. Morla”
Al rendirse, el botín de guerra fue cuantioso; 3.676 prisioneros, 442 cañones de a 24 y 36, 1.651 quintales de pólvora, 1.429 fusiles, 1.069 bayonetas, 80 esmeriles, 50 carabinas, 505 pistolas, 1096 sables, 425 chuzos, 101.568 balas de fusil, más toda la carga de munición de la artillería de los buques, y sobre todo, fueron los víveres los que calmaron al menos el hambre de los españoles.
Los prisioneros franceses de marinería y tropas fueron recluidos en La Carraca y a bordo de los navíos españoles “Terrible” y “San Leandro”. Más adelante se consideró poco conveniente su permanencia en estos buques y fueron trasladados a los navíos desarmados “Castilla” y “Argonauta”, los cuales, como pontones, fueron amarrados a los existentes en la bahía. Los oficiales, la plana mayor y el almirante Rosily fueron autorizados a permanecer en sus buques.
Rosily solicitó a Morla permiso para enviar un oficial al emperador, para dar cuenta de lo ocurrido. La petición fue denegada por la Junta de Sevilla, insistió Rosily con una carta a la que contestó Morla duramente, aunque Morla no por ello dejo de apoyar la petición cerca de la Junta de Sevilla. Esta decidió en última hora que fuese el propio Rosily el que comunicase al emperador los hechos, siempre que diese su palabra de honor de no combatir contra los españoles, en tanto no fuese canjeado. Aceptado por Rosily, acompañado por varios de sus oficiales, abandono Cádiz, tras concederle Lord Collingwood un salvoconducto. Antes de dejar Cádiz, el almirante Rosily se despidió del general Morla y le rogó que se encargase del cuidado de las dotaciones prisioneras. Estos prisioneros sufrieron un cautiverio que envilece los anales de cualquier historia. Se les prometió repatriación y la mayor parte sucumbiría en el destierro en la isla de Cabrera. Pero no sería culpa española, sino los puñeteros intereses ingleses, que se anteponían a cualquier acción humanitaria contraria a su estrategia. Ellos no habían prometido nada. (Esto último de Guardiasalineras).
La captura de la escuadra de Rosily tuvo gran trascendencia en toda España, por lo que la Junta Suprema de Sevilla decidió conceder recompensas a los que habían intervenido en ella. Peor no hubo tacto en la forma de hacerlo ni en la medida. Aunque el combate fue glorioso, no fue tan cruento o difícil. A los oficiales de la marina y el ejército se le concedió el grado inmediato, pero con una ligereza tal en la concesión, que resultaron favorecidos individuos que no habían tenido parte en la acción. A los generales don Tomás Moral y don Juan Joaquín Moreno les fue otorgado el uso de la Banda Roxa que usaban los vocales de la Junta Suprema de Sevilla. Para conmemorar el hecho, se creó una medalla, de la cual, aún se conservan algunos ejemplares. Era de Bronce de forma ovalada, llevando en el anverso una corona triunfal de la que pende un águila imperial invertida y dos sables cruzados. Anverso “Por la rendición de la escuadra francesa”, en el reverso “9 de junio de 1808”. (Tomado en parte de As de Guía/Poza de Santa Isabel)
Uno de los más beneficiados fue la propia Real Armada, que ya no se mantenía ni el nombre, ya que en el Estado General de la Armada del año de 1835, solo quedaban tres navíos en la Armada, entre ellos precisamente el insignia de Rosilly, el Héroe, del porte de 80 cañones, aunque estaba desarmado en Ferrol, junto al Guerrero, de 74, y el único activo era el Soberano de 74 que se encontraba en la Habana. (Fundación Legado de las Cortes)
Sobre el Teniente General de la Armada y Jefe del Departamento Marítimo de Cádiz don Juan Joaquín Moreno, nacido en Ceuta el 24 de septiembre de 1735 y fallecido en Cádiz en 1812, ya hemos escrito en diversas ocasiones en este mismo diario EL PUEBLO DE CEUTA.
Algunas fotos utilizadas en diversos escritos son tomadas de Internet, tratamos siempre de citar las fuentes y sin ánimo de lucro, solo intentamos dar a conocer destacados personajes ceutíes, algunos poco conocidos y otros olvidados a los que debemos de recordar o acciones en las que hayan intervenido.