El destino de Elcano tras la primera vuelta al mundo

Elcano nunca recibió otros honores que él esperaba alcanzar, como el hábito de Santiago o el título de Capitán General de la Armada. Obtuvo a cambio una renta de 500 ducados anuales

Pintura de Juan Sebastián Elcano.  / FOTO CEDIDA
Pintura de Juan Sebastián Elcano. / FOTO CEDIDA

Miguel Ruiz Calderón

El mismo 6 de septiembre de 1522, por la tarde, tras haber arribado a Sanlúcar de Barrameda con las primeras luces del alba, emprende la nao Victoria el camino de regreso a Sevilla remontando el Guadalquivir con la ayuda de una barcaza con doce remeros. El día 8 llega a la ciudad hispalense, donde desembarcan 18 supervivientes exhaustos, pero con la satisfacción de haber sido los primeros que habían dado, en un solo viaje, la vuelta al mundo.

Acude la tripulación, con cirios y descalzos, al convento de Santa María de la Victoria para postrarse ante la Virgen y luego a la Catedral ante la imagen de la Virgen de la Antigua.

Juan Sebastián Elcano escribe una carta a su rey Carlos I de España, que ya por entonces se había convertido en Emperador, y era, por tanto, además Carlos V de Alemania, dándole cuenta de lo sucedido.

En esa misiva le día con toda claridad y sencillez:” Más sabrá su Alta Majestad que, hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por Occidente e veniendo por Oriente”

El Emperador recibe a Elcano que llegó a la Corte acompañado de Francisco Albo, el contramaestre de la Trinidad y autor del Derrotero de la expedición, Hernando de Bustamante, barbero (médico), y la presencia de tres indios moluqueños supervivientes de los doce que salieran en su día de Tidore. En el escudo que se le concedió al insigne navegante quedaría reflejada la frase que Carlos I pronunció al respecto: “Primus circumdedisti me” (El primero que me rodeaste).

Elcano nunca recibió otros honores que él esperaba alcanzar, como el hábito de Santiago o el título de Capitán General de la Armada. Obtuvo a cambio una renta de 500 ducados anuales.

Casi tres años más tarde, encontramos a Elcano embarcado en la expedición de García Joffre de Loaysa con destino a las Molucas y que partió desde La Coruña el 25 de julio de 1525.

Pues bien, en ese viaje Juan Sebastián Elcano moriría el 4 de agosto de 1526 en aguas del Pacífico, al igual que el capitán Loaysa. Aunque tradicionalmente se ha venido diciendo que la causa del fallecimiento de Elcano y otros 40 tripulantes en el plazo de un mes se debió al escorbuto, nuevas investigaciones recientes apuntan a que la causa de la muerte de Elcano y los otros expedicionarios se debió a una intoxicación alimentaria al comer un gran pez “con dientes como de perro”, posiblemente una barracuda. Dicha intoxicación se conoce con el nombre de “ciguatera”.

En los días anteriores a su muerte Elcano, sintiéndose ya muy enfermo, otorgó su testamento con fecha de 26 de julio de 1526, estando a 1º de latitud sur en el Océano Pacífico. Dicho documento suministra una gran cantidad de información acerca de su última voluntad, sobre su familia, sus bienes, vestidos etc.

Elcano lega su fortuna a su hijo Domingo, siendo ésta reversible sobre su madre, Catalina del Puerto, que todavía en 1535 reclamaba al Consejo de Indias 500 ducados anuales que Elcano habría recibido, más 200.000 maravedíes por su participación en la expedición de Loaysa.

Curiosamente entre los bienes que Elcano declara llevar a bordo figura un monocordio (instrumento musical de cuerda parecido a la cítara pero con una sola cuerda y con la caja de resonancia rectangular), lo cual quiere decir que era hombre al que le gustaba la música. El hecho de llevarla en el barco quiere decir que también lo utilizaría como distracción en las interminables horas de un viaje tan largo, o quien sabe, serviría para acompañar a ese grupo de hombres en sus cánticos, junto con tambores y panderos que llevaban en las naves.

Otro aspecto interesante de su testamento es el legado de 24 ducados (entre 12000 y 15000 euros actuales) al monasterio de la Santa Verónica de Alicante (hoy conocido como de la Santa Faz), donde quería haber venido de romería “por no poder ir”. Sin duda había un estrecho vínculo entre Elcano y este lugar.

Fue milagroso que aquel testamento terminara llegando a España, pero así fue, aunque con cierto retraso: al menos diez años después de haber sido redactado.

Esta disposición de Elcano nadie la llevó a cabo y quedó olvidada. Hasta que la Armada española quiso ocuparse del asunto. Y fue en 1944 cuando se hizo entrega al monasterio de la Santa Faz de una suma de dinero- 15000 ptas de la época- en memoria de Elcano y además se hizo un acto solemne que tuvo gran difusión en España.

La noticia fue recogida en su portada por el diario ABC de Madrid en su edición del 21 de abril del citado año de 1944.

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