Javier Marías, breve nota sobre su figura intelectual
Isabel Villalta
Ha fallecido este domingo 11 de septiembre. Lo siento en mi modesta alma de filóloga.
Quizás también porque nació el mismo año que yo, pero sobre todo por haber sido un gran defensor de la expresión correcta del español. Entre muchos otros atropellos a nuestra gramática castellana, como académico rebatía el leísmo de persona masculina en favor del correcto neutro LO (lo querían mucho, lo he visto, lo habéis llamado (a él). Así lo aprendí desde pequeña en el uso correcto también humilde de mis padres y empecé a sufrir cuando venía creciendo el uso del amanerado LE.
Javier Marías ha muerto como Almudena Grandes demasiado joven, en escasos diez meses de diferencia. Unas pérdidas intelectuales muy importantes para nuestro país y las letras españolas, no solo en la defensa del castellano correctamente expresado en la amplia producción de novelas de los dos, sino también en la de una sociedad progresista que reconozca y luche por su dignidad, la justicia y las libertades.
A Javier Marías lo he leído mucho y con deleite en sus artículos de El País. Le dolía la falta de honestidad de sectores gobernantes de legislaturas recientes anteriores que condujeron a España hacia el retroceso y han utilizado la política en favor propio y de sus amigos. Marías era, como su propio apellido significa en etimología, alto. Alto de pensamiento y de trayectoria. Escritor, traductor y editor, nos ha dejado una gran obra escrita que merece leerse para discernir y crecer.
Desde las tempranas Los dominios del lobo y Travesía del horizonte, escritas cuando contaba apenas 20 años, de vocación lúdica y culturalista, iría llegando, hasta completar más de veinte novelas, su etapa productiva afortunada. Esta ha pasado por El hombre sentimental (1986), Todas las almas (1989), Corazón tan blanco (1992), Mañana en la batalla piensa en mí (1996), Negra espalda del tiempo (1998) o Fiebre y lanza, primera parte de Tu rostro mañana (2002).
Su obra además de traductor de la narrativa anglosajona, por la que recibió el Premio Nacional de Traducción por Tristam Shandy (1979), le abrió camino a su valiosa obra novelística.
La configuración de su estructura narrativa se sostiene en la creación de un narrador reflexivo en minuciosa busca de la coherencia de los hechos. Hechos acontecidos en su pasado, una narración memorística de estilo digresivo realizado en primera persona.
Al leerlo, se diluirán sombras, se aclararán dudas...
Lo tendré presente en mi cabecera. A él, a Javier Marías.