La vuelta atrás
Cada vez que el Partido Popular critica los pactos del PSOE con Bildu, salen los voceros de la izquierda a decir que Bildu es un partido democrático y que no se puede relacionar con ETA, a pesar de que su actual jefe, Otegui, fue condenado por ser miembro de ETA y de que sigue sin condenar los cientos de asesinatos que su banda cometió. Y la idea machacona es que la banda terrorista ya no existe, que hace diez años que dejó de matar. O sea, que reconvertidos todos a demócratas, a pesar de que hay todavía cientos de crímenes de ETA sin resolver, toda la izquierda nos dice que hay que mirar al presente y olvidar el pasado y que el Partido Popular quiere “mantener viva” a ETA para obtener rédito electoral. Y dicho queda. Dicho sin rubor.
¿Pero no se dan cuenta los de la izquierda que aquello que censuran es lo que ellos hacen, pero elevado a la potencia n? Hace unos días, el presidente del Gobierno dijo que iba a pasar a la historia por sacar a Franco de su tumba. Es dudoso que la historia recuerde ese evento cósmico, pero es evidente que la izquierda sí quiere “mantener vivo” el franquismo y a Franco, quienes dejaron de matar no hace diez años sino más de cincuenta. Si ETA es historia, Franco es prehistoria y si la memoria democrática debe recordar asesinatos de hace ochenta años, cosa con la que todos estamos de acuerdo, ¿por qué la izquierda quiere olvidar los asesinatos cometidos hace diez? ¿ETA fue menos cruel que Franco? ¿Sus herederos ideológicos pueden compartir, cuando no decidir, la gobernabilidad de España? ¿No sería igual que quienes se identifiquen con el franquismo fuesen determinantes para la estabilidad de España?
La Constitución de 1978 fue un pacto nacional de reconciliación y propició una amnistía para muchos etarras, pero la banda se mantuvo al margen de la democracia hasta que fue derrotada por ella. ETA jamás ha buscado la reconciliación como banda armada, por lo que parece muy alejada de la coherencia y de la dignidad la posición de esa izquierda de hoy, que quiere “resucitar” una guerra que no conoció y, al mismo tiempo, se afana en congraciarse con quienes antes de ayer dejaban muertos en cunetas después de dispararles en la nuca y por la espalda. Personas inocentes, cuya justicia histórica queda fuera de nuestra legal memoria democrática.
