A Don Antonio Bernal

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Conocí a don Antonio una tarde gris de Octubre, unos días después de haberse iniciado el curso 1963-1964 en la nueva Escuela Normal de Magisterio localizada en la calle El Greco, dentro de la barriada del Morro. Atrás dejábamos los alumnos el edificio obsoleto y casi en estado ruinoso de La Marina, donde confluían un mobiliario anticuado, una instalación eléctrica deficiente que provocaba a veces cortes de luz que interrumpían las clases, filtraciones de agua que se hacían patentes en días de lluvias intensas, y una sensación de inseguridad que se palpaba cuando se caminaba por aquellos pasillos donde retumbaban las pisadas. La nueva sede que estrenábamos, reunía todas las comodidades necesarias para el desarrollo de una vida académica normal.

Don Antonio estaba a cargo de la asignatura de Metodología y Organización Escolar del tercer año de carrera. Desde el primer día mostró su disposición para ayudar a los alumnos que, preocupados, se enfrentaban a una materia nueva no cursada en años anteriores y que encerraba sus dificultades.

De verbo fácil y fluido , convertía sus clases, potencialmente farragosas, en amenas y comprensibles, pues desbrozaba y aclaraba con ejemplos, los aspectos más áridos dentro de cada tema. Porque además don Antonio inspiraba confianza, empatía, sabía transmitírsela a los alumnos, y eso suponía el poder dirigirse a él en cualquier situación, para pedirle aclaración sobre algún aspecto que no hubiese quedado suficientemente explicitado.

Al finalizar el curso en junio de 1964 y tras una dura Reválida, comencé la tarea de preparar las Oposiciones para alcanzar una plaza como Maestro Nacional. Con 273 temas por delante (no hay error en la cifra), que incluían: Religión, Formación del Espíritu Nacional, Física y Química, Fisiología, Matemáticas, Geografía e Historia, Lengua y Literatura y finalmente Pedagogía, Historia de la Pedagogía y Metodología y Organización Escolar, me encomendé , como otros compañeros, a las buenas prácticas de una Academia de Oposiciones que regentaba don Teófilo Escribano en la Calle Real, y donde don Antonio, impartía lógicamente las materias de su competencia, es decir el área de Pedagogía, más la preparación específica del análisis sintáctico de un texto , el cual se incluía en la primera de las tres pruebas que componían el bloque del primer examen.

Recuerdo nítidamente cómo un día le pregunté a don Antonio la manera de afrontar con éxito la exposición oral del tema de Pedagogía, sobre todo si la bolita del bombo deparaba un tema complicado de desarrollar. Cualquier cosa, antes que quedarse mudo ante el tribunal examinador. Porque eso suponía el suspenso seguro.

Don Antonio no me contestó en ese momento. Calló prudentemente, y al día siguiente vino con un par de folios mecanografiados que dictó a continuación. Nos explicó después que el texto que nos había facilitado podía servir, a modo de introducción, para incluirlo en un puñado de temas de Pedagogía que nos pudiera salir en el examen oral. Garantizaba que, aprendiéndonos su contenido y exponiéndolo con soltura, al menos daríamos la sensación al Tribunal de que dominábamos el tema que nos había tocado en suerte.

Confieso que hice uso de aquella introducción para adornar la exposición de esa prueba oral sobre Pedagogía que tantas preocupaciones me había causado en el transcurso de la preparación de aquellas difíciles Oposiciones del Estado.

Nunca más ví a don Antonio. Los avatares del destino me llevaron a ejercer mi labor docente en la Península primero como maestro y luego como profesor de Instituto. Sé de sus incursiones en el ámbito de la política y su ingente labor en pro de la cultura local, con la creación de la UNED en Ceuta, o la Escuela de Idiomas, entre otros hitos dentro del ámbito educativo, en su larga y prolífica carrera dedicada a la docencia.

Lo eché en falta cuando hace casi tres años, el 1 de febrero de 2020, celebramos en Ceuta el 85 aniversario de la creación de la Escuela Normal de Magisterio en el edificio de La Marina. Hubiera sido una gran ocasión para mostrarle mi agradecimiento por lo mucho que me aportó como profesor y como persona. D.E.P. querido don Antonio.

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