Torrijas y chuparquías

Palma Amorós Rodríguez

Si haciendo torrijas andan, serán para la parida”, decía Lope de Vega allá por el 16221.Y es que durante el Medievo y hasta el s. XIX, la torrijas formaban parte de la dieta de las parturientas antes y después de dar a luz por aquello del dicho de que “lo que se come se cría”. Además de su gran aporte calórico, se pensaba que el consumo de leche estimulaba la secreción en las mujeres recién paridas. De ahí las diferentes forma de nombrar a las torrijas como sopes de partera (Menorca), torradas de partidas (Galicia), revanadas de parida (sefardíes) u otros localismos como torradas (Cataluña), torrades (Mallorca), tostadas (Cantabrias), torrejas (Colombia, México...), picatostes (Asturias), llesquetes en ou (Valencia), tostada francesa y demás variantes europeas en Alemania, Países Bajos....

Las torrijas se ofrecían tanto a las madres como a los invitados que acudían a conocer al neonato y a celebrar que no había ningún muerto. Recordad que a comienzo del siglo XVIII, una de cada catorce mujeres moría por consecuencia del parto. De ahí el motivo de celebración y la necesidad de reanimar a las mujeres que acababan de dar a luz.

Las torrijas son uno de los dulces más antiguos que conocemos. La primera mención se encuentra en un libro de cocina del siglo IV-V que hacía alusión a un gastrónomo romano2: “ Toma buenos panecillos de mosto africanos sin corteza, y ponlos en leche. Cuando estén remojados mételos en el horno sin que se sequen. Sácalos calientes, pínchalos y úntalos con miel para que empape. Espolvorea con pimienta y sirve”.

Esta receta no llevaba aún huevos ni azúcar, productos que fueron introducidos por los árabes en la penísula ibérica. Hasta el siglo XV no aparecen las torrijas tal y como hoy las conocemos: Pan remojado en leche con canela, rebozado en huevos, fritos y espolvoreado con azúcar.

En el siglo XIX, con la revolución industrial y urbana y la expansión de la clase media, las torrijas pasaron a ser de consumo general, junto a natillas, arroz con leche y buñuelos, para contrarrestar la estricta dieta de la Cuaresma. La necesidad de aporte calórico y de aprovechar el pan sobrante durante los 40 días de ayuno en los que no se podía comer carne parece ser el motivo de la vinculación de las torrijas con la Semana Santa. En el siglo XX, y ya fuera del ámbito doméstico, las tabernas de Madrid agasajaban a sus feligreses menos practicantes con un chato de vino acompañado de sabrosas torrijas.

En el caso de la comunidad musulmana, la chuparquía, chebakía,, sh’bakía3 es el dulce tradicional marroquí por excelencia. Se prepara al inicio del Ramadán y se consume cada día para el iftar. Su origen se remontan a la llegada de andalusíes y de judíos sefardíes al Magreh tras su expulsión de la península ibérica por los Reyes Católicos.

Su técnica es más laboriosa. Consiste en una masa de harina con almendras molidas, mantequilla y levadura, aromatizada con anís, canela, hebras de azafrán, vinagre y agua de azahar, cortada en tiras y dobladas en forma de flor, frita en aceite de girasol, bañada en miel y espolvoreada con semillas de sésamo fritas. Curiosamente, la técnica de freir masas y bañarlas en miel fure traída por familias árabes y otomanas desde el Oriente Medio en su expansión hacia Occidente. Por eso las chuparquias y las torrijas son parecidas a otros dulces hindúes y pakistaníes como el yalehi y el yaangri. Los postres dulces como la buena vida es aquella cuyos ingredientes están bien entrelazados que es, en definitiva, lo que significa el término bereber shebaquía y lo que la comunidad del IES Abyla quiere celebrar con este I Concurso de Gastronomía y Convivencia de Torrijas y Chuparquías 2023. ¡A saborearlo!

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