El agua en España y en el Mundo

José María Fortes Castillo

Hace una veintena de años, anticipé la gran escasez de agua que sufriríamos en un futuro próximo. La imagen de una España inmersa en una sequía devastadora, se ha hecho cada vez más habitual. La nefasta actuación política que, durante las últimas décadas, han llevado a cabo los responsables del Plan Hidrológico en nuestro país, nos han llevado a esta caótica situación. Desde el origen de la vida, los primeros asentamientos del hombre, han sido siempre cerca del agua. El agua es esencial para la supervivencia de todas las formas conocidas de vida. Visto el sistema solar, la Tierra es el planeta del agua o planeta azul. El 71% de la superficie del globo terrestre está cubierto por océanos. Menos del 3% del agua del mundo es dulce y de esta, más de las tres cuartas partes está congelada. De esa cuarta parte restante, solo el uno por cien es fácilmente accesible para la vida terrestre, incluido el hombre. A pesar de estos números, en la tierra hay suficiente agua dulce para todos. El gran problema es que está mal repartida.

Sobre el planeta todos los años cae entre 113.000 y 120.000 billones de metros cúbicos de agua dulce en forma de lluvia o nieve. Suficiente para inundar todos los continentes hasta una profundidad de 80 centímetros. Más que suficiente para satisfacer todas las necesidades predecibles.

Hay agua para todos, pero mal distribuida. Existen zonas con mucha cantidad y otras con poca o ninguna. A esta última corresponde la mayor parte de África y Oriente Medio, buena parte del oeste de los Estados Unidos, noroeste de México y el 80% de Australia entre otros.

Islandia con 372.520 habitantes, posee suficiente lluvia como para que, a cada uno de los islandeses, les corresponda 50.982 metros cúbicos de agua dulce al año. Kuwait con una población ocho veces mayor, no cae prácticamente una gota que compartir.

Más de 2.000 millones de personas perteneciente a 80 países en todo el mundo, viven en zonas que sufren escasez crónica de agua. Con el índice de crecimiento de la población en el mundo, la crisis irá en aumento.

Los cambios climáticos originados por el efecto invernadero seguramente incrementarán este problema, dado que a la vez que aumenta el calentamiento de la Tierra, cambiará el régimen de precipitaciones. La verdad es que el futuro no nos lo pintan fácil.

En la actualidad el consumo por habitante/día, se ha incrementado en un 250%, desde el inicio del siglo XX hasta nuestros días. Si a ello también sumamos el incremento de la población, más la ausencia del tan “cacareado” plan hidrológico -que siempre lo están proyectando y siempre lo están prometiendo, pero que nunca lo llevan a efecto-, el resultado es la situación caótica que padecemos. Hemos sido rápidos en el consumo y demasiado lentos en actuar.

La consabida frase; “es un bien caro y escaso” es una “chorrada” que alguna vez utiliza el político de turno para querer esconder sus limitaciones e ineptitud.

Cuando el hombre ha llegado a la luna, cuando hemos sido capaces de instalar gigantescas redes de tendido eléctrico, vías ferroviarias y de carreteras, no es de recibo que en el mundo mueran cada día más de 30.000 personas por el uso cotidiano del agua. El agua sucia es a la vez, la mayor causa de mortalidad en el mundo. La falta de agua conlleva la falta de higiene y ésta la diarrea, que mata a más de 4 millones de niños en el mundo.

Es curioso observar en algunos desiertos del Oriente Medio, las redes de tuberías conductoras del petróleo, hasta los puertos para su embarque. En cambio, esos mismos pueblos se mueren de sed.

Gastamos millones buscando agua en Marte, y en la Tierra, no la llevamos a los que la necesitan. En el norte de Burkina Faso en África, hay mujeres que tienen que caminar durante cuatro horas para ir a buscar agua. En algunas partes del continente africano, pueden llegar a dedicar hasta doce horas diarias en la tarea. Es un trabajo agotador y extenuante, que consume las escasas calorías de su escasa dieta diaria, a la vez que les ocupa un tiempo que podrían dedicar al cultivo de alimentos.

En cierta ocasión, un alto funcionarios de las Naciones Unidas, le preguntó a una mujer africana, si era consciente de la importancia de educar a sus hijos para que se lavaran las manos después de defecar o antes de ingerir algún alimento, ella le respondió: -Tengo que recorrer todos los días 11 kilómetros con el agua a cuesta. Si pillara a alguien desperdiciándola para lavarse las manos, le mataría-. Es curioso porque en Bangladesh en el Centro de Investigación de Enfermedades Diarreicas, se realizaron unos estudios donde se muestra que el ejercicio de lavarse las manos en estos casos, reduce los episodios de diarrea en un 45% en los niños menores de cinco años. Reitero, no pueden tener higiene, por falta de agua.

España no es ajena a este problema. La zona norte está bien servida del líquido elemento, al contrario que en el sur de la península, donde escasea y algunos veranos, nos vemos obligados a racionarla en distintos lugares.

En los próximos años, será necesario invertir mucho dinero, para equiparar a España en exigencias medioambientales al resto de países europeos. En este campo, la vía de negociación de mayor envergadura es el agua. Cabría preguntarse ¿qué se ha hecho en los últimos 50 años? ¿Qué podemos hacer ahora que, con la crisis económica, el poco dinero que poseemos, es para engordar las cuentas corrientes de un grupo de desalmados que se llaman políticos?

Hoy nos permitimos el lujo de ducharnos con agua potable. Hecho, que probablemente no podrán permitirse nuestros descendientes, a no ser que se apliquen con urgencia medidas correctoras. Está claro que nuestros hijos no recibirán una buena herencia. Siempre me he caracterizado por tener un espíritu libre, por lo tanto, no me identifiqué nunca con el régimen dictatorial que precedió a esta pantomima de democracia, pero siendo objetivo, he de reconocer la buena labor hidrológica que por entonces se llevó a cabo, con la construcción de diferentes presas y embalses por toda la geografía española, y que al dictador le valió el sobrenombre de “Paco rana”. Gracias a aquel plan hidrológico y a “Paco rana”, hoy no tenemos el agua racionada.

España ha apostado por un modelo de gestión del agua que prioriza los grandes consumos agrícolas. El regadío para la agricultura es el gran consumidor de agua en España, se bebe el 80% de este recurso de nuestras cuencas, y según los datos oficiales, la superficie de regadío no ha dejado de crecer en las últimas décadas.

Además, en aquellas zonas donde no existe agua disponible en ríos y embalses, se hace uso del agua subterránea, poniendo en peligro las reservas de agua del futuro. Como consecuencia, el 25% de los acuíferos están gravemente sobreexplotados.

Además de la mala gestión, debemos añadir los incendios forestales que asolan a toda España. Están arrasando cientos de miles de hectáreas cada año. El tercio sur de la Península Ibérica junto a los archipiélagos, están en riesgo alto o muy alto de desertificación y se estima en nueve millones de hectáreas el terreno afectado por este gran problema.

Fue un gran acierto, la instalación (siempre que funciones en óptimas condiciones) de la planta de desalación en Ceuta, dado que es una alternativa viable cuando los recursos hídricos convencionales son escasos o no están disponibles. Otra alternativa es la reutilización del agua que, tras sufrir las medidas correctoras necesarias, en las estaciones depuradoras de aguas residuales (E.D.A.R.), puedan ser reutilizadas para riegos de jardines o baldeos de vías públicas.

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