Francisco Camuñez López Ceuta 1757-1810 Guanajuato, México

Sargento mayor del Regimiento Dragones de la Reina. Uno de los primeros españoles muertos al inicio de la guerra de Independencia de México

Escudo del Regimiento Dragones de la Reina. / FOTO CEDIDA
Escudo del Regimiento Dragones de la Reina. / FOTO CEDIDA

Francisco Camuñez nació en Ceuta el 27 de agosto de 1757, siendo bautizado en la Santa Iglesia Catedral al día siguiente de su nacimiento, eran sus padres don Antonio Camuñez y doña Francisca López, ambos naturales de Ceuta.

Tanto su padre como su abuelo intervinieron en batallas en el mar contra los argelinos y en los campos de Ceuta contra los marroquíes.

Francisco Camuñez desde corta edad obtuvo la gracia de entrar como cadete en el Regimiento Fijo de Ceuta. A inicios de 1787, ya subteniente, solicitó su pase al Regimiento Fijo de México. Siéndole concedido.

Casó con doña Casilda Matamoros, desconocemos la fecha, de dicho matrimonio nacieron cuatro hijos, dos niñas y dos niños.

Recibió la licencia de embarque el 27 de noviembre de 1787 con destino a Veracruz con embarque desde Cádiz, en el pasaporte va acompañado de su esposa doña Casilda Matamoros, de treinta y cinco años de edad, sus hijas Josefa María de África; de quince años de edad; María de los Dolores de tres años y su hijo Leandro Nazario de cuatro meses, en dicho pasaporte también aparece un criado de nombre Antonio de Loyal.

Dicho embarque lo realizan en la fragata Nuevo Matamoros, curiosamente Matamoros era el apellido de su esposa.

Estando en su nuevo destino nacería su cuarto hijo, José.

Los hijos de Francisco Camuñez, Leandro Nazario y José, a solicitud de su padre, fueron admitidos como cadetes en 1794, en esa fecha Francisco Camuñez era teniente

En 1795, estando Francisco Camuñez destinado en México en el Regimiento Dragones de la Reina, con el fin de establecer un cuartel militar en San Miguel el Grande, se autorizó la integración del Regimiento de Dragones de la Reina en la región, tomando el nombre de Dragones Provinciales de la Reina de San Miguel el Grande. Francisco Camuñez quedó como sargento mayor del mismo. Al mando de este regimiento se puso a don Narciso del Canal como capitán, ascendiendo más tarde a coronel. Narciso del Canal era un criollo descendiente de españoles de Lebeña, Santander, España.

La guerra por la independencia de México se inició el 16 de septiembre de 1810, cuando el cura de Dolores, Miguel Hidalgo Costilla (CURA HIDALGO) pronunció el “GRITO DE DOLORES”. La independencia de México culminaría con la entrada en Ciudad de México del Ejército Trigarante, de Iturbide el 27 de septiembre de 1821.

El 16 de septiembre de 1810, se inició el levantamiento armado en Dolores, dirigido por el cura Hidalgo; con Ignacio Allende, Juan Aldama (ambos capitanes del Regimiento de Dragones de la Reina) y Mariano Abasolo. Al llegar a Atotonílco, el cura Hidalgo enarboló el estandarte de la Virgen de Guadalupe como enseña de la revolución.

Las fuerzas revolucionarias se dirigieron a San Miguel el Grande, pensando que allí se les uniría los Dragones de la Reina.

Escudo del Regimiento Dragones de la Reina. / FOTO CEDIDA
Escudo del Regimiento Dragones de la Reina. / FOTO CEDIDA

En la plaza se encontraban formados los soldados al mando del mayor Francisco Camuñez, quien al ver a la multitud, ordenó a sus hombres que abrieran fuego. Los soldados, que de inmediato reconocieron a Allende y Aldama como capitanes de su regimiento, en lugar de acatar la orden, estallaron en vítores en favor de los revolucionarios, por lo que sin dificultad tomaron la ciudad el día 16 de septiembre. Donde detuvieron e hicieron preso a todos los españoles militares y civiles que pudieron aprehender.

El 21 de septiembre el Cura Hidalgo escribió al Intendente y Jefe Político don Juan Antonio de Riaño.

Señor Intendente de la Provincia de Guanajuato.

Don Juan Antonio de Riaño:

Sabe usted ya el movimiento que ha tenido lugar en el pueblo de Dolores la noche del 15 del presente. Su principio ejecutado, con el número insignificante de 15 hombres, ha aumentado prodigiosamente en tan pocos días, que me encuentro actualmente rodeado de más de cuatro mil hombres que me han proclamado su Capitán General. Yo a la cabeza de este número, y siguiendo su voluntad, deseamos ser independientes de España y gobernarnos por nosotros mismos.

La dependencia de la Península, por 300 años, ha sido la situación más humillante y vergonzosa, en que ha abusado del caudal de los mexicanos, con la mayor injusticia, y tal circunstancia los disculpará más adelante. Precipitado ha sido su principio, pero no pudo ser de otra manera, sino dando lugar y providencia de asegurar a los españoles, para lo cual he tenido fuertes razones. Traigo a mi lado los avecindados de Dolores, San Miguel el Grande, y los que se han recogido en esta ciudad.

Uno solo ha recibido una herida, y por ella ha quedado en su casa para que se restablezca, quedando su persona segura de toda violencia. En San Miguel hubo un pequeño desorden en la casa de un español, que se evitó cuando fue dable que no siguiera adelante.

Por esto verá usted que mi intención no es otra, sino que los europeos salgan por ahora del país. Sus personas serán custodiadas hasta su embarque, sin tener ninguna violencia. Sus intereses quedarán al cargo de sus familias o de algún apoderado de su confianza. La Nación les asegura la debida protección; yo, en su nombre, protesto cumplirlo religiosamente. Más adviértase que estas consideraciones solo tendrán lugar en el caso de condescender prudentemente en bien de sus personas y riquezas; más en el caso de resistencia obstinada, no respondo de sus consecuencias.

No hay remedio, señor intendente: el movimiento actual es grande, y mucho más cuando se trata de recobrar derechos santos, concedidos por Dios a los mexicanos, usurpados por unos conquistadores crueles, bastardos e injustos, que auxiliados de la ignorancia de los naturales, y acumulando pretextos santos y venerables, pasaron a usurparles sus costumbres y propiedad y vilmente, de hombres libres, convertirlos a la degradante condición de esclavos. El paso dado lo tendrá usted por inmaduro y aislado; pero esto es un error.

Verdad es que ha sido antes del tiempo prefijado; pero esto no quita que mucha parte de la Nación no abrigue los mismos sentimientos. Pronto, muy pronto, oirá usted la voz de muchos pueblos que respondan ansiosamente a la indicación de libertad. Como el asunto es urgente, lo es también la resolución de usted. Puede nombrar dos individuos de su confianza, hombres de instrucción y de saber, con instrucciones suficientes para tratar un negocio de tan vital interés.

Reúna usted, si le conviene, a las clases principales, lo mismo que a los europeos de mayor influencia; trátese la materia con detenimiento, con madura reflexión, de suerte que si se consulta a la razón, si entra en ella la conveniencia personal, los intereses y la paz, no dudo que habrá un término satisfactorio.

El movimiento nacional cada día aumenta en grandes proporciones; su actitud es amenazante; no me es dado ya contenerlo, y solo usted y los europeos irreflexivos, tienen en su mano la facilidad de moderarlo por medio de una prudente condescendencia; si, por el contrario, se resuelve por la oposición, las consecuencias de casos semejantes son tan desastrosas y temibles, que se deben evitar aun a costa de grandes sacrificios.

Como los acontecimientos por momentos se precipitan, solo podré esperar cuatro o cinco días, para saber el resultado favorable o adverso en consecuencia del cual arreglar mis determinaciones. Pido a la providencia divina, con todas las veras de mi corazón, lo ilumine en un asunto de tanta magnitud para el país y para los españoles residentes en él.

Una abnegación prudente, nos daría un resultado satisfactorio y sin ejemplo; tal vez quedaríamos amigos, y bien podría ser que en el seno de la amistad, protegido de una madura reflexión, se arreglara un negocio de tanta magnitud, en que se vería nada menos que, derechos santos e imprescriptibles de que se ha despojado a la Nación mexicana, que los reclama y defendería resuelta, siguiendo adelante en su actual empresa y llevando a su frente, que le sirva de guía, el signo de la justicia y el poderoso auxiliar de la convicción.

He cumplido, Sr. intendente, con indicarle a V. E. mis intenciones, o mejor dicho, las de la Nación. Soy hijo de Guanajuato, por quien tengo grandes simpatías; le deseo el bien posible, y ansío por qué no pasen sobre él los grandes males que lo rodean; y veo que no hay otro medio de conjurarlos, que el arbitrio que le propongo.

Paz y felicidad; guerra desastrosa y exterminio. V. E., se inclinará por el más humano y racional, siendo, por tanto, un objeto de gratitud y de bendiciones, o tal vez, por desgracia, la execración de las edades venideras. Pido de nuevo a Dios omnipotente, le conserve su importante existencia y le proteja para resolver en un negocio tan grave y delicado.

Cuartel General en la ciudad de Celaya, a 21 de Septiembre de 1810.

Miguel Hidalgo y Costilla.

El 24 de septiembre Allende ocupó el pueblo de Salamanca, cerca de Guanajuato, el Cura Hidalgo es nombrado oficialmente “Capitán General del Ejército Insurgente”, y Ignacio Allende “Teniente General”

Hidalgo y sus hombres se dirigieron a Guanajuato, importante centro minero del virreinato, donde entraron el 27 de septiembre. El intendente Riaño e Hidalgo habían sido amigos, ya que se habían conocido años antes, durante la construcción de la Alhóndiga.

Al enterarse de la inminente llegada de los insurgentes a la ciudad, Riaño decide resguardar a los peninsulares y a sus familias, así como a la tropa bajo su mando, en la Alhóndiga. Este edificio, que fungía como depósito de grano, tenía la estructura de una fortaleza.

El día 28, de nuevo, el Cura Hidalgo envió dos cartas al Intendente Riaño:

Carta, en que don Miguel Hidalgo intima al Intendente Riaño la rendición de la plaza de Guanajuato, Cuartel general en la Hacienda de Burras, 28 de septiembre de 1810. El numeroso ejército que comando, me eligió por capitán general y protector de la nación en los campos de Celaya. La misma ciudad, a presencia de cincuenta mil hombres, ratifico esta elección, que han hecho todos los lugares por donde he pasado: lo que dará a conocer a vuestra señoría, que estoy legítimamente autorizado por mi nación para los proyectos benéficos, que me han parecido necesarios a su favor. Estos son igualmente útiles y favorables a los americanos, y a los europeos que se han hecho ánimo de residir en este reino, y se reducen a proclamar la independencia y libertad de la nación; de consiguiente yo no veo a los europeos como enemigos, sino solamente como a un obstáculo, que embaraza el buen éxito de nuestra empresa, vuestra señoría, se servirá manifestar estas ideas a los europeos, que se han reunido en esa alhóndiga, para que resuelvan si se declaran por enemigos, o convienen en quedar en calidad de prisioneros, recibiendo un trato humano y benigno, como lo están experimentando los que traemos en nuestra compañía, hasta que se consiga la insinuada libertad e independencia, en cuyo caso entrarán en la clase de ciudadanos, quedando con derecho, a que se les restituyan los bienes de que por ahora, para las urgencias de la nación, nos serviremos. Sí, por el contrario, no accedieren a esta solicitud, aplicaré todas las fuerzas, y ardides, para destruirlos, sin que les quede esperanza de cuartel. Dios, guarde a vuestra señoría muchos años como desea su atento servidor. Miguel Hidalgo y Costilla, capitán general de América. Copia de la carta confidencial, que se acompañó con el oficio antecedente

Señor don Juan Antonio Riaño. Cuartel de Burras, septiembre 28 de 1810.

Algo más tarde, Hidalgo mando a un emisario con una nueva carta:

Muy señor mío: la estimación que siempre he manifestado a usted es sincera, y la creo debida a las grandes cualidades que lo adornan. La diferencia en el modo de pensar, no la debe disminuir. Usted seguirá lo que le parezca más justo y prudente, sin que esto acarree perjuicio a su familia. Nos batiremos como enemigos si así se determinare; pero desde luego ofrezco a la señora intendenta un asilo y protección decidida en cualquiera lugar que elija para su residencia, en atención a las enfermedades que padece. Esta oferta no nace de temor, sino de una sensibilidad, de que no puedo desprenderme. Dios, guarde a usted muchos años, como desea su atento servidor, que su mano besa. _Miguel Hidalgo y Costilla._ En la Hacienda de Burras a 28 de septiembre de 1810.

La contestación estas cartas por parte del Intendente Riaño fue la siguiente:

No reconozco otra autoridad, ni me consta que haya establecido, ni otro capitán general en el reino de la Nueva España, que el excelentísimo señor don Francisco Xavier de Venegas, virrey de ella, ni más legítimas reformas, que aquellas que acuerde la nación entera en las Cortes generales, que van a verificarse. Mi deber es pelear, como soldado, cuyo noble sentimiento anima a cuantos me rodean. _Guanajuato, 28 de septiembre de 1810._ Juan Antonio de Riaño.

La respuesta de Riaño fue la señal de inicio al acoso de la Alhóndiga. Este mismo día los insurgentes atacaron la Alhóndiga de Granaditas.

El edificio resultó ser una notable y resistente defensa contra los ataques independentistas. A los hombres que ya venían con Hidalgo se sumaron mineros y gente de pueblo, que ayudaron en el sitio, proporcionando información sobre las personas que se habían resguardado en la Alhóndiga.

Dentro de la Alhóndiga las posiciones eran encontradas, entre los civiles que deseaban rendirse y los militares que estaban decididos a continuar el combate. Fuera del edificio, Hidalgo y los sublevados no encontraban la manera de entrar.

Un platero de nombre Lino, natural de Dolores, salió diciendo al populacho que se dirigieran a la Alhóndiga de Granaditas, al llegar se encontró con la guardia destinada a custodiar a los presos, que estaba formada por una compañía del regimiento de infantería, los insurgentes atacaron la puerta echándose sobre la guardia.

Los amotinados se arrojaron enfurecidos a hacer la mayor matanza, degollando a la mayor parte de los que se encontraban refugiados en la Alhóndiga

Fusilamiento del Cura Hidalgo 30/07/1.811. / FOTO CEDIDA
Fusilamiento del Cura Hidalgo 30/07/1.811. / FOTO CEDIDA

Entre los muertos, los más notables y conocidos, fueron los siguientes:

El Intendente Juan Antonio Riaño y su hijo mayor Gilberto, el mayor del Regimiento Dragones de la Reina, don Francisco Camuñez; el teniente coronel del mismo cuerpo, don Vicente Barros de Alemparte; el teniente Letrado y asesor ordinario de Intendencia, don Manuel Pérez Valdés; don Francisco Rodríguez, anciano y ciego; don Pablo y don Antonio María de la Rosa, del país. Dejamos aquí la relación por ser bastante extensa.

Nota: El Intendente José Antonio Riaño, era cuñado de Bernardo de Gálvez, así como de Luis de Unzaga, ambos habían sido gobernadores de La Luisiana, de Manuel de Flón Intendente de Puebla, México, que fallecería el 17 de enero de 1811 en la batalla de Puente Calderón, en Guadalajara, México y también del ceutí Joaquín de Osorno (Ceuta 01.03.1763), capitán del Regimiento Fijo de La Luisiana. Todos casados con hijas del matrimonio de Gilbert Antoine de Saint Maxent y Elizabeth La Roche.

El 26 de noviembre de 1810 el brigadier realista Félix María Calleja y Manuel de Flón, como hemos señalado cuñado de Riaño, toman Guanajuato.

Félix María Calleja, (Félix María Calleja del Rey Bruder Losada Campaño y Montero de Espinosa, 1753-1828), al saber de las terribles acciones de Guanajuato, ordenó tocar a degüello para que sus tropas avanzaran y acabaran con todos los que a su paso se encontraran.

Sin embargo, un fray de nombre José María de Jesús Belaunzarán, se enfrentó a Manuel de Flón y le suplicó ardorosamente que cesara la absurda matanza, argumentando que la población en general era inocente y que estaba al margen de la confrontación.

De inmediato Félix María Calleja y Manuel de Flón dieron contra orden y la matanza sobre los civiles y legítimos pobladores de Guanajuato por fin terminó.

Una vez tomado por Calleja, todos los puntos claves hizo varias detenciones, entre ellas las del coronel María Loreto de la Canal, que fue llevado a Querétaro, fue el que había dejado el Regimiento Dragones de la Reina al mando del mayor Francisco Camuñez.

El coronel Loreto de la Canal fue juzgado por infidencia, el 3 de diciembre de 1810. (Sumaría formada al señor coronel Dn Narciso María Loreto de La Canal). De dicha Sumaria solo adjuntamos algunos datos por ser muy extensa.

El 16 de septiembre, como a las cinco y media de la tarde, se hallaba el exponente en San Miguel el Grande, mandando del cuartel chico de su regimiento al cuartel grande (donde estaba su sargento mayor D. Francisco Camuñez con cincuenta y un hombres, incluso sargentos, a caballo, que fue quien recibió la orden), cuatrocientas pistolas cargadas a su satisfacción y con piedra nueva, cincuenta fusiles útiles, y trescientas once espadas, como igualmente siete mil cuatrocientos cartuchos con balas para armar a la gente que se pusiera contra Allende, el cura Hidalgo y Aldana, que según noticias se acercaba con gente a San Miguel, por si mandaba tocar generala, como lo esperaban, de su coronel Canal. Damos un salto en la declaración. El ayudante Gelati halló al coronel Canal, que lo llamó, diciéndole Gelati, entregue vd las pistolas, que de lo contrario estamos todos perdidos, y le doy a vd mi palabra que todo lo compondré sin derramar sangre; por cuyo motivo entregó su pistola.

De la declaración del regidor de San Miguel D. Domingo Berrio.

Antes de salir de su casa le propuso Juan Humaran, que era del parecer del ayuntamiento saliese a recibir a los insurgentes, a lo que se opuso con resolución y energía el declarante, y salió para la casa donde había sido citado, y no encontrando en ella a sus compañeros, se fue a la iglesia parroquial a rezar la corona de María Santísima, y poco antes de entrar en la iglesia, vio al sargento mayor de Dragones D. Francisco Camuñez, atravesando la plaza a paso apresurado, en ademán de que salía de la casa de su coronel Sr. Canal para el cuartel, infiriendo el declarante por la noticia que acababa de darle, que él iría a reunir a las tropas del regimiento para la defensa.

Esto es solo un pequeño resumen de la causa contra el coronel Canal, referente a Francisco Camuñez.

(La causa y oficio tomado de: Historia de México, Tomo II/Autor don Lucas Alaman)

En un oficio remitido al brigadier Calleja, dice que se introdujeron en la Alhóndiga varios europeos conducidos desde diferentes lugares, sin tomar razón de ellos. En número de doscientos cuarenta y siete dicen haberse reunido en aquel edificio.

En cuanto a los muertos, que las partidas de entierros solo se pudo sacar que los muertos sepultados habían sido ciento treinta y ocho, entre los cuales se comprendieron los cincuenta y uno de la lista que acompaña, habiendo muchos que habiéndoseles visto entre los presos, no se supo después de ellos; por lo que se supuso estar entre los muchos otros cadáveres que se sepultaron sin ser conocidos.

Pasado un tiempo, el 21 de marzo de 1811, fueron capturados por las tropas realistas en Acatita de Baján (Coahuila), junto con el cura Miguel Hidalgo, el máximo líder del movimiento, Ignacio Allende; Juan Aldana; Mariano Jiménez y cerca de mil insurgentes.

Al amanecer del 22 de marzo, la caravana de prisioneros en la que iban los principales caudillos insurgentes -atados con las manos a la espalda, los pies el uno con el otro y montados “a mujeriegas” sobre mulas- salió de Acatita de Baján rumbo a Monclova, a donde entraron a las seis de la tarde del mismo día.

Llegado el 26 de junio del mismo año fueron fusilados Allende; Aldana y Jiménez. El 30 de julio sería fusilado el cura Hidalgo.

Domingo Camuñez López / Ceuta 1745-1816 Mexico

Hermano de nuestro personaje Francisco Camuñez. Domingo fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios el día once de enero de 1745.

Ingresó desde niño como cadete en el Regimiento Fijo de Ceuta, donde ascendió a subteniente de cazadores y más tarde al mando de una compañía de desterrados armados. En 1787 solicitó la tenencia a uno de los nuevos regimientos de México.

No se la aprobó la tenencia en México, pero sí su pase como subteniente. Recibió la licencia de embarque el 27 de noviembre de 1787 junto con la de su hermano y familia de este con destino a Veracruz, zarpando desde Cádiz.

Estaba casado con doña Josefa Matamoros, hermana de la esposa de su hermano Francisco, a su marcha doña Josefa permaneció en Ceuta.

En 1789, cuando llevaba un año en su destino, Domingo fue promovido a teniente del Regimiento Fijo de México. En 1812 ocupaba el mando como comandante en Tuxpan, Veracruz.

En 1816 continuaba como comandante de veteranos al mando de la segunda división, que estaba compuesta de 670 plazas.

Domingo Camuñez falleció a finales de 1816.

De Francisco y Domingo Camuñez ya hemos escrito en este diario el 26.04.2021, ahora lo ampliamos con nuevos documentos.

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