La leyenda del Pineo

6364_pineo
6364_pineo

Pepe Fortes Castillo

Los viejos del lugar, contaban que cierto día de bonanza, cuando la bahía sur de Ceuta se encontraba en estado de “calma chicha” o mar blanca, jugaban en la playa de Miramar, un grupo de bellas muchachas lugareñas. De entre todas, había una que sobresalía de las demás, por sus formas más delicadas. Sus bellos cabellos rubios, caían como cascada de oro sobre sus hombros, sus ojos, grandes y azules, realzaban una belleza donde sobresalía por su sensualidad, sus labios, donde una eterna sonrisa dejaba ver la hilera de dientes de un blanquísimo marfil. Vestía con una túnica blanca, sujetada a la cintura con una cadenilla, que la ajustaba al cuerpo, ayudando a resaltar aún más su silueta de diosa griega.

Cuando más distraídas estaban, corriendo y jugando sobre la playa. Donde la bajamar llenaba el ambiente de un aroma inconfundible a marina. Una gigantesca ola apareció de improviso, inundando toda la playa y lo que podría haber sido una gran desgracia por la aparatosidad del suceso, quedó momentáneamente en un susto. Solo que más tranquilas y reposadas, todas aquellas muchachas, se dieron cuenta que faltaba Yasmina, la más bella entre tanta belleza.

La pobre Yasmina, se vio arrastrada por el agua y cuando se vino a dar cuenta, comprobó aterrada, qué atrapada entre las fauces de un monstruo marino, era conducida a las profundidades del mar.

En su desesperación y ahogo, sintió de pronto, que el terrible monstruo frenaba en seco su carrera, y que alguna fuerza brutal, abría las fauces de aquella criatura infernal, liberándola de la desagradable presión, que la tenía sujeta.

De pronto se sintió bien, respiraba como un pez y era conducida con extrema delicadeza a la superficie. Llegando a ella, giró sus bellos ojos hacia su salvador comprobando que se trataba de un bello y hermoso tritón.

-Gracias -logró pronunciar aún muy asustada. ¿A quién debo agradecer me haya salvado la vida?

-Soy Pineo, el tritón y ejerzo mi dominio en todas estas aguas, entre Punta Almina y Cabo Negro. En esta zona soy el rey, y si la quieres conocer, yo gustoso te enseñaría cada día un lugar.

Ella no daba crédito a lo que le estaba sucediendo. Se veía en los fuertes brazos de un hombre, aparentemente normal de cintura hacia arriba y pez el resto de su cuerpo y en vez de gritar llena de terror, se sintió segura. Tan segura como jamás lo estuvo. La mirada de aquel hombre, tan llena de ternura y la protección de aquellos hercúleos brazos, la hacía sentirse bien, tanto que hubiera deseado eternizar aquel momento.

El la condujo suavemente hasta la orilla y una vez en ella, ambos jóvenes, quedaron en verse todas las mañanas en la playa y efectivamente ella fue siempre fiel a su cita.

Cuando ella llegaba, él que la aguardaba posado sobre una piedra, salía a recibirla y asiéndola suavemente entre sus brazos, la adentraba en las aguas. Hoy las Manchas, mañana las Piedras Blancas, el Mogote, el Salchás, el Canto Tierra, la Ribera, el Canto Afuera, así un día sí y otro también, Yasmina y El Pineo, cada día más y con una fuerza arrolladora, se enamoraron el uno del otro, de tal manera, que cada día los paseos se alargaban, se hacían más duraderos y por el contrario a ellos se les hacía más cortos.

Yasmina, con el don de respirar igual que un pez, estando en los brazos de su amado, contemplaba asombrada, como Dios con su infinito poder, había dotado el fondo del mar de tan singular belleza. El la obsequiaba con collares de perlas hermosísimas y corales negros y rojos, pero su gran felicidad consistía en ir en los brazos de Pineo y contemplar aquellos fondos tan bellos. O entregarse a un amor desenfrenado allá en las profundidades, amor sin tapujos que solo dos corazones limpios y sinceros pueden lograr.

Así eran de felices los dos enamorados. Hasta que un día ella no acudió a la cita, ni lo hizo más. Una cruel enfermedad se apodero de la bellísima Yasmina y en pocos días, Dios la reclamó para su reino.

Cuando Pineo supo el fin de Yasmina, se le rompió el corazón y llorando su amargura, se posó en el mismo lugar donde siempre la esperaba. Allí quedó petrificado. Frente aquella playa, que fue escenario de inolvidables momentos de pasión, con su bella amante. Y aún permanece en el mismo lugar, esperando, desde hace miles de años, con la esperanza que algún día vuelva su amada.

Las gentes, cuando ven la piedra del Pineo, suelen decir que tiene la figura de un toro sentado. Otros que parece un león tumbado. Pero solo los habitantes del mar saben que es Tritón, su rey. Que espera paciente el regreso de su amada, la bellísima Yasmina, que tal vez algún día…

También te puede interesar

Lo último

stats