Etapas difíciles en la historia de Ceuta

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José María Fortes Castillo

Ceuta, a través de su larga historia, ha atravesado por momentos muy difíciles. Su situación geográfica, desde los tiempos más remotos, hizo de ella una ciudad muy codiciada por varios países, donde si tuviéramos que destacar a alguno, no cabe duda que ese sería Inglaterra, país que utilizó toda su astuta estratagema por hacerse con nuestra Ciudad, pero que la heroica defensa de los ceutíes hizo vanos aquellos intentos

Probablemente, una de las peores etapas para los vecinos de la ciudad, fuera tras la dominación romana, cuando el pueblo vándalo se hizo con la ciudad.

Genserico rey de los vándalos deseaba apoderarse de la Hispania Transfretana y con tal fin, en la primavera del año 429 (otras fuentes consideran que fue en el año 426), parte de Traducta (Algeciras) con un ejército de 80.000 hombres y conquista Ceuta, entonces conocida como Septón.

La llegada de los vándalos a Septón, fue una de las etapas más triste por la que ha pasado la ciudad. Estos bárbaros de origen germánico, profesaban la religión arriana, enemiga irreconciliable de los católicos, e hicieron honor a su apelativo con actos vandálicos que aún hoy son reconocidos, como tal, todos los desórdenes.

Alejandro Correa de Franca en “Historia de la mui noble y fidelíssima ciudad de Ceuta”, nos describe así aquellos momentos:

“Los sacrilegios ultrajes con que los vándalos trataban a la religión católica y lo sagrado de los templos de África, los con los que aniquilaba a sus ministros, los robos, vilipendios y muertes con que perseguían a los católicos, el desprecio con que a todos ofendían, usurpando a unos la honra, a otros la hacienda, a muchos uno y otro y a todos la libertad, tenían aquellos infieles habitantes llenos de miseria y más de deseos de verse exentos de dominadores tan execrables tiranos, contra los que ni un levantar los ojos les era tolerado y solo en lo más excusado de sus rincones, acompañados de sollozos y plegaria y anegados en la corriente de sus lágrimas, podían, humildes, suplicar a los santos, sus devotos, intercediesen para que tuviese fin su infeliz abatimiento”.

Pero no siempre fue por intentos de que países extraños nos trataran de conquistar,sino por el desastroso ramillete de políticos tanto a nivel nacional como local, que nos ha tocado sufrir a través de los tiempos. Otra etapa triste en el devenir de la Ciudad, acaeció en tiempos muchos más recientes. El siglo XIX fue el del colapso ceutí. Así lo define el más grande estudioso del pasado de Ceuta, Alberto Baeza Herrazti en su libro CEUTA 1900:

“Un periodo nulo, negativo, con la ciudad detenida, estancada, aherrojada en su condición de presidio.

Sin desarrollo ni progreso alguno, con un desorden e improvisación que ha dejado huella en su deplorable urbanismo. Callejas retorcidas, carencia de alineaciones, anarquía de trazados, barrancadas y derrumbes. Un prodigio de mal gusto y pobreza de miras que, por desgracia, quienes han venido luego, disponiendo de mejores medios y de ensanches vírgenes para rectificar y construir una ciudad nueva, se han empeñado en seguir imitando.

En el orden de las libertades la situación era mucho peor. Cualquier vecino podía ver suspendidas sus garantías constitucionales al menor estornudo. Los negocios de carácter civil quedaban sometidos al previo conocimiento del Comandante General y de su Auditor. El ingente papeleo burocrático para cualquier minucia, el arbitrario autoritarismo, la prepotencia castrense, la intransigencia y el rigorismo presidial lo invadía todo.

Prohibido festejar un natalicio o un casamiento en horas nocturnas; prohibido cortar leña o pastar las cabras sin la consiguiente autorización; prohibido pescar en las rocas, o sacar agua del mar, aunque se supone inagotable, sin un volante sellado y revisado; prohibido llevar bigote…

Segunda parte

Comentábamos en la primera parte de este repaso a los momentos más complicados para el pueblo de Ceuta a través de la Historia, que desgraciadamente no fueron debidos en su totalidad, a los intentos de otros países de adueñarse de este Paraíso del Norte de África (como le llama mi amigo Pedro Duarte Hernández), también la nefasta actuación de los políticos, tanto a nivel nacional como local, fueron culpables en gran medida, de las situaciones tan complicadas en la que nos hemos visto inmersos en tiempos pretéritos y en el presente. Siempre hemos sido y seguimos siendo, españoles de segunda fila, si no, sigamos leyendo los comentarios que, al respecto, hace nuestro gran historiador y paisano Alberto Baeza Herrazti en su gran obra “CEUTA 1900”.

Durante el siglo XIX se suceden ochenta gobernadores, sin otro objetivo que cubrir unos meses de escalafón y aspirar al ascenso. Los Ayuntamientos civiles, presentes –con sobresaltos- desde 1.813, solían ser una caricatura, y el Alcalde una figura decorativa manejada a capricho por el Gobernador de turno. En los años setenta un gobernador, de convicciones republicanas, obligaba a los curas a que explicasen los artículos de la nueva Constitución en las misas de los domingos, intercalados en el Evangelio.

Para “remediar” esta situación, por Real Decreto de 26 de Diciembre de 1.889, refrendado por Canalejas, se convertía al término municipal de Ceuta en “COLONIA PENITENCIARIA”. Por si fuera poco, un año más tarde, el Real Decreto de 27 de Septiembre de 1.890, aprobando un nuevo Código de Justicia Militar, en su artículo 159 consideraba a las Plazas de África “en constante estado de guerra”, lo que yugulaba toda actividad comercial, e ignoraba la realidad circundante, pues desde la Guerra de África de 1.860, hacía ya treinta años, no se había producido ningún conflicto ni incidente apreciable.

Todo ello en el umbral del siglo XX cuando, abierto el Canal de Suez, el tráfico marítimo por el Estrecho había aumentado de modo considerable, cuando las redes del comercio internacional se extendían a todos los países y continentes, cuando las naciones europeas daban fuertes aldabonazos para penetrar en los países norteafricanos, cuando Ceuta era inapreciable rampa de lanzamiento y la más importante baza nacional para impulsar esa penetración, a España solo se le ocurre convertir a Ceuta en selva de presos y campo de concentración. Increíble, pero cierto.

Al amparo de tan “inteligente política”, el presidio expandía su ambiente, asfixiando el desarrollo interior la plaza, la vida cultural y las aspiraciones de la ciudadanía. Ceuta estaba impregnada de presidiarios y hampones. “Y presos había entre los escribientes del Juzgado (militar por supuesto), los maestros de las escuelas, preso el encargado de la Biblioteca Municipal, e incluso algún ministro del altar. Los presos limpiaban las calles, conducían los féretros, cuidaban a los niños, suministraban agua a domicilio, evacuaban los pozos negros, eran albañiles, carpinteros o pintores, cobrando algún jornal por su trabajo”. A tal efecto, hay que recordar una frase de Antonio Ramos Espinosa de los Monteros que decía: “En Ceuta hallaréis muchos presos sueltos y muchos libres amarrados”.

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