Cumplir 18 años y a la calle: el drama de los marroquíes extutelados en Ceuta
Los menores del país vecino que llegan a la ciudad son acogidos en diferentes centros con comodidades hasta que llegan a la mayoría de edad y muchos son abandonados a su suerte. El área de Menores no ha querido responder a las preguntas de este medio

El lugar es un almacén repleto de palés y unos tres colchones en la buhardilla, a la que se accede por una escaleras improvisadas. Es un sitio frío y oscuro, pero la alternativa es la calle. Vivir a la intemperie. De hecho los inquilinos lo agradecen como si fuera un piso o una habitación en la ciudad autónoma. Son tres marroquíes de entre 18 y 19 años que dejaron de ser tutelados por las autoridades de Ceuta hace unos meses. Solo uno cuenta su historia y da su nombre. Es Abdelhak Aceurram. Cumplió 18 años y nadie de la administración tenía previsto que su tarjeta de residencia caducaría, según cuenta. De tener alojamiento, comida y cama, pasó a estar con sus maletas y en la calle. De no ser por la Organización Luna Blanca, que le ofreció cobijo cerca de la mezquita de Sidi Embarek, llevaría casi un año deambulando, el mismo tiempo que lleva intentando regularizarse. Como él, son muchos los marroquíes a los que se deja desamparados en Ceuta al cumplir la mayoría de edad. Sin apenas formación, sin saber bien el idioma. Sin importarle dónde acaba el chaval tras años de prestarle ayuda. El área de Menores no ha querido responder a las preguntas de este medio.

Abdelhak entró a Ceuta metido en los bajos de un camión. Tenía 15 años y su desesperada situación en Marruecos lo llevó a arriesgarse como otros muchos que lo hacen y no lo cuentan. Una familia desestructurada y problemas en casa hicieron que ya desde muy joven se fuera a vivir a la calle y deambulara por el país vecino sin otro propósito que vivir al día. En 2019 llegó a la ciudad autónoma. El proceso que pasó es el mismo que tienen que hacer los menores marroquíes que entran en Ceuta. En cuanto ponen un pie en la ciudad española, automáticamente pasan a ser tutelados por la administración y se les asigna un Número de Identidad Extranjero (NIE).

Dependiendo de la edad, son enviados a diferentes centros preparados y acondicionados para ellos. Abdelhak recaló en La Esperanza. “Si no fuera por este almacén estaría viviendo en la calle”, lamenta. Halima, portavoz de Luna Blanca, sostiene que en el almacén que les proporcionan tienen sus necesidades cubiertas, aunque recalca que no es un piso de acogida. “Cumples 18 y automáticamente te quedas en la calle. Este lugar lo proporcionamos nosotros a título personal, como una cosa humanitaria”.

Vida en Ceuta
Cuando Abdelhak llegó a La Esperanza su objetivo era escapar hacia la península para tener oportunidades, cuenta. Su día a día era merodear por el puerto de la ciudad para intentar colarse en algún camión y así cruzar. No lo consiguió. Una pelea en su lugar de acogida, en la que asegura que no estuvo involucrado, lo llevaron a él y a un amigo al centro de internamiento de menores Punta Blanca. Fueron sus peores años.

El joven afirma que ambos estuvieron todo ese tiempo estudiando y sin crear problemas. Cuando su amigo cumplió los 18 quedó en libertad y con la tarjeta de residencia recién renovada. A partir de ahí cada extutelado pasa a buscarse la vida y necesita buscarse un contrato de trabajo para tener la oportunidad de seguir renovando esa residencia. Abdelhak no corrió la misma suerte. “Nos da una pena tremenda cuando vienen estos niños, porque siguen siendo niños, pidiendo algún lugar porque esa noche y a saber cuántas más dormirán en la calle. Nosotros a veces no tenemos sitio”, lamenta Halima. Según cuenta Cruz Roja ofrece “pocos” alojamientos para algunos extutelados, pero ni Abdelhak ni Halima conocen el criterio que se sigue para obtener ese lugar de acogida, aunque sea unos días.

“A mí me prometieron que iría todo bien. Que saldría con mi documentación en regla y entonces ya podría buscarme la vida. El problema es que todo se demoró porque la jueza, decían, estaba de vacaciones. Cuando llegó la hora de salir, mi documentación estaba caducada”, sostiene Abdelhak. Su problema, explican Halima y Mustafa Abdelkader, presidente de Luna Blanca, es algo habitual en estos jóvenes.

“Algunos salen, por falta de previsión de la administración, con la documentación caducada o alomejor le quedan dos días para renovarla. Ahí está el problema. Sin un contrato de trabajo no puedes renovar la residencia. Sin residencia no puedes conseguir un contrato de trabajo legal. ¿En dos días o en cinco vas a conseguir un contrato de trabajo legal sin formación y con 18 años que te garantice la residencia? Es la pescadilla que se muerde la cola. No puedes ni irte a la península. Te quedas aquí, varado, como muchos jóvenes inmigrantes que vemos en Ceuta deambulando”, cuenta Halima.
La portavoz lanza una pregunta al aire. “¿Si te quedas con 18 años sin apoyo, sin formación, sin dinero, sin comida y sin un lugar donde dormir qué acabas haciendo? Es muy fácil juzgar sin saber la situación por la que ya han pasado y por la que siguen pasando estos chicos”, puntualiza.
Ineficacia
Mustafa Abdelkader insiste en dos vías primordiales que pueden marcar el futuro de estos chicos, algo que ya se hace en otras comunidades, aunque con menos presión migratoria: Formación Profesional e idioma. “No hay previsiones ni infraestructura planificada para estos niños. Yo he hecho muchas propuestas, una de ellas era la Formación Profesional. A la mayoría de ellos les falta el idioma cuando salen”, sostiene.
Mustafa argumenta que, quizás, el área de Menores de la Ciudad se desvincule de todo una vez son mayores de edad debido a un posible ‘efecto llamada’. “Esa franja de edad en Marruecos es mayoritaria, casi todo el mundo ha dejado de estudiar allí. El fracaso escolar es grande y la situación económica, social, familiar…tienen muchos problemas”, resalta.
El presidente de la organización cuenta que hace unos años se inició un proyecto de formación en el que la Ciudad puso a disposición de los jóvenes un carpintero, un electricista y un mecánico. “Me pareció una buena iniciativa, pero solo duró un año. Eso es como encender una bombilla y apagarla al mismo tiempo”. Otra iniciativa que triunfó y se dejó de hacer, explica Mustafa, fue relacionada con la hostelería, ya que la Ciudad contaba con un convenio con el Instituto Almina por el cual los niños comenzaron a hacer un FP en esa modalidad y acababan con un título. “También se acabó, por falta de fondos, decían”, afirma.
Aspectos legales
Alfredo Campos es abogado experto en migraciones. Estuvo varios años viviendo en la ciudad autónoma y corrobora esta situación que exponen tanto Halima como Mustafa y Abdelhak. “Para continuar en su situación de residencia deben disponer de medios de vida, pero claro, eso los vincula a que tengan un contrato de trabajo, ahí está el problema. En cierta manera esa reforma de la Ley de Extranjería es positiva, pero claro, como no se muevan ahí por parte de los servicios de menores de la comunidad que les tutela no van a conseguir nunca ese contrato de trabajo”, explica. La reforma a la que se refiere Campos es la del artículo 199, que se modificó en 2022. El área de Menores de Ceuta tampoco ha querido hacer declaraciones a este diario sobre este asunto.
“En sitios como Ceuta es complicado porque hay poco trabajo y más para una persona en estas condiciones. En proceso de integración. Como no se implique en este caso la ciudad autónoma en buscarles esa oferta o ese contrato de trabajo, pues lo van a tener realmente crudo”, afirma Campos. El abogado nombra otras zonas de España en la que se están llevando a cabo diferentes formaciones en sectores concretos donde el trabajo pueda ser más fácil conseguirlo. Aún así, esta formación si no se combinara con una previsión eficaz para renovar la residencia de los jóvenes antes de que cumplan los 18, para que tengan margen para encontrar empleo antes de que les caduque su estancia, no sería efectiva, según la información que dan los entrevistados.
Futuro de Abdelhak
El joven Abdelhak sigue intentando regular su situación a través de un abogado que una asociación ceutí le ha proporcionado. Actualmente es voluntario en Cruz Roja, tiene un curso de primeros auxilios, está haciendo otro para ‘primera atención a migrantes’ y tiene previstos varios más. Su idea, comenta, es seguir estudiando y encontrar un trabajo. Tiene claro que saldrá de Ceuta, un lugar del que tiene una mezcla de recuerdos. "Te pasan cosas muy difíciles, pero al final he aprendido. No olvidaré lo mal que lo he pasado aquí, un camino duro, pero también tendré recuerdos buenos. Solo queda regularizarme e intentar irme a la península en busca de oportunidades”, relata emocionado.