En busca del ‘ladrón de flores’ del cementerio de Santa Catalina

Han llegado quejas a este diario sobre el robo de coronas y ramos en el campo santo. El encargado y el sepulturero dan su versión y argumentan que el pronto deterioro los obliga a retirarlas o que con el viento se vuelan, aunque no niegan que haya “algún caso” en que personas las hurten, algo, explican, difícil de controlar

Foto J.I.M.
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Son más de 15.000 nichos los que descansan en el ‘laberíntico’ cementerio de Santa Catalina. Con vistas al mar, el sol aprieta y son pocas las personas que al medio día acuden al lugar a velar a sus difuntos. Un debate sobrevuela las últimas semanas por el campo santo: el robo de flores y coronas que los familiares colocan en las tumbas de sus seres queridos. Varias personas han denunciado el supuesto hurto a este medio. Desde la necrópolis, convencidos, tanto el encargado Antonio Troyano, como el oficial sepulturero, Diego Montero, además de Mustafa, uno de los de mantenimiento, lo tienen claro: es anecdótico. El deterioro de los ramos, con una vida de solo unos días, el fuerte viento que los desplaza y, admiten, algún “sinvergüenza” que los usurpe, algo “difícil de controlar”, son los motivos por los que muchos ciudadanos al llegar a las lápidas las encuentran desiertas.

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Javier Armuña acudió al entierro de su madre el pasado 31 de julio. Le colocó cuidadosamente un centro de flores para decorar la tumba. Dos días después, según cuenta, el sepulturero estuvo haciendo unos arreglos en esa zona y le envió una foto para que viera cómo había quedado. El centro estaba. Al tercer día ya había desaparecido.

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“Llevamos tiempo echando en falta flores y coronas en el cementerio. Fui a ver el arreglo y ya no estaba la corona. Demandamos más seguridad. En la zona de los columbarios ya es habitual el robo”, asegura Armuña, uno de los ceutíes afectados. A la semana, afirma, volvió con familiares a poner más flores. “A los pocos días también habían desaparecido”, se queja. Armuña cuenta que la semana pasada se habían llevado “hasta la espuma verde donde se colocan las flores”, refiriéndose al ‘oasis floral’. “Me parece una falta de respeto hacia los que están en el cementerio descansando. ¿Es tan cutre la gente que pone flores robadas a sus familiares?”, lamenta.

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Por los ‘pasadizos’ del camposanto pulula Mustafa, uno de los encargados del mantenimiento. “La gente piensa que las flores duran dos semanas y a los tres días están prácticamente secas. Por eso da mala impresión, de abandono. Con las coronas pasa igual, piensan que duran mucho y suerte es que duren cinco días”, explica. Mustafa hace un recorrido por el lugar señalando flores y centros “a los que le quedan poco días”, también enseña un contenedor repleto de centros bastante deteriorados. El empleado también resalta los temporales de viento que azotan la zona. “Las flores vuelan de sus sitios y luego no sabemos a qué tumba pertenecen”, aclara.

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A unos metros de la oficina del cementerio esperan Antonio Troyano, el encargado y Diego Montero, oficial sepulturero. Ambos parecen cansados de un debate que se ha repetido en varias ocasiones y del que, aseguran, tienen la respuesta. Troyano destaca las principales causas por las que algunas personas que llegan a las lápidas de sus difuntos las encuentran vacías. “Vamos a ver hay muchos factores. Los principales son que la gente no sabe que las flores y los centros duran lo que duran. A los tres o cuatro días hay que tirarlo todo. Otra cosa es el viento. Cuando pega fuerte se vuelan y es difícil saber la ubicación”.

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Luego, explican tanto Troyano como Montero, están los otros dos factores, algo más controvertidos. “No negamos que haya caraduras y sinvergüenzas que lleguen sin flores, vean algo nuevo y lo hurten para ponerlo en otra tumba. Pero si hicieran eso todas las veces nos daríamos cuenta. Pasa, sí, no lo negamos, pero no es habitual”, recalca Troyano.

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Montero añade otro factor relacionado con enemistades familiares. “Aquí llevamos más de 20 años y hemos visto de todo. Incluso familias peleadas que cuando vienen y ven los ramos de otros directamente se los quitan y los tiran a la basura”, afirma. Troyano sostiene que en estos dos últimos casos, la lucha está prácticamente perdida. “Contra eso ¿qué hacemos? Es una batalla imposible”, lamenta, aunque asegura que el supuesto problema se ha sobredimensionado.

Montero, Troyano y Mustafa, que pasan los días merodeando por el cementerio lo tienen claro: no roban las flores y, si pasa alguna vez, es anecdótico. Familiares como Armuña insisten en que hay que mejorar la seguridad y la vigilancia ante lo que considera “una falta de respeto hacia los difuntos”. Mustafa seguirá retirando coronas y ramos deteriorados a diario. Si hay un ladrón de flores o no ya queda en el pensamiento de las familias.

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