COLABORACIÓN
La saga de los García Conde (Parte segunda y última)
            José María Fortes Castillo
A veces, he comentado los hechos acaecidos en nuestra historia y que los textos ocultan tan vilmente, como si ganar una batalla a los ingleses, fuera algo de lo que tuviéramos que avergonzarnos y ocultar. Si hace algún tiempo fue Cartagena de India la que dimos a conocer, hoy lo haremos con la Contrarmada, ¡Sí!, los ingleses también tuvieron su armada invencible, y si la nuestra terminó en derrota, más bien por culpa de los elementos y por nosotros mismos, la paliza que le dimos a la suya, fue mucho mayor, veamos:
Un año después del gran desengaño que supuso para España la denominada “Escuadra Invencible”, enviada por Felipe II, con el fin de terminar con la piratería inglesa hacia los galeones españoles que arribaban a las costas españolas, la reina Isabel I de Inglaterra, en respuesta al intento del monarca español, envía una fuerte flota al mando Drake, con el fin de atacar territorio español. El lugar elegido por el corsario (ahora almirante) Drake, fue A Coruña.
Es sabido que las relaciones de España con los hijos de la Gran Bretaña, pocas veces fueron cordiales. Tres años antes del desastre de la Armada Invencible, en 1585, Isabel I mandó a Holanda un fuerte ejército, para unirse a los rebeldes y combatieran en Flandes contra las legiones de Felipe II. Desde hacía años, ambos países mantenían una larga guerra que, aunque oficialmente nunca fue declarada, ello no era óbice y más por parte de Inglaterra. Este país ambicionó tanto las colonias españolas en Sudamérica, como las Columnas de Hércules en el Estrecho de Gibraltar.
Isabel I de Inglaterra, tuvo que ser una “gachí”, como para echarle de comer aparte. De hecho, en 1570, el Papa Pío V promulgó una bula que excomulgaba a la “buena señora” y autorizaba a cualquier católico a asesinarla, y a cualquier monarca católico a destronarla. Uno de los principales motivos además de su marcado protestantismo y anticatolicismo, fue el mandar a ejecutar a la reina de Escocia María Estuardo. La primera dama del país, era un ejemplar autóctono, muy característico de la isla.
Aunque la expedición de la Armada Invencible, concluyó con una derrota sin paliativos, también es cierto que posteriormente se magnificaron grandemente las dimensiones del desastre.
El envío de la gran Armada tuvo lugar en el contexto de la Guerra Anglo-Española que ya se había iniciado tres años antes a causa de varios ataques de Drake contra puertos de Galicia. El resultado del ataque de la gran flota aunque terminase con la derrota española, produjo una gran preocupación entre los ingleses, pues si bien el resultado se decantó a su favor, hay que decir que en batalla tan sólo fueron capaces de hundir o inutilizar 5 naves y capturar otras 2. Las otras 60, aproximadamente, que no regresaron a territorio español, lo fueron por cuestiones ajenas a la contienda bélica, principalmente por una fuerte tormenta.
Una buena parte de la flota consiguió volver a España con sus tripulaciones. El poder naval español no había sido liquidado ni mucho menos. De modo que la reina Isabel I decidió aprovechar la reciente victoria para asestarle a su mortal enemigo Felipe II el golpe de gracia.
El plan inicial ordenado por Isabel I de Inglaterra, empezó a gestarse en setiembre del año 1588, y los primeros objetivos eran:
            • Destruir los navíos españoles anclados en los puertos de Lisboa y Cádiz, para evitar que dichos barcos fueses reparados y puestos de nuevo en activo con todo su potencial bélico.
• Un segundo objetivo era atacar la ciudad de Lisboa con la finalidad de que el trono portugués pasase a ser detentado por don Antonio, prior de Crato, siendo este el germen que debía coadyuvar a la expulsión de los españoles de territorio portugués (recordemos que Felipe II en aquel momento era también rey de Portugal)
• El tercer gran objetivo consistiría en conquistar alguna de las islas del archipiélago de las Azores para así entorpecer e interceptar el tráfico de las flotas españolas de las Indias.
Finalmente, tras ardua preparación, una flota compuesta de siete galeones reales, sesenta mercantes armados, otros sesenta filibotes holandeses y numerosas embarcaciones menores, la expedición inglesa iniciaría su periplo el día 28 de abril del año 1589. Desde el puerto inglés de Plymouth parte hacia España una gran armada, formada por más de 180 barcos y casi 28.000 hombres. Al mando de la misma marcha el corsario inglés Francis Drake, acompañado de John Norris, líder de la infantería del ejército. Empezaba la segunda parte de la guerra entre España e Inglaterra, conocida como la de la Contraarmada, que resultó para Inglaterra tan desastrosa como lo había en la fase anterior la Invencible para España.
En varios aspectos, esta armada inglesa se parecía bastante a la española del año anterior. Transportaba muchos más soldados que marinos; la diversidad de naves era un tanto anárquica; tenía graves problemas de avituallamiento y los navíos iban sobrecargados. Además, contra lo prometido por la reina Isabel, no llevaban cañones de sitio, necesarios para las operaciones terrestres. Igualmente es preciso señalar que las sesenta naves holandesas no se incorporaron voluntariamente a la expedición, sino que fueron detenidas por Drake en su singladura a la Rochelle y obligadas a integrarse en la flota inglesa. Por este motivo a nadie sorprendió que, a los tres días de navegación, veinticuatro de aquellos navíos holandeses, con cerca de 3.000 hombres, abandonasen la formación de la flota y buscaran refugio en puertos.
Cuando la Contraarmada se aproximó a Santander, comprobó que la ciudad estaba mejor defendida de lo que se esperaba, razón por la cual Drake decidió suspender provisionalmente el ataque. Hubo varios cambios en los planes previstos, pues los barcos se hallaban muy dispersos entre los puertos peninsulares, por lo que su objetivo fue cambiado sobre la marcha. Se atacaría por tierra y mar una ciudad importante, con el objetivo de usarle como cabeza de puente para posteriores ataques. La ciudad elegida fue A Coruña, pero el motivo no está claro, pues pudo haber influido la noticia de la llegada de un galeón de la plata a su puerto, pues había el rumor de que allí se custodiaba un fabuloso tesoro de lingotes de oro valorado en cinco millones de ducados. Sin embargo, otra versión que ofrece mayor credibilidad nos comunica que ese desembarco obedeció a que varias tripulaciones de sus naves amenazaron con amotinarse si no se les ofrecía la oportunidad de saquear la capital gallega.
Atacaron la ciudad de A Coruña, una semana después de iniciar su periplo, el 4 de mayo de 1589. Ese día los ingleses se acercaron a la localidad de Mera, muy próxima a la ciudad coruñesa, bordeó Santa Cruz, desembarcando tropas aquí y en Oza, con el objetivo de dejar sus naves y hombres fuera del alcance de los cañones de la fortaleza, emplazada entonces donde hoy está el jardín de San Carlos, y de los del fuerte (hoy Castillo) de San Antón.
El Marqués de Cerralbo, Gobernador y Capitán General del Reino de Galicia por aquellos años cuya residencia estaba en A Coruña, organizó a los escasos hombres de que disponía, pues la ciudad, aunque era un importante puerto militar, solo disponía de municiones y provisiones en abundancia, ya que solo hacía las funciones de escala para las flotas que iban rumbo al Atlántico Norte. Ordenó el envío de emisarios a las ciudades más cercanas para que acudiesen al rebato con sus compañías de milicias. Desde Betanzos partieron sus tres compañías y las de su distrito.
La ciudad tenía dos partes claramente diferenciadas: una era la ciudad vieja, origen de la villa y con una fuerte muralla medieval como defensa; una segunda, conocida como “la Pescadería, donde residían los pescadores y las clases más bajas. En esta parte llana, las defensas eran mucho más débiles. Hacia ese punto dirigieron los ingleses sus ataques, con el convencimiento de una rápida victoria sobre tierra firme. Una vez violentada la primera muralla, media ciudad quedó sometida al pillaje y al saqueo, pues al no poder reparar el muro, las incursiones enemigas se cebaron con esos barrios y sus habitantes, que resistían con heroísmo los continuos ataques y vejaciones.
Drake ordenó desembarcar a 10.000 de sus hombres en 14 lanchones para ir tomando posiciones. Sus intenciones se vieron frenadas por la respuesta, en forma de cañonazos, de los buques españoles que defendían la ciudad (apenas una nao, dos galeras y un galeón) y a pesar de que el Marqués logra retener el asedio con la artillería y con apenas 300 hombres, poco a poco los ingleses van ganando terreno y parecía cuestión de tiempo la rendición española. Se hacen con la zona conocida como “La Pescadería” o Peixaría, en la parte baja de la ciudad y logran centenares de bajas. Mientras, los gallegos se refugian en la zona amurallada, la “ciudadela” o Ciudad Vieja. Además, los ingleses capturaron la artillería del Galeón español San Bernardo, que se encontraba en puerto en tareas de reparación.
Una vez detectada la flota invasora, Cerralbo daba orden de encender la Torre de Hércules y el resto de torres de vigilancia para movilizar a todas las milicias y nobles de la zona, llegando a reunir a 1.500 personas entre soldados, milicianos, tripulaciones de algunos de los buques de la Invencible fondeados en el puerto y civiles.
El día 8 de mayo los ingleses piden la rendición de la ciudad o en dos días serán masacrados. El Marqués de Cerralbo responde: “Pueden iniciar el ataque cuando gusten”. Una clara respuesta negativa, acompañada de una salva de cañón.
Tras los muros de la Ciudad Vieja, los coruñeses y coruñesas se refugian como pueden y ofrecen toda su resistencia a la flota británica.
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