El amor, un recurso para la vida
Jesús Palenzuela Bautista
Se ha escrito mucho acerca del amor. Hay personas que hablan de una especie de enfermedad transitoria, otras de una simple combustión capitaneada por la oxitocina, mientras que otras dicen que cuando surge el amor se para el tiempo. Cada disciplina de conocimiento le acaba dando un cariz a un elemento esencial en cualquier vida.
Sí que es cierto, que el amor ofrece efectos en la persona que lo vivencia. Así pues, y desde una perspectiva psicológica, se puede decir basándonos en experimentos desarrollados, que aquellos niños que han crecido sin sentir el amor, están más expuestos a tener una vida de menor calidad a nivel emocional, que otros que han sido criados con referentes que han aportado ese amor, de ahí lo valioso del apego con el adulto. Este es el vínculo que se genera una vez que el bebé entra en contacto con el mundo social. Esto le servirá para emprender su camino existencial, porque será la base sobre la que construya determinados elementos de la personalidad. Con relación a esto, se llevaron a cabo otros experimentos como el de Harry Harlow, psicólogo estadounidense. Descubrió la importancia de la protección como base para el apego seguro a través de muñecos y crías de mono. Lo verdaderamente interesante es que uno de esos muñecos era de alambre, a pesar de tener una tetina por la que podían tomar alimento, sin embargo, el otro de los muñecos estaba conformado por una manta. En el momento en el que se exponían a los monos a estímulos estresantes, iban casi automáticamente hacia el muñeco recubierto con la manta. Esto nos obliga a pensar que, hay que considerar como un hecho de relevancia el sentimiento de protección del otro sobre uno mismo, incluso se podría resaltar que es más importante que la alimentación en sí.
Y es que, es fundamental para un buen desarrollo humano tener un apego seguro, brindado en la tierna infancia por los brazos y las caricias sentidas, en definitiva, por el amor incondicional del adulto. Otras académicas como Mary Ainsworth y Margaret Mead fueron elaborando clasificaciones basándose en investigaciones, pudiendo destacar dos tipos de apego, el seguro y el inseguro. De acuerdo con el inseguro, se habla del ambivalente, caracterizado por el enfrentamiento o contraposición de sentimientos. En este caso, el niño no confía en los cuidadores y vive permanentemente en un estado de inseguridad. Este tipo de apego puede verse en el adulto, por ejemplo, a través de la dependencia emocional.
En esta tipología surge también el apego evitativo. Aquí el niño no confía en la figura de referencia. En el momento del juego no le necesita, solo focaliza su atención en el juguete, no en la persona. Para el menor, no ha existido la suficiente seguridad como para generar el apoyo, por lo que, se crea cierta distancia con la misma, considerándose autosuficiente emocionalmente. En el adulto esto podría apreciarse en las dificultades de relación y en el rechazo consumado en momentos de intimidad con otras personas. Por último, puede considerarse el apego desorganizado. El niño presenta comportamientos inadecuados y contradictorios, de repulsa hacia la referencia. El pequeño sufre cierto rechazo, incluso miedo a esta, puesto que, no se ha desarrollado ese “imprinting”, es decir, el vínculo afectivo, cuyo concepto fue descrito por John Bowlby. No solo eso. Además, sus comportamientos están cargados de impulsividad y una tendencia explosiva en el trato con los juguetes y con las personas. De adulto, puede considerarse como una persona incapaz de describir sus emociones, tienen una fuerte carga de frustración e ira. También necesita estar inmerso en relaciones, aunque pueda parecer que las rechace. Hay que decir que estos tipos de apego no son duraderos en el tiempo. La persona puede repararse, jugando un papel muy importante la resiliencia. Es muy necesario ser consciente de las potencialidades que tiene uno mismo, puesto que tener un paisaje interior desdibujado puede afectar notablemente al autoconcepto y a la autoestima.
Cada uno de los seres humanos de este mundo se encuentra en alguno de los apegos descritos, sobre los que asentó, está asentando o asentará, pilares tan importantes como la personalidad, la autoestima, la percepción de sí mismo o la educación de nuestra voz interior, por lo que, se podría pensar que el amor puede ser tan decisivo en una vida, como la alimentación, el ocio o las relaciones humanas.