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CULTURA
"Creo que el amor debería poderlo todo. Lo que pasa es que a veces fallamos porque no somos capaces de amar lo suficiente”. Cuando algo falla, para María Jesús Fuentes es debido a la ausencia de amor. Si la gestión de la sociedad se tambalea, será que “nuestros dirigentes no aman como deberían”. Si una relación de pareja se adentra en toxicidades, lo mismo: “No aman lo suficiente”. Docente de profesión, poeta de nacimiento y romántica de espíritu, la malagueña adoptada por la ciudad autónoma aceptó la cita con este diario creyendo que solo hablaría de sus libros.
Sentada sobre uno de los acolchados sofás del Hotel La Muralla da las gracias al camarero que acaba de depositar su té verde sobre la mesa. No lo tocará en los 60 minutos de conversación. El recibidor del parador se encuentra en calma. Es una mañana de viernes. De esos que preceden al 25 de diciembre y a la festividad que el señalado día trae consigo. María Jesús se marcharía a continuación al correspondiente almuerzo navideño entre amigas. Pero antes, dejaría sobre la mesa un ejemplar de dos de sus más de diez libros publicados. Con dedicatoria incluida.
En primer lugar, `Hebras de una hoguera´ (2014). De este brota esa cualidad que otros le atribuyen, pero que ella pone en duda. “Cuando me presentan en Madrid u otros lados siempre hablan de que soy una poeta social. No sé si me hace gracia o no”. “¿Ah, sí?”, se sorprende la periodista. “Es que no es del todo verdad. Pero sí soy una poeta de mucho compromiso. Creo en el compromiso social”. Es por esto que se ha atrevido a imaginar las reflexiones de niños que sufrieron la guerra. `En el nombre de la infancia´ (2016) es el favorito de su familia, creen que es el mejor. “Quizás lo sea”, esboza sin contundencia. La decana de Literatura y Música del Instituto de Estudios Ceutíes suele evitar lanzar sentencias absolutistas, y este caso no sería una excepción.
Reivindicación, pero también amor. El segundo libro dedicado es el último de su colección. `Al hilván que traza la luna´ (2023) contrapone, en verso, las perspectivas de dos enamorados. En la página izquierda son Drácula o Romeo quienes se confiesan, mientras en la derecha, Elizabetha o Julieta. La obra de la poeta, que también escribe ensayos o novelas, fue presentada en Ceuta recientemente, con lecturas a cargo de sus alumnos. Licenciada en Filología Hispánica, imparte clases de Lengua y Literatura en el IES Siete Colinas. Fue en la facultad donde descubrió que la escritura era más que un escape. Tiempo atrás, con tan solo 6 años, realizó un otro descubrimiento. Algo menos placentero. “Yo pensaba que a todo el mundo le gustaba recluirse en su habitación, buscar libros. Leer casi a escondidas. Bueno... No a escondidas, pero sí como un refugio. Y buscar después temas para escribir. Pero no era así”.
El arte y los ojos apasionados
En su etapa universitaria, aunque ya amante de la escritura, no se la tomaba “muy en serio”, pero hizo “algunos pinitos” en una revista literaria. “Lo que sí me tomaba en serio era mi intención de formarme”. “Para escribir tienes que conocer lo que han escrito otros”. Aprendió entonces “a mirar a los grandes, a respetar y a valorar tanto el conocimiento como la brillantez”. “No hay nada como valorar a los grandes, conocerlos. Y no porque los repitas de memoria, pero aprendes tanto de ellos, te forman tanto...”, enuncia con la mirada bien abierta y los ojos brillantes. Y prosigue: “Admiraba tanto al 27...”. Rememora con la voz delicada que la caracteriza aquellas “muchas horas” frente al flexo estudiando las técnicas de la métrica o la rima, “que quizás nunca llegas a dominar”, pero que pusieron frente a ella todo un universo de autores y autoras a los que continúa admirando.
Esta “aprendiz de escritora siempre insatisfecha”, que continúa sintiendo “malestar interior” siempre que no relata cuando lo necesita, bebió “de los clásicos”. Sin importar que fueran dramaturgos, “como Plauto”, o poetas renacentistas. No es que desdeñe la Edad Media, pero le parecía que el Renacimiento había sentado “las bases de nuestra cultura. El soneto, el romance... El verso octosílabo por excelencia es el verso popular”. Y su querido romancero: “Me parece que es la cuna de la expresión del castellano”.”Toda esa fascinación no la he olvidado con los años”. Y, después, Lorca.
En la presentación de alguno de sus libros le han preguntado por uno de sus grandes poetas. Ella siempre responde “Lorca”. “Y me miran como diciendo: `qué poco original´. Pero es que yo no quiero ser original. Me parece uno de los grandes”. No puede olvidarse del romanticismo. Fuentes, acostumbrada a tratar con ellos a diario, querría atisbar en los jóvenes algo del espíritu libre y apasionado de `los atormentados del XIX´.
“No sé si esto va a ser considerado un poco extremo, no me gusta ser extremista, pero creo que estamos perdidos si en los jóvenes no hay un poco de rebeldía. Si no hay esa lucha por la libertad, esa disconformidad con el poder establecido, con todo aquello que ellos consideran que está manido y que se renueva consabidamente, sin dar lugar a expresión de sentimientos puros”. Y no es que quiera María Jesús “que lleguen tiempos de convulsión”, pero no le gustaría que los jóvenes se acomodasen. Eso sí, en caso de que ocurriera, “sería culpa de los adultos”.
No les desea ese “espíritu tan atormentado”, propio de Wether o el propio poeta sevillano ya mencionado, “pero, controlándolo, sí deberían saber que de ellos depende el futuro, de su espíritu crítico y de su capacidad de no transigir en exceso”. “Incluso desde el punto de vista social. Y saltando a la política, como hicieron nuestros románticos, a los que admiramos”. De esos autores espera la escritora y docente que las nuevas generaciones aprendan el sentir “que desgarra”. Que dejen de temer ese sentimiento que para ella debiera gobernar el mundo: el amor.
Amar y sufrir
Aunque existen “jóvenes maravillosos, fantásticos”, se ha generalizado “en exceso, ese epicureísmo que les hemos vendido, esa búsqueda de la felicidad”. Cuando usa el plural, se refiere a los adultos, a los padres y madres. Y ella entona el mea culpa. “Entiendo que los padres no pueden inculcar el riesgo, tenemos que inculcar la sensatez, pero los propios hijos son los que tienen que saber arriesgarse”. Por el contrario, identifica en la sociedad “individualismo” y miedo al sufrimiento. “Es como que a veces prefiero quedarme en un nivel sustancial medio que alcanzar altas cotas de felicidad permitiendo que mi alma se desborde y yo me enamore de alguien. Porque esto podría llevar al sufrimiento”.
Para la risueña y optimista literata, “entre las maravillosas cosas que tiene la vida también está el sufrimiento”. Es por esto que, defiende: “No tenemos que guardar la ropa y nadar. Hay que nadar sin pensar dónde está la ropa. Sin guardar nada para después, porque, ¿y si después no hay nada?”. Vale la pena arriesgarse, a su modo de ver, que, como repite con asiduidad, no tiene por qué ser el correcto. “Nunca tenemos la verdad. Tenía un profesor fantástico, de francés, que siempre decía: `No sé, no tengo la verdad´. Desde luego, yo tampoco”.
Pregunta.- ¿Ni te interesa tenerla?
“No. Lo único que sé es que si el amor lo gobernara todo, estaríamos mejor. Eso sí lo sé. Aunque desconozco cómo conseguirlo”. “A mí me parece que el amor es una entrega total, debería dominarlo todo. Después vendrán otras bifurcaciones, otros riachuelos, pero lo primero será el amor”. “Hace mucho”, conversaba en Sevilla con el escritor valenciano Rafael Soler, que fuera novelista de culto en los años 80, y esbozó lo que para ella es fundamental cuando se quiere amar bien. “No debe importar pedir perdón, las veces que haga falta, no importa de quien sea la culpa”.
Si gobierna el amor, los sentimientos “serán positivos, puros”. “Es igual que el amor que sientes hacia tu pareja, intentando siempre que aquella chispa que se desencadenó continúe”. Pero, para ésta, el más incondicional que existe es el amor hacia los hijos. “Es el que más perdona, el más afable, el que más disculpa”. “Suena un poco utópico, pero si gobernara el amor y dejáramos los recelos, creo que no tendríamos estas horribles guerras que tenemos, que nos llevan al conformismo y a decir `no puedo hacer nada´”.
“Yo pensaba que íbamos a hablar de los libros”, exclama, sorprendida, María Jesús Fuentes, tras más de 50 minutos sentada sobre el sofá del Hotel La Muralla. No solo habló de ellos, sino que escudriñó el espíritu que se esconde detrás de los mismos. El arte, el compromiso social y la búsqueda del amor y la bondad vertebran sus ideales y enriquecen su literatura. Además de que curten a sus alumnos.
Esos a los que confiesa admirar “profundamente”, reconociendo que hasta crecer un poco no terminarán de entenderlo todo. Como reflexionaba hace unos años con otra miembro del Instituto de Estudios Ceutíes, Raquel Lancero, “hasta que no pasas de los 30 no te empiezas a enterar un poco de lo que va la vida”. Esa que no es para ella más que el “sentir que desgarra”. El sentir de sus “admirados románticos”.
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