Juan José Martín, el sevillano que emocionó a los cofrades ceutíes con su pregón “íntimo y sincero”
SEMANA SANTA
El ingeniero y poeta andaluz declamó sus vivencias en la primera Semana Santa que vivía lejos de su tierra, la de Ceuta de 1988, y ensalzó con prosa los textos bíblicos

Cuando recibió la noticia, Juan José Martín se quedó "de piedra". Fue su amigo y hermano mayor de la Hermandad de `las Penas´, José Manuel Borbolla, quien lo propuso como posible pregonero de la Semana Santa de Ceuta 2024. El sevillano, ingeniero de profesión, ofreció la búsqueda de otras alternativas, no se creía a la altura, pero finalmente, por su "amor" a Ceuta, no le quedó más remedio que aceptar el reto. Siempre supo que sería "sentimental, íntimo y sincero", alejado de las "florituras". Y, como conoce "tan bien a los caballas", no tenía "la más mínima duda” de que emocionaría”. Y así sucedió el pasado domingo, 17 de marzo, en el interior del Teatro Revellín.
No es de Ceuta, "pero como si lo fuera". En 1988 desembarcó en la ciudad para realizar el servicio militar obligatorio y, tras año y medio recorriendo sus calles y sus templos, ya nunca más dejó de hacerlo. Uniformado, con galones en su pecho y gorra en mano, Juan José Martín arrancó su pregón narrando detalladamente sus vivencias en la ciudad de Ceuta durante la primera Semana Santa que pasaba fuera de su tierra, la de Ceuta en 1988.

El cuartel del grupo de Abastecimiento y Apoyo Logístico, ubicado en la calle Brull, se convirtió en su casa, sus superiores en sus mayores y sus compañeros en su familia. Retrocede al mes de marzo de 1988, “a días de la Cuaresma”. Era demasiado pronto para pedir permiso, pero se acercaba la Semana Santa. Hermano de la Redención, Santa Marta o el Silencio, Martín desesperó ante la idea, cada vez más realista, de pasar la semana “grande” fuera de su tierra natal. Pero corrió a “Casa Morón” para adquirir uno de los famosos Walkman, que le permitiera escuchar, al menos, los programas cofrades de Ceuta. Así pasaba las largas noches de guardia. “No era el mismo contenido que en Sevilla, pero todo sonaba parecido y cercano”.
Fue precisamente Paco Moronda, el dueño del establecimiento donde adquirió el reproductor de audio, quien movió los hilos para convertirle en costalero de las Penas. No tardaría en conocer a José Antonio Nieto, hermano mayor de la cofradía en aquel momento, quien terminó de introducirlo en el universo religioso ceutí, en el que, a lo largo de aquella Semana Santa de 1988, fue sumergiéndose. Siguió echando de menos Sevilla, pero era feliz. “Olía a incienso en directo y, por tanto, no soñaba con él. Veía los pasos montados y, por tanto, no los echaba de menos. Veía los altares vestidos con enseres y me imaginaba el de mi hermandad. Soñaba con Sevilla y despertaba gratamente en Ceuta”.
Tras dedicar los primeros 20 minutos de su declamación a la época en que quedó prendado de la ciudad europea y africana, decidió realizar “prosa sobre los textos bíblicos”, introduciendo su pregón en un canto a la Pasión de Cristo a través de las imágenes de Ceuta. La redacción del pregón le permitió “repasar la semana más importante del cristianismo”, lo cual lo motivó a centrarse “en la pasión, en la muerte y en la resurrección de Cristo”, para él, “signos de victoria del cristianismo”.
Martín mezcló los halagos a las cofradías ceutíes con poemas propios en los que se refirió a la Buena Muerte, el Encuentro o la Borriquita. Y lo hizo con pausa y naturalidad, evitando escenificar: “Yo no soy actor. Tampoco un asiduo de los medios de comunicación, como pudiera serlo Carlos Herrera. No soy un excelente declamador, solo un ingeniero industrial”, explicaba a este diario. Dejando a un lado la humildad, el sevillano esperaba “transmitir a la gente” lo que él mismo sintió escribiendo el texto.
Lo que sí garantiza el sevillano es que su vinculación con Ceuta está “por encima del pregón”, ya que lo une a ‘la Perla’ “más de 35 años”. “Evidentemente, y esto sé que lo va a entender cualquier caballa, cuando llega la Semana Santa, para mí es muy difícil irme de Sevilla”. Lo reconoce, no es asiduo de la Semana Santa ceutí, y lo dice “quizás con pena, pero no con arrepentimiento”. Pero, eso sí, su vinculación con la ciudad ha sido, es y será “absoluta”. Ceuta es para él una “segunda ciudad”: “Yo aquí dejé parte de mi corazón. Soy caballero de la Virgen de África desde hace 35 años, tengo la caballa de oro… Soy un caballa más”.
No hay más que llamarlo, asegura, para que “Juan, el Soldado, se presente ahí”. “Que, por cierto, ya me podrían haber ascendido por lo menos a Cabo”. Y guarda la esperanza ‘el Soldado’ de que al menos después del aplaudido pregón, suba algunos puestos.