El ‘Maresco’ echó el cierre, pero seguirá vivo en el corazón de los caballas
SOCIEDAD
Jesús Maresco e Inés Llorca, el matrimonio que ha estado durante 34 años al frente del negocio, se abren en canal y nos trasladan cómo ha sido ese viaje tras ese mostrador que ha durado tanto tiempo y cómo se sienten tras bajar la persiana el pasado 27 de abril

Como todo en la vida, las cosas no duran para siempre. Todo tiene un principio y un final. Los protagonistas de esta historia, Jesús Maresco e Inés Llorca, han dedicado “su vida” en cuerpo y alma, durante 34 años, a dar de comer a muchas generaciones de ceutíes. Lo cierto es que el ceutí y la tarifeña echaron el cierre, el pasado 27 de abril, al famoso ‘Bocatas Jesús Maresco’ tras numerosos bocadillos hechos con mucho amor a sus espaldas.
Situado en la Calle Juan I de Portugal, la Hamburguesería Bocatas Jesús Maresco ha sido testigo de numerosas experiencias, aventuras y peripecias que durante todos estos años los clientes les han trasladado tanto a Jesús como a Inés. Su compromiso con el trabajo y con la clientela les ha dado su fruto, tanto es así, que cuando cerraron definitivamente, familias enteras se agolparon frente al local llorando desconsoladamente por tal acontecimiento.
Pero, remontémonos al principio. “Yo trabajaba en un bazar, que por aquel entonces se ganaba muy bien. A mi padre no le quedaba nada para jubilarse y su idea era dejarme el Kiosko Maresco, que luego acabó convirtiéndose en la bocatería”, cuenta el propio Jesús Maresco en una entrevista concedida a este diario. La idea de abrir una bocatería fue porque “tenían un cuartel justo en frente y pensaron que los militares tanto al salir como al regresar se comerían un bocadillo. Así que, decidieron abrir a las cinco de la tarde y cerrar en torno a las diez”, subrayan.
Los comienzos fueron difíciles. El matrimonio hace memoria y nos cuenta que en la primera noche que abrieron, “el planchista desapareció, se fue”. “No teníamos ni un duro, en ese momento nos miramos y dijimos: vamos para adelante, con dos pares de cojones, y abrimos la persiana”. Esa primera noche fue cuanto menos caótica. “Vino un cliente y a mí me temblaban las manos”, rememora Llorca, quien apostilla que “no tenía ni idea”, “empecé de 0, puse unos pinchitos en la plancha, se me quemaron, tuve que poner otros y cuando los saqué, mientras se los llevaba al cliente al mostrador se me cayeron”. Pero, se aprende haciendo, por lo que a la tercera vez que lo hacía Llorca ya lo tenía más que controlado.

Bocadillos fruto de la innovación del matrimonio
“Si algo ha tenido mérito en nuestra bocatería es Inés, el trabajo que ella ha hecho en esa plancha, le ha dedicado bastante tiempo”, desgrana Maresco mirando a su esposa con ojos de admiración. En los primeros años, los bocadillos que más se vendían eran los clásicos: pollo, pinchito y ternera. Ahora bien, a raíz de que los clientes les repitieran la frase “ponme lo que tú quieras”, el matrimonio decidió hacer una tabla con un total de 19 bocadillos de su propia cosecha e imaginación.
Los ceutíes van a echar de menos ese bocata ‘confinado’, ocurrencia de Llorca durante la pandemia; o ese ‘Rafalito’, en honor a su hijo; e incluso, ese ‘carnavalito’ y ‘campibiri’. Pero, sin lugar a dudas, dos de los que más echarán en falta serán el ‘cantero’, en homenaje a su querido amigo que no falló ni un día hasta que ya se marchó, un bocata de “pollo, queso, queso roquefort y bacon”; y principalmente, el que probablemente sea el bocadillo estrella, el gran ‘Maresco’, un bocata de pata, huevo y queso. El matrimonio expone que este bocata se ha “vendido como churros, una locura”. Los paladares de los caballas ya no volverán a degustar semejante delicia hecha con tanto cariño. El nombre de este manjar se puso en honor al padre de Jesús tras fallecer.
Un matrimonio que también ha actuado como psicólogos
En las barras de los bares suceden y se cuentan muchas cosas. Pues en el mostrador del ‘Maresco’ igual. “Era un sitio familiar, la gente nos ha contado su vida, sus problemas, nos han llorado a las dos de la mañana… hemos actuado como psicólogos”, “hemos tenido clientes de todo tipo, siempre les hemos intentado escuchar y aconsejar”. La pareja confiesa que “ese cariño que le han mostrado a la gente es el reflejo de lo que son ellos” y creen que “ese es el hecho de su éxito”.
En estos 34 años, tienen infinidad de anécdotas. Ellos se quedan con todo el cariño y todas las felicitaciones. “La acogida siempre fue muy buena”. “Los clientes, cuando se iban de viaje, volvían con regalos para nosotros, regalos que se ponían en el mostrador de la bocatería. De verdad, eso es lo que nos llevamos, todo el amor recibido por quien iba a comprarnos un bocadillo”.

27 de abril, día agridulce
“Estoy emocionalmente tocado”, reseña Maresco al preguntarle por ese último día. “Vinieron gente de toda la vida a abrazarnos y se ponían a llorar”. “Pedrito, un cliente habitual, se enteró de que cerrábamos y durante la última semana, no faltó ni un solo día”.
Ese sábado fue una auténtica locura. Colas bastante largas, familias al completo fueron para dar un último bocado a su bocata favorito. Tanto fue la locura, que un cliente que acudía con bastante frecuencia a la bocatería, les llamó para “pedirle su bocata habitual, pero, además, quiso que le pusieran un campero de cada tipo porque quería congelarlos”. “Impresionante”.
El último día fue “increíble”, “la gente plantó sillas y mesas de playa y ahí se quedaban esperando su bocata y luego comiéndoselo tan plácidamente junto a sus seres queridos, acompañándonos hasta que echamos el cierre”.
Pero, ¿qué habrá tenido el ‘Maresco’ que tanto ha gustado? Es fácil encontrar la respuesta. El amor. “En cada ingrediente le hemos puesto mucho amor, hemos sido muy comprometidos con el trabajo”, pone de manifiesto Llorca. “Nunca hemos pretendido imitar a nadie ni ser los mejores, solo hemos ido innovando y todo lo que hemos elaborado ha sido de nuestra propia cosecha, de nuestras propias ideas”.
Un nuevo comienzo
Cuando una puerta se cierra, una venta se abre. O eso dicen. “Ya nos tocaba descansar”, “hemos cerrado un ciclo”. “Hemos llegado a esa etapa en la que el cuerpo te pide tiempo, tiempo para ti mismo, para nosotros y para disfrutar de nuestros hijos y nietos”. Jesús e Inés no quisieron dejar pasar la oportunidad de mencionar el gran trabajo de sus hijos, quienes, según ellos, “han sido una parte muy importante del negocio”.
“Hemos hecho maratones durante los primeros años, hemos estado hasta las cinco, seis y siete de la mañana, mientras nuestros hijos dormían en el coche, una locura”, “yo he llegado a vestir a mis hijos para que fueran al colegio en el ascensor”, recuerda. Eso ya se acabó. “Ahora viene un tiempo muy bonito”, proclama la pareja. “Ahora toca cuidar de nuestros nietos, a disfrutar de ellos, de nuestros hijos y de nosotros mismos. Queremos viajar y estar con nuestros amigos, hacer todo lo que no hemos podido hacer antes”. Y por supuesto que lo harán, a este matrimonio no les queda nada más por demostrar, nos lo han dado todo y su legado permanecerá para siempre en la historia ceutí, el ‘Maresco’ seguirá en los corazones de los caballas y será recordado por algunos como la ‘mejor bocatería de Ceuta’.

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