El Dulce Nombre de Jesús toco el sol de junio

José Antonio Muñoz Devesa
Los dedos del Dulce Nombre de Jesús muestran el camino hacia su reino. En el crepúsculo primaveral de cada Domingo de Ramos el paso de La Pollinica señala la luna de Ceuta. En esta ocasión, el titular de la Venerable Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nazarenos del Dulce Nombre de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, Nuestro Padre y Señor de la Sangre Orando en el Huerto, Madre de Dios de la Palma y San Juan Evangelista tocó el sol veraniego, como escribió Lucas en el Evangelio: “Nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte”. Todo era ilusión al comienzo en una ciudad que se quedo la pasada Semana Santa sin ver a una de sus tallas más queridas. La claridad del día permitió contemplar los relieves del paso, un altar itinerante desconocido al que no se le aprecian los detalles por la noche. El cortejo, sobrio pero natural, y el formato de la procesión, que fue triunfal, no una estación de penitencia. Por eso sonaron los tambores y las cornetas. Hizo calor y hubo mucho público. Pero ni fue abrasador ni multitudinario el evento. Llevó el ritmo necesario entre callejuelas con recovecos de sombra y aire, que acabaron dando la razón a la hermandad. Fue todo un éxito, el reencuentro con la pureza y el clasicismo, a veces tan oculto entre tanto exceso. Y se demostró que no hay imagen más caballa que este Cristo cuya advocación llevan 100 años instaurada en la ciudad para unir el sol y la luna con sus dedos.