La doctora P. Amigo se suma a “dejar de opinar sobre los cuerpos de mujeres y personas queer”
SOCIEDAD
La antropóloga y enfermera recogió en su tesis casos de abusos sexuales en el entorno del mundo del tatuaje, “un reflejo de que todavía hay muchísimas trazas de machismo” dentro de la cultura de la tinta

La enfermera y antropóloga Julia Pérez Amigo empezó a especializarse en estudios de género hace ya unos años. Siempre ha estado vinculada al mundo del tatuaje, tanto profesional como académicamente, porque ha trabajado en estudios haciendo piercings durante varios años en Granada. Además, es una mujer profusamente tatuada -término que introduce en su tesis para referirse a las personas que están muy tatuadas-. ‘El papel del tatuaje como elemento de expresión de las mujeres frente al machismo’ es el título de la investigación que la ‘matiza’ como doctora.
Su interés surge tanto por sus propias experiencias como mujer muy tatuada en el contexto español como porque “he trabajado haciendo piercings y en estudios de tatuaje y me interesa mucho las motivaciones que hay detrás de la gente que se tatúa, qué diferencia hay entre los cuerpos distintos que se tatúan, cómo es la recepción social del tatuaje en distintos lugares. Y entendí que los estudios de género eran como el prisma que me venía bien para pensar en el tatuaje, y por eso decidí hacer la tesis sobre esta temática, después de haber realizado ya un trabajo fin de máster sobre el tatuaje en las mujeres, los cuerpos y el empoderamiento”, explica en una entrevista con El Pueblo de Ceuta.
Su tesis doctoral pertenece al programa de doctorado del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres y de Género, de la Universidad de Granada. El proceso de investigación duró tres años, desde que comenzó en 2020, justo con la pandemia en ciernes, y terminó con la lectura en julio de 2023. La que trabaja y vive en Ceuta se encontraba en su ciudad natal, Granada, en los inicios. “Quería viajar a los lugares donde estas mujeres residen para hablar con ellas”, refiere a la observación que ha hecho de 18 mujeres y dos personas no binarias”.
Y no pudo por las restricciones, pero sí profundizar con ellas vía online: “Me interesaba buscar un poquito los detalles, la profundidad de sus experiencias como mujeres tatuadas o como profesionales del mundo del tatuaje y aquí es donde yo decidí que tenía que buscar a las pioneras, cosa que no fue fácil”. Además, durante sus propias sesiones de tatuaje en esos años iba tomando notas e investigando, hablando con la gente con la que se tatuaba. Y fueron muchas sesiones, “en esa época yo me tatué toda la espalda desde el cuello hasta la parte de detrás de las rodillas”.
A las pioneras llegó o bien porque participantes tatuadoras la ayudaron a reconocerla y la pusieron en contacto o a través de investigación en línea, “fue difícil porque no hay nada escrito sobre ellas, hay a lo mejor algún nombre en una entrada de blog o alguna noticia de un periódico en Valencia. Así encontré a Andrea, pero fue un trabajo muy duro y de hecho algunas de las entrevistas con las pioneras fueron de las últimas que hice porque me costó dar con sus contactos, con su Instagram o con su número de teléfono”, relata.

Desde los primeros 80, porque el primer estudio abierto en España por una mujer, si no existe ningún otro, y según la investigación de Pérez Amigo, “abrió en el año 1984 en Valencia”. En ese momento, después de la dictadura, con lo que supuso la llegada de la democracia, las mujeres se dan cuenta de que existe este nuevo arte, expresa. Esta nueva posibilidad de hacer algo con el cuerpo que se sale un poco de la norma, “ahí hay una pequeña revolución, porque de pronto mujeres que a lo mejor habían estado vinculadas, por ejemplo, a culturas juveniles, a subculturas, pues empiezan a tatuarse, se dan cuenta de que es algo que ellas también pueden hacer”.

Andrea, cita como ejemplo, “cuenta que la primera persona a la que ella tatuó en su estudio en Valencia fue una chica vinculada al movimiento Punk en la ciudad. Y desde ahí la cantidad de mujeres que se tatúan fue aumentando, sí que es verdad que al principio ellas se hacían a lo mejor piezas más escondidas o más discretas y poco a poco fueron experimentando. Las mujeres realmente ya nos tatuamos tanto como los hombres, O más”. Lo que pasa, según la enfermera, es que las sanciones sociales que los cuerpos de las mujeres y de las personas queer tienen que enfrentar son “mucho más profundas que las de los hombres”.
Ese es otro punto de su tesis, que vivimos en una sociedad patriarcal que impone “muchísimas más restricciones, normas, controles sobre los cuerpos de las mujeres y de las personas queer. Con lo cual, a su vez tiene sentido que si todo el rato nos están diciendo qué podemos y qué no podemos hacer con el cuerpo, cuando hacemos algo que escapa a las lógicas de control que nos permite expresar de libertad, ser creativa, imaginar cómo queremos que se vea nuestro cuerpo, pues ahí surge como el pase para la resistencia, cuando hablo de resistencia activa y creativa”.
Con las personas profusamente tatuadas la sociedad sigue siendo bastante juiciosa. De hecho, en la investigación desprendió que laboralmente todavía hay muchas trabas a estos cuerpos, “más aún si son de mujeres o de personas queer. Entonces, aunque evidentemente ahora mismo estamos en un momento en que el movimiento feminista está muy armado y activo, todavía queda mucho por hacer”. La antropóloga recogió en su tesis casos de abusos sexuales en el entorno del mundo del tatuaje, “un reflejo de que todavía hay muchísimas trazas de machismo dentro de la cultura del tatuaje”.
Ya lo observó en su trabajo fin de grado, pero ha vuelto a hacerlo en su tesis: “Imagínate que llega un cliente a un estudio y detrás del mostrador hay una chica que es la tatuadora. E cliente normalmente lo que va a hacer es decirle hola quiero hablar con el tatuador y la tatuadora es ella”. Pérez Amigo narra una estrategia “genial” a su parecer: “Mariana cuenta que cada vez que a ella le ocurre eso, lo que hace es que, estando detrás del mostrador, le dice al cliente «Sí, un momento, que lo voy a llamar». Entonces entra en la parte de atrás del estudio y vuelve a salir ella y le dice «Hola, yo soy la tatuadora»”, sonríe.

El tema que aborda en su tesis es objeto de denuncia en redes sociales, “se han convertido en una herramienta no solo para dar a conocer el trabajo, en el caso de las tatuadoras, que además a veces idean estrategias como para subvertir las lógicas machistas. Alguna me comentaba que usaba un nombre en Instagram que fuese genérico de forma que la persona que llega a su perfil no sepa de primera que ella es una mujer para intentar engañar un poco”. En casos de agresiones “las redes son un perfecto lugar donde poder compartir esto”.
Lo que no siempre se materializa es la denuncia policial, pero Pérez cree que esto responde “más bien a las dificultades que las mujeres encuentran a la hora de denunciar y a la revictimización que a veces ocurre cuando nos decidimos por denunciar y encontramos que en la Institución también se nos maltrata. Pero las redes me parecen como el lugar que está permitiendo que se inicie esta conversación. Una conversación que en otros países como por ejemplo Reino Unido hace muchos años que ya se lleva teniendo”.
‘El papel del tatuaje como elemento de expresión de las mujeres frente al machismo’ es una suma a la reivindicación de un espíritu social más general que lo que quiere es que “dejemos de opinar sobre los cuerpos de las mujeres y de las personas queer. Yo creo que lo que cambia la situación de machismo con respecto a las mujeres tatuadas es el cuerpo. El cuerpo de las mujeres está sometido a tantas presiones que es difícil que nos movamos en libertad o actuemos en libertad con respecto a nuestro cuerpo”, reconoce.
Tatuaje y trabajo
El tatuaje en el entorno laboral sigue siendo un problema y las participantes, excepto las que están vinculadas al mundo del tatuaje profesionalmente, que tienen menos barreras, tienen “miedo”. Julia Pérez incluso, “tomamos muchas decisiones sobre tatuarnos o no determinadas zonas pensando en qué va a ocurrir en nuestra vida laboral. Este invierno me he tatuado tanto el lateral del cuello por los dos lados como las el frontal de las manos y he tenido que esperar a tener un trabajo en la Universidad donde sé que no se me va a juzgar por mi imagen”.
En Ceuta “no he notado diferencia con respecto a lo que siento en la península, por ejemplo. Sí que noto más diferencia cuando voy a determinados países extranjeros donde el tatuaje está mucho más normalizado”. Julia Pérez opina que “va a ser un proceso natural el que poco a poco la sociedad vaya aceptando el que estemos tatuadas. De todas formas, yo creo que siempre va a haber sectores de la sociedad que no entenderán por qué nos tatuamos, sobre todo por qué nos tatuamos tanto. Entonces me parece que eso también es algo a preservar del tatuaje. Parte de su magia es que siempre va a haber gente que no entienda por qué lo hacemos”.
Piercings
Otro de sus análisis abarca los piercings, algo no tan acusado como el tatuaje porque se puede retirar, “pero sí que funcionan las mismas dinámicas, de cara a lo laboral en general muchísimas empresas te van a pedir que te quiten los piercings visibles, cosa que me parece absurda a esta altura de la historia. Pero es verdad que se introdujeron de forma similar al tatuaje en España, vinculado por ejemplo al punk, a los rockers, etc.”.
Habla de Mariona, una de las mujeres observadas en la tesis: “Trabaja en Bilbao en su propio estudio de piercings. Encontró obstáculos a la hora de darse de alta como autónoma. Pasaba mucho, de pronto ellas llegaban a los registros y no había una categoría para inscribirse, tanto para tatuadas como para piercers. Entonces es interesante también leer cómo ellas rompieron esas barreras e idearon estrategias para saltarse un poco las normas y dar reconocimiento a lo que hacían, a su profesión”.
Dentro del índice de su tesis se encuentra un apartado llamado ‘Nos miran, nos juzgan, nos sexualizan’. Según la antropóloga y enfermera es un reflejo de las cosas que nos pasan a las mujeres en general en el contexto español, “cuando estamos en el espacio público, No es algo concreto que nos pasa a las mujeres tatuadas. Pero sí que es verdad que el hecho de que tengamos tatuajes visibles normalmente aumenta este tipo de problemáticas, Porque también las mujeres tatuadas a lo largo de la historia se han visto muy fetichizadas, sobre todo en occidente”.
Por ende, “no sólo enfrentamos las violencias normales que las mujeres enfrentan, sino que, por ejemplo, cuando caminamos por la calle en verano y los tatuajes se nos ven, vamos a recibir altísimas cantidades de comentarios que van a hacer referencia a esos tatuajes. O podemos sufrir tocamientos indeseados”.

Conclusiones
Julia Pérez Amigo habla también de las conclusiones de su tesis, después de un año. “La primera es esa necesidad de hacer genealogía feminista, o sea, de rescatar la historia de las mujeres pioneras en esta cultura -porque son las que explican a todas las que hemos venido después-. Es un acto de justicia que hablemos de ellas, que la gente conozca sus historias, nombres, trabajos, las cosas que hicieron, los logros, también las dificultades”.
Además, la tesis refleja que necesitamos dejar de comentar y juzgar los cuerpos de las mujeres y de las personas queer, “porque ese comentario indeseado, ese juicio, es la base de violencias mayores. Y tenemos que empezar a trabajar como sociedad en combatir este tipo de actitudes”.
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