Reencuentros por Feria

José Antonio Muñoz Devesa

La Feria de Ceuta es un oasis en medio del desierto, que a veces puede infundir una cierta nostalgia. Decenas de caballas vuelven a la ciudad donde nacieron, vivieron su infancia o quizás el primer amor de su juventud, atraídos por la idealización de un evento que forma parte de la propia identidad del ceutí. Rebrota la añoranza de volver a ser lo que fueron o perdieron. El exilio es eso también, la morriña, como dicen los gallegos, por la tierra a la que se aferra el ser humano.

Homero es uno de los autores más leídos en la historia de la literatura, al que se ha replicado desde su fallecimiento. En su Odisea, se aborda el exilio. Los años en lo que Ulises pasa alejado de su país, en este caso, su amada Ítaca a causa de la Guerra de Troya. A lo largo de su viaje de regreso, se le plantea una gran duda: volver a donde se ausentó durante 20 año. O no. Porque ya no era solo el príncipe griego que marchó al combate, sino también el hombre, que se ha construido a lo largo de su travesía. Es un dilema al que muchos ceutíes que, hoy, vuelven a su tierra han tenido que hacer frente en su particular “exilio”.

A veces en esas luchas internas, acaban decantando la balanza “los demás”. Volvamos a pensar en el protagonista de la Odisea. Mucha gente podría pensar que Ulises se podría haber quedado en algunas de las naciones por las que deambuló, sin embargo, no cejó en su empeño de regresar a casa y reunirse con los suyos. Precisamente, ese impulso de reunión es lo que lleva a muchos caballas a volver a la Ciudad Autónoma.

Y es que hay viajes de placer motivados tan solo por las ganas de cambiar de paisaje, de romper la rutina, pero también los hay que son una búsqueda constante del otro, o una huida de todo, incluso de nosotros mismos. Instalados como estamos en un mundo global en el que viajar, como consumir, ya forma parte esencial de la civilización occidental, tendemos a olvidar otro tipo de viaje: el de los que se ven expulsados de su tierra por la miseria o la falta de oportunidades.

En definitiva, el viaje y el regreso forman parte de la vida. ¿Cuándo es posible el regreso? ¿Qué hacer? Decidir es difícil. Somos el tiempo que nos queda, como recuerda la poesía del ensayista jerezano, Caballero Bonald. Es legítimo que el hombre dude: ¿permanecer donde está, o volver a sus orígenes? Encontrar una respuesta no es sencillo, aunque tomar un rebujito en el Real de Ceuta puede ayudar a tomar una decisión.

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