Identidad, multiculturalismo e interculturalidad

Eusebio Medina*
Paradójicamente la identidad se construye con la diferencia. Para que surja lo idéntico se precisa de la existencia de alguien o de algo que no lo sea, con quien poder contrastarlo. De manera que no es la identidad si no la diferencia el soporte último sobre el que se sustenta la identidad.
El multiculturalismo y la interculturalidad son manifestaciones o epifenómenos derivados de los procesos de construcción de la identidad social y cultural. La principal diferencia entre ellos estriba en la naturaleza de las relaciones que generan; así, mientras que el multiculturalismo desarrolla una visión etnocéntrica y distante sobre los Otros, los extraños, la interculturalidad los acerca y humaniza, procurando el diálogo y la interacción entre grupos socioculturales diferentes, asentados sobre un mismo territorio. Así pues, el multiculturalismo tiene por ingredientes: el desconocimiento, la desconfianza, el recelo, la falta de empatía, el temor, el menosprecio…, mientras que la interculturalidad se levanta sobre la curiosidad antropológica, el interés por el otro, la amigabilidad, el respeto por lo ajeno y lo diferente, el cosmopolitismo, la vocación de igualdad… La práctica del multiculturalismo, a secas, deriva fácilmente en radicalismo, enfrentamiento violento y exclusión; mientras que la experiencia cotidiana, continuada, de la interculturalidad genera espacios de encuentro, de cooperación y sociedades más cohesionadas y resilientes.
En la ciudad autónoma de Ceuta la experimentación y la vivencia generalizada del multiculturalismo y de la interculturalidad son muy recientes; pues, hasta no hace mucho tiempo, el Otro era un ente desconocido y distante que habitaba al otro lado de la frontera y hablaba un lenguaje ininteligible; pero ahora la situación ha cambiado y el mosaico cultural de la ciudad se ha diversificado, prevaleciendo dos grupos socioculturales mayoritarios: cristianos y musulmanes, junto con la presencia, mucho más reducida, de otros grupos étnicos: hindúes, judíos, chinos…
Durante mi breve estancia en la ciudad he presenciado ejemplos elocuentes de ambos fenómenos sociológicos, así como identidades híbridas. Entre las múltiples imágenes reflectoras del multiculturalismo con fuerte sesgo identitario “españolista”, me impactó especialmente la de unos niños y niñas ceutíes, de no más de diez o doce años de edad, encaramados en la estatua del legionario, situada en la Glorieta del teniente Reinoso, al finalizar el último partido de la Copa de Europa 2024, con los puños en alto y la vista en Marruecos, coreando al unísono: “…Yo soy español, español, español…”. Como ejemplo, también real y elocuente de interculturalidad, me viene a la memoria la imagen de dos niñas en la playa del Chorrillo, una con bikini y otra con burkini, corriendo juntas hacia el mar y adentrándose en el agua cogidas de la mano. Y entre ambas imágenes se abre paso la de Ishan, una joven ceutí de ascendencia marroquí y religión musulmana que conocí el otro día por casualidad, en la frontera del Tarajal.
Durante el corto trayecto a pie del paso por las aduanas me contó: que sus ancestros eran naturales del Rif, que ella había nacido en Ceuta, que tenía un novio cristiano, que era “caballa”, que había viajado hasta el desierto del Sahara y conocía muy bien Marruecos, que hablaba con soltura el español, el árabe, el tamazight y el inglés, que practicaba el Islam regularmente, que tenía muchos amigos y amigas cristianos, que era enfermera, que le gustaba vestirse y se vestía al modo occidental, que trabajaba de azafata en Balearia, pero solo durante un mes como personal de refuerzo, que había dejado su coche en un taller mecánico de Castillejos porque era más barata la reparación... Y todo esto me lo contó en ¡no más de diez minutos! Además de sacar tiempo para preguntarme ella varias cosas a mí.
En la Plaza de la Constitución, al lado de las famosas Torres de Hércules hay un grupo escultórico con dos figuras erguidas: una madre (que representa a la Constitución Española) adoctrinando a su hija (las nuevas generaciones); tal vez no sea la escultura más conocida pero quizás sí la más importante de todas las que he visto dispersas por la ciudad. Se trata de una obra homenaje al artículo 14 de la Constitución Española de 1978; el cual, recordémoslo aquí, reza así: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.” Esta defensa de la igualdad legal de todos los españoles tiene su fundamento y su razón de ser, paradójicamente, en el reconocimiento de sus diferencias; lo mismo que la identidad. Y aunque no resuelve los problemas de fondo, relacionados básicamente con la distribución de la riqueza y del poder, sí que nos indica, al menos, el camino a seguir para construir, sirviéndonos de la diversidad y de las diferencias socioculturales, sociedades tolerantes, libres y resilientes, trasformando el multiculturalismo en interculturalidad.
Este debería de ser, a mi parecer, el reto más importante de la ciudad de Ceuta durante los próximos decenios. Para poder superarlo, tal como ilustran las estatuas homenaje al artículo 14 de la Constitución española, la igualdad de todos ante le ley y la educación intercultural tienen que desempeñar un papel más que relevante, fundamental, en el arduo y sinuoso proceso de construcción de identidades híbridas, abiertas a la diversidad del Mundo y, al mismo tiempo, orgullosas de sus raíces, reivindicadoras y practicantes de su propia identidad; aunque ésta ya sea, para siempre, una identidad híbrida, como es el caso de nuestra reciente y joven amiga Ishan (perfección, excelencia).
* El Foraneo