La península Almina

Eusebio Medina

La península de Almina se extiende por el nordeste de la ciudad autónoma de Ceuta, ocupando, aproximadamente, la cuarta parte de su territorio. En ella se ubican gran parte de su casco urbano y de las instalaciones del Puerto, el Puerto Deportivo, el Poblado Marinero, el Parque Marítimo del Mediterráneo, el Helipuerto, la Playa de la Ribera, el Parque de San Amaro, la Ermita de San Antonio, el Museo del Desnarigado, el Faro de Punta Almina, la Fortaleza del Hacho...

Muchos identifican este lugar como Abyla, una de las Columnas de Hércules referenciadas en la mitología clásica y reivindicadas por la imaginería local. En este sentido, la Península de Almina sería la jamba suroriental de la Puerta del Estrecho, dando entrada y/o de salida a dos mares: el Atlántico y el Mediterráneo. La cara más visible de África septentrional; un lugar bendecido por la geografía y maltratado por la historia.

Dada su singular posición estratégica, su orografía y biodiversidad, la península de Almina debió de estar habitada desde muy antiguo; aunque apenas se conservan vestigios materiales de dicha ocupación. Para los antiguos navegantes fenicios, egipcios, cartagineses, romanos, bizantinos, visigodos, árabes, portugueses… éste tuvo que ser un enclave muy codiciado como puerto y refugio, pero también como torre de vigilancia y minarete.1 Debido a su función militar, la península se ha mantenido al margen de la especulación urbana y conserva gran parte de su patrimonio natural y cultural intacto; el cual podemos disfrutar hoy día gracias a varias rutas pedestres, algunas con vistas sorprendentes sobre los dos Mares.

En mis recorridos por este increíble y mágico lugar, me ha llamado la atención la disrupción y disonancia que se produce en el encuentro (más bien en el desencuentro) entre lo urbano y lo natural. Así, en el extremo más oriental de la península se ubica el populoso cementerio cristiano de Ceuta, al que se ha anexionado recientemente un cementerio hindú; en las inmediaciones de ambos cementerios están ubicados: una planta de almacenamiento de residuos sólidos (RSU), un circuito de motocrós y la depuradora de aguas residuales y un poco más hacia el puerto, hay instalados unos descomunales depósitos de combustible, sobre una plataforma excavada brutalmente a los pies del Monte Hacho, junto a la estación de bombeo de aguas residuales de San Amaro y el tanatorio de la ciudad.

Ante tan descomunal falta de sensibilidad urbanística, me pregunto ¿A quién se le ocurriría poner en la fachada principal de su casa dos cementerios, un estercolero, un entretenimiento pueril destructor de biodiversidad, dos fábricas de mierda, un crematorio de cadáveres humanos y unos gigantescos bidones de gasolina? La incipiente construcción del Parque de Santa Catalina apenas servirá como un tenue velo para tratar de disimular tanto desatino planificador y, tal como está, aún habrá que esperar bastante hasta que arraigue y se consolide como floresta, en el mejor de los casos. Esperemos, al menos, que sus promotores no sean los mismos ni parecidos lumbreras de antaño. Y si les faltan ideas, siempre pueden darse una vuelta por Gibraltar, dado que somos proclives a las imitaciones.

* El Foráneo

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