La cara de El Príncipe, “la que no sale”
SOCIEDAD
Decenas de jóvenes adquirieron un compromiso, desmontar prejuicios utilizando la fotografía o el cortometraje de una barriada en la que la delincuencia “es una minoría” y donde existen valores como el “respeto, la dignidad o la familia”

“A Ceuta vienes llorando y te vas llorando” es una frase que se repite para los que llegan a la ciudad autónoma, sobre todo a los que pretenden quedarse un tiempo. Y venir llorando es, en parte, por los prejuicios que lleva consigo una ciudad europea. “La Guardia Civil refuerza la seguridad portuaria en Algeciras, Tarifa y Ceuta en la operación Puertos Seguros”, titula el ABC. “Ceuta, en apuros para responder a la llegada de centenares de migrantes a nado”, El País. “Emboscadas y barriles de obra lanzados contra los policías desde las azoteas: el barrio de Ceuta que no quiere ley”, El Confidencial.
“Policías sufren una emboscada en el barrio de El Príncipe en Ceuta”, La Razón. Estos son sólo cuatro ejemplos de titulares a nivel nacional cuando googleamos Ceuta. O El Príncipe. De este último, un grupo de jóvenes adquirió un compromiso hace más de un año. Una iniciativa de los propios residentes y en base a que las herramientas externas que se han utilizado para intentar cambiar ese prejuicio sobre la barriada no han funcionado. Este fue el principio para desmontarlos. En el conocido barrio del que hay una serie de televisión viven abogados, ingenieros, senadores o médicos, aunque sí hay muchos ceutíes que han tenido que salir del itinerario formativo “porque los han excluido”, explica Adil Mohamed.

El embajador de su tierra tenía un objetivo, “presentarle a este grupo una realidad que no conoce, que tienen derecho al acceso a todas las oportunidades que pueda tener cualquier joven de Europa. No vengo a decir tú haz esto. Sí, que pueden hacer lo que quieran”. Alternativas para que decidan. “Generar esa inquietud” para que utilizaran esa herramienta que es la capacidad de decisión sobre su futuro y que no decidan ni las condiciones que tienen alrededor ni las personas o el sistema que provoca que se “desahucien del sistema educativo o rompan el itinerario formativo”.
Con esa intención, el senador Adil Mohamed hizo una llamada. Al fotógrafo, director y autor teatral Francisco Javier Gómez Pinteño. Alguien con “una carga intelectual importantísima que te obliga a cuestionarte ciertas cosas, ciertos escenarios que erróneamente obtienes tú desde otra perspectiva”. Y lo invitó a venir a Ceuta, de nuevo. “Ya había estado aquí y literalmente se maravilló. Me propuso dar el curso porque hay talento oculto y hay que descubrirlo”. Una formación que enseñó a los jóvenes de El Príncipe herramientas para la dirección de cine, interpretación, guion y fotografía. La estancia de Gómez corrió a cargo de Mohamed, la senadora Blanca Gómez y la exdiputada Elena Mateo.

Era “ilusionante” y “motivador” ver que chicos con 15, 20 y 25 años se quedaban “embelesados” viendo una película de cine clásico con términos de vocabulario cinematográfico. Una de las películas que más les impactó, según el senador, es la obra japonesa dirigida por Masaki Kobayashi, ‘Harakiri’. Francisco Gómez lo tuvo claro desde el principio, vio que había valores como la “dignidad, el respeto, la jerarquía, la autoridad del docente, los tiempos de la comida con la familia…”. Un curso que se realizó en la misma barriada y comenzó con “seis o siete alumnos, pero después empezaron a venir otros”.
De una serie ‘turca’ a un curso de fotografía y dirección de cine
En una entrevista con El Pueblo de Ceuta, Gómez Pinteño relata que “se habló de la posibilidad de realizar una serie en El Príncipe, pero era bajo la tesis de lo que serían las novelas turcas. Es un crisol de culturas y religiones, se planteaban 4 protagonistas jóvenes, contemporáneo, utilizando la música y danza urbana, parkour…”, pero el productor desapareció. Aprovechando el viaje que debía hacer a la ciudad autónoma y la propuesta de Adil Mohamed hicieron una presentación sobre qué iba a ir ese curso y se planteó un horario por la tarde, pero después vieron que los chicos no estaban “adoctrinados al rictus de un horario” y decidió abrir el ‘aula’ desde las 10 hasta las 2:00 horas. De lunes a domingo durante seis semanas. E iban apareciendo cuando quisieran.
Lo primero, según narra, era manejar un lenguaje parecido, cinematográfico y fotográfico, cuando desde la teoría se entendieron, hora de empezar a practicar. Aunque el 90% del curso era práctico, los jóvenes de El Príncipe tenían la obligación de ver películas y conocer fotógrafos importantes para después comentar, “que adquiriesen un concepto estético. Para que fuese arte y no una fotografía cualquiera”. Aquí fue donde comenzó la exposición a La Legión. “Fuimos al museo y conocimos la historia. Alucinaban todos, se creó una relación muy especial. Vinieron al barrio, un hito, pero los propios alumnos tutelaron la seguridad de los legionarios. Iban uniformados, no armados”.

A ¡El Príncipe La Legión!
El director recuerda que a la vez que iban fotografiando los chavales, él tuvo la necesidad de hacerlo. Hay fotos donde se les ve cómo fotografían ambos profesionalmente. Tenían dos cámaras, las imágenes se enviaban al ordenador y de manera arbitraria elegían y editaban, “nunca hemos sabido quien era el autor”, una muestra colectiva que inauguraron en el museo de La Legión, “que se quedaron la colección”, titulada ‘A ¡El Príncipe La Legión!’. El equipo de guía del museo, el cabo primero Pozo y el cabo Barranquero, han facilitado algunas imágenes a este medio. Este último escribió en una revista que “se fue dando color con el “querer es poder”, formamos equipo con estos chavales dispuestos a dar lo mejor de sí”.
Añade el cabo Barranquero: “Un magnífico reportaje rebosante de arte como resultado, que culminó con una exposición inaugurada el 15 de junio de 2023, un motivo de superación personal, los cimientos de una amistad, este es el legado que nos han dejado estos días de convivencia y trabajo en El Príncipe”. Para Francisco Gómez los “mejores alumnos que he tenido como docente. Implicados, no utilizaban el móvil, no interrumpían y era divertido. Me decían Don Francisco”, sonríe. Cuenta que “m tenía que mantener con recursos de los alumnos, comía y cenaba con sus familias, conocía a padres, hermanos… Y era mucho respeto, no bajaban la guardia ni cuando estaban en clase ni comiendo cuscús un viernes. Tengo buenísimos amigos, son familia. De hecho, cuando me despedí hicieron una fiesta y me dejaron mensajes preciosos al teléfono”.


Los meses de curso incluyeron moda, composición musical, rap y un largo etcétera, “como el local estaba abierto hasta las dos de la mañana, tutorizábamos y hacíamos contactos internacionales para que iniciasen sus carreras como músicos”. El fotógrafo sigue en contacto con los chicos. Unos jóvenes que realizaron junto a él un cortometraje en “coexistencia y consensuado entre todos”. Planteó el montaje y el texto se los “regaló, intentando verbalizar todo lo que le habían enseñado en esas seis semanas de convivencia. Dijeron que lo clavé”, enuncia un gaditano que reside en Barcelona, ciudad a la que llegó e hizo el Ramadán “de lo sumergido que estaba con ellos”.
Feedback de los jóvenes
La experiencia fue “brutal, me vine con una nueva manera de ver el mundo. Aprendí más cosas de ellos que ellos de mi”. Este periódico contactó con dos jóvenes que hicieron el curso, Fatima Sora Marzok (31) y Mohamed Chellaf (El moha 51 como nombre artístico) (20) para conocer su versión. A la primera le gustaban las series, fotografías y el estilismo. Adil Mohamed le presentó el curso “por sorpresa” y se ilusionó “mucho, porque me encanta este mundo”. Para ella, Gómez Pinteño, “aparte de ser un gran profesor es un gran profesional”. Según cuenta, “nos ha dado una oportunidad a todos de aprender y estar a su lado”.
Y la fotografía también le ha “gustado mucho”, le encantó trabajar con los militares, conocer al coronel y se siente “privilegiada”. Marzok es autónoma y explica que el director le ha “enseñado a llevar el negocio con fotografías”, además, ya sabe cómo rodar un vídeo. Pero sí se siente “juzgada”. Vive en El Príncipe y en el Cortijo y “tenemos menos oportunidades, pero hay muchas personas de esas barriadas que tienen carreras”. La joven trabajó en una “recogida benéfica haciendo fotos. También en un cortometraje, hicimos un trabajo en UGT con entrevistas a 30 o 40 personas. Francisco me enseñaba cómo editar los vídeos con Final Cut”.


Para Chellaf fue la primera vez fotografiando, algo que le “beneficia” porque se edita sus propios videoclips. El videoclip del curso, que ha tardado un año en montarse, significó para él enseñar la cara de El Príncipe, “la que no sale”. Gente que se levanta a las 6 de la mañana. Abogados, policías, algunos quieren ser futbolistas. La delincuencia es una minoría. Como en cualquier periferia de España”. Un video que ya publicó este medio, “juventud que sale para adelante y no se rinde ante los palos”.
El joven dejó de estudiar por trabajar a los 16 años en la obra. Ahora está metido de lleno en la música con su propio sello discográfico. Lleva escribiendo desde los 14 y lo contactó una discográfica de Colombia, “no firmé, pero empecé a darle caña. Quiero hacerlo por mi cuenta”. El Moha 51 canta sobre los temas de su generación, “traiciones, problemas, mal de amores”. Trabaja con otro ceutí, el productor Muhammad Dru.
El ceutí tiene intención de hacer “cosas” en su barrio. Como ejemplo, “montar un estudio para animar a los chavales”. Además, tiene otro proyecto con un amigo para implementar la música en el turismo de Ceuta y “hacer murales y talleres en El Príncipe”. Hacer conciertos que atraigan el turismo y a los propios ceutíes y la decoración de la barriada “para los que tienen ilusión de hacer cosas y no saben”. El vecino del barrio lucha a diario por “fomentar la música y el arte. Hay muchos chavales que escucho como si fueran artistas reconocidos y nadie les da el apoyo que se merecen”, reconoce.

La “frontera invisible” entre los “pijos de Ceuta” y los de El Príncipe
Francisco Gómez Pinteño le decía a Adil Mohamed que los jóvenes tienen “inquietud, arte y manera de expresar”, eso lo “encandiló”. El fotógrafo charla con El Pueblo de Ceuta sobre los prejuicios se los que se ha percatado en la ciudad autónoma. “Había un cinefórum y quisieron invitarme para comentar la película”. Él respondió que sí, pero con sus chicos -los del curso-. No se llevó a cabo. Para el director el prejuicio y los estereotipos están en “ambas partes de la ciudad. A mí me encantaría llevar el proceso creativo del príncipe a Ceuta. Que los chicos del centro coexistieran con barrios de la periferia”.
De hecho, propuso que estos jóvenes fotografiaran a los alumnos de la Escuela de Arte, “nunca obtuvimos respuesta”. La secuencia del rugby -que sale en el vídeo- la hicieron porque uno de los chicos estaba en el equipo. “Ellos los llamaban los pijos de Ceuta y les llamé la atención. Hay como una frontera invisible que entre ellos no pueden romper, pero si aparece un elemento externo se rompe”, reflexiona. Un curso que también dio importancia al cortometraje que se montó en un formato “único” según Adil Mohamed. “El vídeo es tan genuino como autóctono del príncipe. La música se ha creado especialmente para el vídeo y uno de los raperos recibió un contrato con una discográfica extranjera”.













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