Fronteras de Ceuta (I): El Tarajal

En su sentido más restringido, la frontera es una línea de demarcación que establece el límite externo de un Estado-nación soberano; en un sentido más extenso, es un espacio complejo de flujos e interacciones entre comunidades asentadas a uno u otro lado de una frontera política

FOTO EL PUEBLO
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Eusebio Medina

Las fronteras son plurales, ambiguas y paradójicas. Hay fronteras naturales, políticas, administrativas, sociales, culturales, tangibles, intangibles, externas, internas… En este capítulo nos centraremos en el análisis de las fronteras políticas, la versión más corriente de las fronteras y la razón de ser (de existir) de la ciudad autónoma de Ceuta.

En su sentido más restringido, la frontera es una línea de demarcación que establece, con precisión, el límite externo de un Estado-nación soberano; en un sentido más extenso, la frontera es un espacio complejo de flujos e interacciones entre comunidades asentadas a uno u otro lado de una frontera política. Tradicionalmente, las fronteras han cumplido dos funciones principales, la primera ya la hemos señalado anteriormente: establecer con precisión los límites (terrestres, marítimos y aéreos) dentro de los que ejerce su autoridad y soberanía un determinado Estado; la segunda es de carácter fiscal y se materializa mediante el establecimiento de sistemas de vigilancia, puestos de control y aduanas para tratar de canalizar y de gravar el tráfico mercantil transfronterizo.

La frontera de Ceuta no cumple del todo, o no cumplen en absoluto, alguna de tales funciones. La primera (la función de límite territorial), porque no es reconocida como tal por uno de los dos Estados soberanos a los que separa, y la segunda, porque no ejerce como frontera fiscal (comercial) y, por tanto, no genera los correspondientes derechos de aduanas para nutrir las arcas de los respectivos Estados. En este sentido, esta es una “frontera atípica” donde las haya que, paradójicamente, ha incentivado históricamente el desarrollo de un intenso tráfico comercial y de otros tipos entre las comunidades fronterizas, con el beneplácito de las autoridades e incluso con su activa implicación en la organización y canalización de tales flujos. Y no tenemos que volver la vista muchos años atrás para vernos cruzar tranquilamente la frontera por el paso de Benzú para ir a comprar unos suculentos tomates en el zoco de Belliones o para ver a unos niños saltando alegremente a uno y otro lado del Arroyo de las Bombas, sin preocuparse lo más mínimo por el lado de la frontera en el que estaban jugando.

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En este contexto, durante muchos años, ha imperado la frontera extensa (los espacios de encuentro e interacción entre las comunidades fronterizas) sobre la frontera intensa (la de los puesto de vigilancia y las alambradas), pero tras la incorporación de España a la Unión Europea y el posterior establecimiento de la frontera de Ceuta como límite exterior de la Unión Europea y, sobre todo, desde el cierre de la frontera como reacción ante la crisis desatada por la pandemia del COVID-2019, la situación ha cambiado drásticamente. Los tradicionales tráficos mercantiles consentidos (el “comercio atípico”) se han suprimido o reducido a su mínima expresión, ocasionando el distanciamiento de las poblaciones fronterizas, así como el cierre de un gran número de negocios de venta al por mayor, ubicados en el Polígono Industrial del Tarajal; se han intensificado los controles aduaneros al tiempo que se ha restringido el tipo y la cantidad de productos permitidos y ha disminuido igualmente el número de sujetos que circulan por el interminable paso de aduanas del Tarajal; el cual parece más una manga ganadera que un lugar ideado para el tránsito de personas.

Curiosamente, si nos acercamos hasta el gigantesco bazar de Castillejos veremos que éste sigue estando muy bien surtido de productos occidentales de todo tipo, los mismos o similares que antes entraban a hombros de porteadoras, a plena luz del día, por la frontera del Tarajal. Y si nos adentramos un poco más en Marruecos, comprobaremos que en las populosas ciudades de Tánger y de Tetuán proliferan por doquier las tiendas de venta de estos mismos productos, muchos de ellos sin etiqueta y manufacturados supuestamente fuera Marruecos. ¿De dónde proceden estas mercancías? ¿Por dónde entran y cómo se distribuyen por el norte de África y más allá? ¿Qué mano invisible gobierna estos nuevos tráficos? ¿A quiénes benefician? Son preguntas para las que aún no tenemos respuesta. Sin embargo, nos atrevemos a conjeturar que la construcción y puesta en funcionamiento del gigantesco puerto de Tánger-Med, junto con la política de fomento de la industria autóctona practicada por la gobierno de Marruecos y su persistente, y proactiva, reivindicación de Ceuta como parte del territorio marroquí contienen las claves explicativas de la actual situación que, por otra parte, afecta de manera muy negativa a la ciudad autónoma de Ceuta; la cual debería reaccionar de inmediato para tratar de paliar (a corto, a medio y a largo plazo) las consecuencias nocivas que tal situación le ocasiona y que no van a remitir “así porque sí”.

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Y a cuento de todo esto, ¿qué habrá sido de aquella multitud de esforzadas mujeres porteadoras (sufridoras) del Tarajal?

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